zigor aldama
Corresponsal. Shangái
Miércoles, 13 de noviembre 2019, 21:05
Los manifestantes de Hong Kong se habían propuesto paralizar el principal centro financiero de Asia durante tres días de huelga general, y vaya si lo han logrado. Eso sí, no tanto porque los comercios hayan echado la persiana por voluntad propia o porque los siete ... millones de habitantes de la excolonia británica se hayan negado a acudir a sus puestos de trabajo. No, la parálisis la han logrado convirtiendo la megalópolis en un campo de batalla.
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Tras la brutal jornada del lunes, que dejó el segundo manifestante herido de bala en cinco meses de protestas y un padre de familia en la UCI después de que le prendieran fuego por apoyar a China, el martes la violencia se trasladó a los campus universitarios, sobre todo al de la Universidad China de Hong Kong (CUHK), en el que antichinos y Policía protagonizaron durante todo el día escenas más propias de una guerra civil que de una protesta política.
Los agentes dispararon 1.567 proyectiles de gas lacrimógeno, 1.312 balas de goma, otros 380 proyectiles no letales y 126 granadas de 'foam'. 142 personas fueron arrestadas. La más joven tenía 14 años. «La sociedad y el Estado de Derecho están al filo de un colapso total», advirtió el superintendente Kong Wing-cheung. «·La violencia de los delincuentes está afectando seriamente a la vida de todos los ciudadanos», añadió en una comparecencia de prensa.
Los enfrentamientos volvieron a repetirse este miércoles: solo 108 de las 1.100 rutas de autobús operaron, muchas estaciones de metro cerraron y los cortes de carretera impidieron que miles de personas acudiesen al trabajo. En esta coyuntura, 250 sucursales bancarias decidieron no abrir sus puertas, el mayor número en la historia de Hong Kong si se excluyen los días de tifones severos, e incluso se suspendió la sacrosanta carrera de caballos en Happy Valley.
En previsión de que el bloqueo se mantenga, el Gobierno decretó la suspensión para este jueves de todas las clases. Más allá fue la CUHK, que puso punto final al semestre con un mes de antelación. En parte, por el miedo entre los estudiantes de la China continental y del extranjero. Diferentes medios de comunicación informaron de que el martes más de un centenar de los primeros fueron evacuados a la vecina Shenzhen en un buque de la Policía. Al otro lado de la frontera que separa Hong Kong del resto del país, los jóvenes fueron acogidos en alojamientos de diferentes instituciones, incluida la Liga Joven Comunista.
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He Kewei estudia Periodismo en la Universidad Baptista de Hong Kong y decidió regresar a su localidad natal de Ningbo, en la costa oriental de China, por miedo a terminar siendo víctima de la violencia. «Hay mucho odio hacia los chinos del continente y temo las palizas que reciben los que muestran opiniones contrarias a las de los manifestantes. No regresaré hasta que cese la violencia», cuenta a este periódico.
La CUHK pretende reanudar las clases en enero, pero no está claro que para entonces Hong Kong haya recuperado la normalidad. «Los estudiantes chinos que están aquí no entienden nuestra lucha. Les han lavado el cerebro y muchos pertenecen a familias adineradas que se benefician de las redes clientelares del Partido Comunista. Ha habido choques con ellos y puede que se repitan», reconoce Jessica Chen, miembro del Consejo Estudiantil de la Universidad a la que acude He. «Pase lo que pase, continuaremos protestando», sentencia.
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