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El envenenamiento de centenares de niñas en escuelas de Irán tiene al país conmocionado. No sólo porque la ola de intoxicaciones supere ya los 5.000 casos, según el comité parlamentario de investigación, sino por el enorme misterio que rodea a unos sucesos que comenzaron ... a finales del pasado noviembre. Desde entonces, hace más de tres meses, son muchas las teorías sobre estos hechos que tienen aterradas a las familias con hijas, pero pocas, muy pocas, las certezas. De hecho, la comunidad internacional -desde Naciones Unidas a los Gobiernos de Estados Unidos o Alemania- ha exigido que los investigue de manera transparente y urgente y, por ahora, este mismo martes, ha habido «varias» detenciones, aunque no han trascendido más datos.
La ciudad santa de Qom, al sur de Teherán, fue el primer punto donde saltó la alarma. Ocurrió el 30 de noviembre cuando cerca de una veintena de estudiantes de la Escuela Técnica Nour sufrió una extraña intoxicación mientras estaba en clase. Después cayeron otras alumnas envenenadas en Ahvaz, Mashhad, Isfahán, Shiraz... y, en la actualidad, hay registrados casos en 25 de las 31 provincias que conforman Irán. En total, unos 230 centros escolares se han visto afectados, la mayoría femeninos. La educación de niñas y jóvenes en el país está normalizada, y aceptada por la mayoría salvo algunos reductos del islamismo más radical, y arroja una tasa de alfabetización de en torno al 85%.
La verdad sobre esta sucesión de envenenamientos se construye por ahora con los testimonios de quienes han sido víctimas, que coinciden en que escucharon una especie de pequeña «explosión» y percibieron olores «desconocidos» o «desagradables» -como a cloro, pescado podrido o mandarina- antes de sentirse mal. Desde el Gobierno iraní sugirieron que podía tratarse de gases a base de nitrógeno utilizados, por ejemplo, en industria o como fertilizantes agrícolas. La mayoría de las niñas presentaba problemas respiratorios, náuseas, fatiga, dolor de cabeza, tensión arterial baja... y muchas han acabado hospitalizadas con necesidad de oxígeno. No ha trascendido por ahora que ninguna haya fallecido -hace unas semanas se apuntó a la muerte de una menor que negó su padre- pero la preocupación entre alumnas y familias no para de crecer. Sólo el miércoles pasado se denunciaron casos en diez escuelas.
De hecho, padres y madres han protagonizado movilizaciones en diferentes puntos de Irán en busca de explicaciones y, sobre todo, tranquilidad de que sus hijas estarán bien en las aulas. Algo difícil por ahora por la falta de respuestas a esta ola de intoxicaciones que el propio presidente, Ebrahim Raisi, llegó hace unos días a relacionar con un «complot del enemigo» aunque no identificó a quién dirigía su dedo acusador. Desde su equipo de gobierno han apuntado a que los sucesos buscan generar disturbios en un país que en los últimos meses ha encadenado protestas masivas por la muerte de Mahsa Amini -supuestamente por llevar el velo mal colocado- a mediados de septiembre. Y, justo por lo reciente de esos hechos, en la sociedad iraní ha comenzado a extenderse la idea de que los envenenamientos son, en realidad, una venganza por aquellas manifestaciones.
El Ejecutivo de Irán afirma haber abierto ya una investigación para arrojar luz sobre el misterio de las intoxicaciones y a ello podrían ayudar las detenciones realizadas en las últimas horas. El Ministerio del Interior ha anunciado este martes el arresto de «varias personas en cinco provincias» -sin dar más detalles- mientras continúan las pesquisas. El ayatolá Alí Jamenei ya ha advertido de que se trata de «crímenes imperdonables» y que, de comprobarse que responden a una acción premeditada, se debería aplicar la pena capital a sus autores.
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