El ex primer ministro paquistaní Imran Khan ha sido secuestrado a plena luz del día por las fuerzas armadas. Por lo general, los países tienen ejércitos, pero a veces es el ejército el que posee al país. Desde la independencia, las fuerzas armadas han gobernado ... Pakistán, a veces abiertamente, a veces entre bambalinas, tras primeros ministros que en ocasiones eran dóciles y otras no, pero que siempre gobernaban «con la venia». Aquellos que intentaban sacudirse el yugo o que se sabía de antemano que no iban a ser dóciles, eran destituidos o directamente asesinados.
Por otra parte, incluso cuando en Pakistán se celebran elecciones, lo más habitual es que los jefecillos locales controlen caciquilmente a los votantes y a la totalidad del proceso electoral, de manera que los lugareños saben cuándo han de votar y a favor de quién. Los que se niegan suelen terminar bastante mal. Estos caciques suelen formar parte de las redes clientelares de poderosas familias que forman verdaderas dinastías hereditarias, como los Bhutto o los Sharif, que se dedican a intrigar las unas contra las otras para ocupar las migajas de poder que les toleran los verdaderos amos del país.
Generalmente los Bhutto han sido la dinastía más poderosa, con la red clientelar más potente y mayor verdadero apoyo popular, de manera que se han resistido mucho más al yugo de los uniformados. Pero estos, primero ajusticiaron al padre, Zulfikar Ali Bhutto, tras un proceso judicial amañado, y luego orquestaron el asesinato de la hija, Benazir, cuando intentaba regresar tras ser destituida.
Imran Khan es un relativo 'outsider' en este mundillo dinástico. Su padre había sido un militante nacionalista muy activo en la época colonial británica, ocupó cargos públicos y fue acusado de corrupción, pero los Khan no eran pesos pesados dentro del despiadado y ultra corrupto Juego de Tronos paquistaní. Tampoco son punjabíes, que suelen ser la élite dominante, sino pastunes. El ascenso de Khan se ha basado en una combinación de su fama personal como deportista de éxito, la riqueza acumulada por su familia y la hábil construcción de su propia red clientelar, coaptando caciques locales que previamente habían trabajado para otras dinastías.
Khan es ciertamente un personaje sumamente corrupto, como casi todos los políticos paquistaníes, pues el sistema es corrupto en sí, pero su labor de gobierno se vio gravemente obstaculizada por el desbocado crecimiento demográfico el país, uno de los mayores del mundo, y por la resaca del conflicto afgano. Tras la retirada final de las potencias occidentales, nadie ha olvidado ni perdonado que la victoria de los talibanes fue posible por el masivo apoyo que recibían de Pakistán. Por lo tanto, cuando Khan solicitó ayuda financiera occidental, se le respondió que nada recibiría, y que primero debería suprimir la inmunidad fiscal de los paquistaníes ricos, y de las fuerzas armadas, que poseen numerosas empresas y explotaciones agrícolas, por las que no pagan ni un céntimo en impuestos.
Obviamente, Khan no pensaba suicidarse políticamente –y físicamente- intentando cobrarles impuestos a la oligarquía dominante, aparte de que el propio Khan y su familia forma parte de dicha oligarquía, así que por este problema irresoluble y otros muchos problemas igualmente irresolubles –irresolubles porque te matan si intentas resolveros, no porque sean realmente imposibles de resolver- Khan sufrió una moción de censura y fue destituido en abril de 2022. Le reemplazó Shehbaz Sharif, de la dinastía Sharif, que ha aprendido a mostrarse más acomodaticia con los verdaderos amos.
Juicios por corrupción
Pero Khan, al igual que Benazir Bhutto, no pilla las indirectas, y a pesar de sus numerosos juicios por corrupción, conserva su red clientelar y una amplia popularidad entre las masas, de manera que pretendía forzar el adelanto de las elecciones esperando ganarlas. Por lo tanto, los militares han intentado capturarle en varias ocasiones, fallando por la escolta que rodea a Khan y por la movilización de sus partidarios. También ha sufrido dos intentos de asesinato en septiembre y noviembre de 2022.
Pero la suerte de Khan se agotó tras acusar públicamente a los militares de haber organizado los dos intentos fallidos de asesinarle. Pocas horas después, y sabiéndose de antemano que acudiría al tribunal para solicitar un aplazamiento en uno de sus numerosos juicios, los rangers del ejército paquistaní le cayeron encima. Khan pese a todo, tiene suerte porque todavía sigue respirando. Pero ya ha quedado claro que no se le permitirá ser de nuevo el primer ministro.
Los militares sonríen triunfantes, mientras Pakistán sigue retrocediendo a creciente velocidad hacia una serie de escenarios distópicos de disolución y autodestrucción. De poco les va a servir a los uniformados seguir siendo los amos del país, si Pakistán entero acaba pareciendo un remake de 'Mad Max'.
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