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Pablo M. Díez
Viernes, 10 de marzo 2023, 11:11
Acabando con el límite de permanencia en el poder que habían seguido sus dos inmediatos antecesores, Xi Jinping se ha proclamado este viernes como presidente de China para un tercer mandato tan histórico como inédito. En principio, serán cinco años más al frente del país, ... pero Xi puede perpetuarse en el cargo de por vida porque ya se ha erigido en el dirigente más poderoso desde el «padre de la patria», Mao Zedong.
Sin un solo voto en contra de los 2.952 diputados presentes en la Asamblea Nacional Popular, Parlamento orgánico del régimen, Xi Jinping ha sido reelegido entre aplausos en el Gran Palacio del Pueblo de Pekín. Empezando por el propio Xi y la cúpula del régimen, los únicos que iban sin mascarilla, y siguiendo por los demás diputados, todos ellos votaron durante una hora mientras sonaban alegres melodías tradicionales propias del año nuevo lunar, como «Paso a paso cada vez más alto». Quince minutos después de que todas las papeletas fueran depositadas, y mientras Xi charlaba relajado en el estrado con su número dos, Li Qiang, y el ideólogo de la propaganda, Wang Huning, los resultados aparecieron en las pantallas de la sala y fueron anunciados por un portavoz.
Sin sorpresas en esta democracia «made in China», que Pekín denomina «popular» frente al modelo liberal y pluripartidista de Occidente, el recuento era unánime porque, entre otras cosas, no había ningún otro candidato. Una vez más, el número de periodistas extranjeros, sobre todo corresponsales occidentales, fue limitado drásticamente y no hubo más remedio que ver la sesión por la tele. Tras la votación, soldados de gala desfilando con paso marcial entraron en el auditorio con la Constitución china para que Xi jurara el cargo.
«Prometo ser fiel a la Constitución de la República Popular China, salvaguardar la autoridad de la Constitución, cumplir las responsabilidades legales de mi puesto, ser leal a la madre patria y al pueblo, mostrar el máximo respeto con mi deber, acometer los asuntos públicos con integridad, aceptar la supervisión de la gente y trabajar con esfuerzo para construir un gran y moderno país socialista que sea próspero, fuerte, democrático, culturalmente avanzado, armonioso y bello», pronunció con el puño derecho en alto y la mano izquierda sobre la tapa roja de la Carta Magna.
Precisamente, es la misma Constitución que reformó en 2018 para abolir el límite de dos mandatos presidenciales de cinco años introducido en 1982 con el fin de evitar que se repitieran los desmanes personalistas de la época de Mao, como el «Gran Salto Adelante» (1958-62) y la «Revolución Cultural» (1966-76), que costaron decenas de millones de vidas. Tras perpetuarse en octubre como secretario general del Partido Comunista en su XX Congreso, con el recordado incidente de la expulsión de su predecesor, Hu Jintao, Xi Jinping culmina así el paso de la dictadura colectiva que había caracterizado al régimen chino desde la muerte de Mao a una totalmente personalista y donde nadie pueda hacerle sombra. Además de continuar al mando del Estado, fue reelegido presidente de la Comisión Militar Central, que dirige al Ejército.
Junto a Xi Jinping, el viceprimer ministro Han Zheng fue elegido vicepresidente y, con el fin de desempeñar tareas internacionales, reemplazará a Wang Qishan, que ha sido uno de los más estrechos aliados del presidente durante los últimos años. Curiosamente, ambos han llegado a la vicepresidencia sin ser miembros del Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista, lo que empieza a convertirse en una costumbre para un cargo meramente ceremonial pero muy visible de la cara a la escena exterior. Además, el número tres del régimen, Zhao Leji, presidirá el Comité Permanente de la Asamblea Nacional, órgano legislativo del país, en sustitución de Li Zhanshu.
Hasta que el lunes acabe esta reunión anual del Parlamento chino, sus diputados elegirán también al número dos del régimen, Li Qiang, como primer ministro, y al número seis, Ding Xuexiang, como su viceprimer ministro ejecutivo. Ambos son hombres de la máxima confianza de Xi Jinping, que se rodea de sus más fieles colaboradores para este tercer mandato lleno de retos e incertidumbres.
Su principal objetivo será recuperar la economía después de los estragos causados durante los dos últimos años por las restricciones de la política de Covid 0, que acabaron a finales de noviembre por unas históricas e inusuales protestas ciudadanas que asustaron al régimen. Tras la ola de muertes y contagios que siguió al desastroso levantamiento de los controles, cuyas cifras reales están en entredicho por la opacidad de las autoridades, la prioridad ahora es volver a la senda del crecimiento con una previsión alrededor del 5 por ciento. Para ello, la Asamblea Nacional va a aprobar también una reestructuración de los ministerios de Tecnología y Finanzas, que estarán más controlados por Xi Jinping.
En el plano internacional, Pekín se enfrenta también a un panorama cada vez más revuelto por la guerra de Ucrania y su creciente hostilidad con Estados Unidos, con los contenciosos de Taiwán y la «guerra de los microchips» enfrentando peligrosamente a las das mayores potencias del mundo.
Tras cuatro décadas de apertura al capitalismo que han traído un extraordinario crecimiento económico, este cambio histórico vuelve a convertir a China en una dictadura personalista en pleno siglo XXI bajo el tercer mandato de Xi Jinping.
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