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Actualmente, un 1,53% de la población japonesa se apellida Sato. Es el García del país del Sol Naciente. Y cada vez lo adoptan más personas. Crece a un ritmo del 1,0083% anual, una tasa que podría llevar a una situación tan insólita como surrealista: según los cálculos realizados por Hiroshi Yoshida, profesor de Economía de la Tohoku University, en el año 2531 todos los japoneses podrían apellidarse Sato. Todos. «Tendremos que llamarnos por el nombre de pila o por un número», ironizó el académico.
Es una situación aún hipotética pero sirve para poner el acento en algo mucho más relevante: la ley que obliga a los cónyuges a adoptar un solo apellido tras el matrimonio. El artículo 750 del Código Civil estipula que así sea, con la única excepción de quienes se casan con un extranjero. Un 95,3% de los recién casados opta por el apellido del marido, y el crecimiento de Sato se debe también a la costumbre de que los recién nacidos lleven únicamente el apellido del padre.
Pero cada vez son más quienes abogan por modificar una legislación que data de 1898 y que se considera machista y obsoleta. 'Think Name Project' es una de las iniciativas para impulsar la reforma del artículo 750, que ha llegado incluso al Tribunal Supremo. Primero, en 2015, tres mujeres denunciaron que es discriminatorio y que perpetúa anticuados roles de género. El tribunal desestimó la demanda argumentando que «es una práctica inherente a la cultura japonesa».
Tres años después, Aono Yoshihisa, que legalmente adoptó el apellido de su mujer pero continúa utilizando el suyo, intentó tumbar la ley alegando ante un tribunal de Tokio los efectos psicológicos que acarrea cambiar de nombre. Tampoco prosperó, ya que los magistrados no encontraron nada inconstitucional en la norma.
Los cálculos del profesor Yoshida sirven para impulsar un nuevo intento para reformar la ley. «Teniendo en cuenta que el apellido guarda la historia de la familia y es un símbolo cultural, su desaparición supondría también borrar esa historia», argumentó Yoshida en un comunicado anexo a la presentación del informe sobre la futura hegemonía de los Sato. «Si cada vez valoramos más el individualismo, no tiene sentido cambiar el apellido», añadió.
No es el único que piensa de esta manera. Una encuesta reveló en 2022 que el 61% de los nipones no casados quiere mantener su apellido original tras la boda, una opción cada vez más mayoritaria entre los jóvenes. «Todavía somos un país muy patriarcal, pero tenemos que avanzar hacia la modernidad y hacia la creación de una sociedad más igualitaria», apunta Maiko Suzuki, una joven universitaria de Nagoya.
La posibilidad de que la adopción de un solo apellido sea opcional cambiaría por completo el escenario. Yoshida ha calculado lo que sucedería en ese caso, teniendo en cuenta los datos de las encuestas: en 2531, el apellido de Sato continuaría siendo el más utilizado, pero solo lo tendría el 7,96% de la población.
En cualquier caso, como apunta el Japan Times, poco importa todo esto. Porque, si nada cambia en la tasa de fertilidad del archipiélago, en 2531 los japoneses estarán al borde de la extinción. Se llamen como se llamen. No en vano, el National Institute of Population and Social Security Research se ha tomado la molestia de calcular cuál sería la población de ese año: 281.866 habitantes, poco más que la población de Vitoria en la actualidad. En el siglo XXXIV ya no quedaría ninguno.
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Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
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