Zigor Aldama
Shanghái
Martes, 11 de junio 2019, 11:49
Kim Jong-un tenía muchas razones para estar molesto con su hermanastro, el díscolo Kim Jong-nam. Pero puede que no fuesen sus visitas a Disneylandia con pasaporte falso ni su opulenta existencia en Macao las que hicieron que el dictador norcoreano ordenase su muerte ... en febrero de 2017, cuando dos jóvenes le rociaron la cara con agente VX en el aeropuerto de Kuala Lumpur. Porque, según una información publicada ayer por el Wall Street Journal, Kim Jong-nam trabajaba como confidente de la CIA y se reunió en varias ocasiones con sus agentes.
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Esta revelación, hecha por una fuente anónima que el rotativo americano identifica únicamente como «conocedora del asunto», coincide con la que ha hecho hoy la corresponsal del Washington Post en Pekín, Anna Fifield, con la publicación de su libro 'El gran sucesor', en el que también presenta a Kim como colaborador de la Inteligencia americana. Y eso no es todo, el WSJ afirma que, si el hermanastro del Brillante Camarada se encontraba en Malasia antes de ser asesinado, concretamente en la turística isla de Langkawi, era porque se iba a reunir con su enlace de la CIA.
No en vano, la policía malasia testificó en el juicio de las dos acusadas por la muerte de Kim -una indonesia y una vietnamita que creían estar participando en una broma y que ya han quedado en libertad-, que este se había reunido con un hombre americano de origen coreano en un hotel, aunque la identidad del presunto espía no trascendió. El WSJ también sostiene que, tras el crimen, los familiares de Kim tuvieron que abandonar Macao de forma apresurada y con la ayuda del grupo disidente coreano Cheollima. Su hijo, que es sobrino de Kim Jong-un, dio la cara para denunciar en un vídeo el asesinato de su padre y está ahora en paradero desconocido para proteger su vida.
Si se demuestran ciertas, algo poco probable teniendo en cuenta la opacidad de la CIA y del régimen norcoreano, estas revelaciones dan una dimensión más lógica a la estrambótica muerte de Kim Jong-nam y revelan cómo se extienden los tentáculos de la inteligencia estadounidense. Llegan además en un momento delicado, en medio de la guerra tecnológica contra Huawei que Donald Trump justifica con la afirmación de que la empresa espía para el gobierno chino, algo que no sustenta con prueba alguna. De lo que sí hay evidencias sobradas, no obstante, es de que Estados Unidos mete sus narices en todo el mundo. Aparentemente, incluso en la familia del mismísimo Kim Jong-un.
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