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zigor aldama
Jueves, 28 de abril 2022, 00:07
«Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar». No es un refrán chino, pero muchos lo están poniendo en práctica en Pekín. Porque, ahora que el número de casos de coronavirus en la capital china comienza a subir, los ... ciudadanos temen sufrir una situación similar a la de Shanghái, donde sus 25 millones de residentes llevan ya más de un mes bajo una cuarentena tan estricta como polémica.
Este miércoles, Pekín registró 34 casos nuevos en la segunda ronda de test masivos de esta semana. Ese número es una nimiedad si se compara con el de cualquier ciudad europea, pero marca el récord de la capital china, blindada siempre muy por encima del resto de urbes del país, desde que detectó el primer brote de la variante ómicron del coronavirus, el pasado día 22. Conscientes del caos que en Shanghái ha provocado el intento de convivir con el virus, las autoridades han recuperado el manual que llevan siguiendo desde enero de 2020 y han decidido actuar rápido para imponer la estrategia 'cero covid'.
«Todavía no estamos confinados, pero tenemos que hacer PCR tres días seguidos -mañana el último- y ya están cerrando urbanizaciones con vallas», cuenta Jie desde las afueras de la capital. «La gente está yendo al supermercado a hacer acopio y están dejando vacías las baldas», añade. Confirma esta información con varias fotografías tomadas en un centro comercial donde muchos lineales ya reflejan el temor de la población a una situación como la de Shanghái, donde la escasez de alimentos ha llevado a muchas familias al límite.
Jie también está preocupado, porque trabaja para una productora musical y emplea a una veintena de personas. «Como nos encierren, son veinte bocas que alimentar», explica sin perder el sentido del humor. Afortunadamente, él tiene campos en sus alrededores y por eso cree que no va a tener problemas con los alimentos. Pero en el centro de Pekín la historia es diferente. «Espero que hagan como en Shenzhen o en Guangzhou, donde los brotes se han erradicado desde la raíz en cuestión de dos semanas», comenta Lin Xin, residente en el barrio central de Chaoyang. Como ella, muchos apuestan por mano dura y rápida.
Fei «Tdoavia no sabemos cuándo acabará el confinamiento. Nos llevan diciendo fechas que no se cumplen una tras otra»
Víctor Escribano «A mi mujer le ha dado un ataque de ansiedad y a mí, de risa. Son ya muchas semanas en constante tensión, sin dormir bien»
Lin Xin «Espero que hagan como en Shenzhen o en Guangzhou, donde los brotes se han erradicado en dos semanas»
Cualquier cosa para que no se repita lo que sucede mil kilómetros al sur, en Shanghái. La situación allí continúa mejorando, pero solo ligeramente. Los casos se siguen contando por miles, y los muertos por decenas. En total, desde que el brote actual estalló el 1 de marzo y hasta ayer, la capital económica de China suma más de 535.000 casos -un 91% asintomáticos, aunque en esa categoría se han metido también a los que tienen síntomas leves- y 238 fallecidos.
El confinamiento de Shanghái, que residentes como Fei llevan sufriendo más de mes y medio, se ha convertido en todo un quebradero de cabeza político para el Gobierno. Porque su pésima gestión ha provocado una tormenta sin precedentes. «Y todavía no sabemos cuándo acabará. Nos llevan diciendo fechas que no se cumplen una tras otra», comenta este cocinero que vive en la zona de Pudong, la primera que fue cerrada a cal y canto. Desde entonces, los protocolos han ido cambiando cada pocos días, dejando a los ciudadanos con una profunda sensación de incertidumbre e impotencia.
El cierre de las cadenas de suministro de alimentos, la separación de padres e hijos positivos, el sacrificio de mascotas y las pésimas condiciones en los centros de cuarentena central han provocado estallidos sociales que han inundado las redes sociales de un descontento poco habitual en China. Y, aunque los censores han hecho muchas horas extra para eliminar críticas, el Gobierno central ha terminado tomando cartas en el asunto y la incógnita ya no es si rodarán cabezas sino cuántas y a qué nivel.
Además, el confinamiento está teniendo un impacto muy negativo en la salud mental de la población. Lo contó a la perfección en un sentido hilo de Twitter el corresponsal de la agencia EFE en Shanghái, Víctor Escribano. «Esta tarde, a mi mujer le ha dado un ataque de ansiedad. Y a mí me ha dado un ataque de risa. Igual es la peor expresión que podría utilizar ahora mismo, pero estamos para que nos encierren. Son ya muchas semanas en constante tensión, sin dormir bien, sin saber qué va a pasar», escribió cuando la pareja llevada 36 días encerrada. Este miércoles llevaban ya 44.
«Ahora mismo la fecha de liberación es el día 8 de mayo. Eso si no encuentran más casos en la urbanización. La gente está esperanzada porque, al parecer, en la última ronda de PCR todos han dado negativo», contaba ayer Escribano a este diario. No obstante, diferentes empresas han recibido notificaciones avanzando que la normalidad no se recuperará hasta junio, fecha en la que grandes empresas como Disneylandia se fijan para retomar sus operaciones. El problema es que, después de tantas promesas, los chinos se acuerdan de una historia que poco tiene que ver con su cultura, pero que les viene como anillo al dedo: la de Pedro y el lobo.
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