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Los seguidores del movimiento talibán salieron por segundo año consecutivo a las calles de Kabul para celebrar el retorno de los islamistas al poder tras dos décadas de guerra contra Estados Unidos y sus aliados. Han pasado dos años desde la reinstauración del Emirato y ... en este tiempo los islamistas se han asentado en el Gobierno, permanecen unidos bajo el liderazgo del mulá Ajunzadá y han borrado a las mujeres de la escena pública.
La situación de las mujeres es el argumento principal por el que ningún país del mundo ha reconocido de manera oficial al régimen teocrático, pero ni el aislamiento, ni las sanciones, ni el recorte de ayudas han servido para que los talibanes den marcha atrás. Kabul cuenta además con el acercamiento de países como China, que ha fortalecido sus lazos económicos con importantes inversiones en el mundo de la minería.
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Los talibanes mintieron. Su portavoz, Zabiula Muyahid, sorprendió al mundo en 2021 al anunciar que «permitiremos a las mujeres trabajar y estudiar… la mujer estará muy activa, pero siempre dentro del marco del Islam». 730 días después las escuelas de secundaria y universidades están cerradas para ellas, el Ministerio de la Mujer se ha renombrado como Ministerio para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio, las mujeres tienen prohibido viajar más de 72 kilómetros sin compañía de un hombre de la familia, no pueden aparecer en series de televisión o películas y hablar por la radio, han quedado excluidas de empleos públicos y de los puestos vinculados a organismos humanitarios y se han cerrado peluquerías y salones de belleza.
Entre los afganos que se oponen a los talibanes aumenta la indignación y la impotencia cada día que pasa. La periodista Nilofar Ayoubi, que se vio obligada a abandonar el país por motivos de seguridad, asegura que, pese al congelamiento de fondos y los recortes, «los talibanes han tenido el apoyo de la comunidad internacional todo el tiempo, lo único que falta aquí es el 'reconocimiento' mundial, pero no lo necesitan porque esto supondría una carga para ellos y se han dado cuenta de que pueden seguir recibiendo dinero sin tener que cumplir promesa alguna».
Ayoubi recuerda que Estados Unidos sigue siendo el mayor donante para el pueblo afgano con más de 2.150 millones de euros desde la toma del poder por parte talibanes, según los datos del reciente informe del SIGAR (siglas en inglés de Inspector Especial General para la Reconstrucción de Afganistán). Desde Washington admitieron que la interferencia talibán es el mayor obstáculo para que los beneficiarios reciban las ayudas, extremo que negaron las autoridades afganas. Otros países han optado por reducir drásticamente el envío de asistencia para evitar el riesgo de que caiga en manos islamistas.
«Este es un día oscuro y amargo, sobre todo para nosotras», es el mensaje de la activista de los derechos de la mujer Laila Basim desde el centro de Kabul. Otras fuentes consultadas en la capital afgana tienen miedo de dar su nombre y aseguran sentirse «olvidadas y encerradas, no hay manera de conseguir un pasaporte y, aunque lo tengas, ningún país te da el visado, es casi imposible. El país es ahora una gran cárcel custodiada por los talibanes».
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Mercedes Gallego
Uno de los países más activos en el Emirato es la vecina China. Hace un mes, los talibanes anunciaron que la empresa Fan China Afghan Mining Processing and Trading Company invertirá 320 millones de euros en sectores como la producción de electricidad, la fabricación de cemento y la atención médica, la empresa estatal de Kabul. Fue el segundo gran acuerdo con Pekín después del firmado en enero con Xinjiang Central Asia Petroleum and Gas Co., también del gigante asiático, para la extracción de petróleo de la cuenca Amu Darya, en el norte del país.
Analistas como Adam Weinstein, del centro de estudios estratégicos Quincy Institute, piden apostar por el pragmatismo, dejar a un lado «la política del palo y la zanahoria» y «hablar con los talibanes para intentar mejorar la vida de los afganos». Según su análisis publicado en Foreign Policy «es hora de que los gobiernos reduzcan el tono de sus posturas santurronas sobre los derechos de las mujeres y la democracia, temas que ya consideraban que no eran lo suficientemente importantes como para combatirlos militarmente hace años, y en su lugar se comprometan con una estrategia diplomática, humanitaria y de desarrollo constructiva».
Dentro de quince días las calles de Kabul volverán a ser una fiesta. Ese día también está marcado en rojo en el calendario talibán porque marca la fecha en la que salió de Afganistán el último soldado estadounidense después de la guerra más larga a la que se ha enfrentado Washington. Un conflicto bélico en el que nunca pudieron derrotar a los islamistas y del que salieron tras una negociación en la que la prioridad era una retirada segura de sus tropas, no el futuro de los afganos.
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