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JAVIER GUILLENEA
Martes, 5 de marzo 2019, 18:24
Por nombres que no quede. Si no nos gusta uno buscamos otro que encaje mejor y, de paso, arrancamos unas raíces para poner otras más adecuadas a las nuevas modas. Muchos países han cambiado de identidad a lo largo de los tiempos, siempre con la ... sana intención de avanzar desde el olvido, pero no por eso les ha ido mejor. Al fin y cabo, los nombres solo son palabras y debajo están las personas, que son quienes hacen la historia y también la deshacen.
Toda esta disgresión viene a cuenta de la reciente propuesta del presidente de Filipinas, que ha mostrado su intención de llamar de otra manera a su país para eliminar su connotación colonial española. También es cierto que Rodrigo Duterte, a quien se le apoda 'El Castigador' por su mano de plomo contra la delincuencia, tiene un nombre de hondas raíces hispánicas, pero no parece que esté por la labor de modificarlo. Lo primero es la patria.
«No tengo un nombre particular todavía, pero me gustaría cambiarlo porque el actual se debe el rey Felipe de España», dijo el pasado domingo Duterte en un acto en la provincia sureña de Basilan. Aunque en esta ocasión admitió que aún no lo tenía claro, días antes había planteado recuperar para Filipinas el término de Maharlika, relacionado con el pasado malayo del país.
-1521 Fernando de Magallanes bautizó ese año el archipiélago con el nombre de Islas del Poniente. En 1543 Ruy López de Villalobos lo llamó Felipinas en honor a Felipe II.
-Nueva identidad. Se cree que el término 'maharlika' hace referencia a una clase guerrera del pueblo tagalo. El dictador Ferdinand Marcos se lo apropió y extendió el concepto al de 'noblemente creado' para promover una visión autoritaria del nacionalismo filipino.
La idea no es nueva. Se le había ocurrido primero al dictador Ferdinand Marcos, que utilizó la palabra Maharlika como sinónimo de 'noblemente creado' y bautizó con ella a calles, carreteras, edificios y todo lo que se pusiera a mano. En 2017, Gary Alejano, exmilitar que en 2003 intervino en un golpe de Estado fallido contra el Gobierno democrático y más tarde se reconvirtió en político, propuso crear una comisión para estudiar la peliaguda cuestión. «Significa deshacerse de los vestigios del colonialismo, establecer nuestra identidad nacional y definir cómo se abordará a nivel internacional nuestra nación, nuestra gente y nuestro idioma nacional», explicó.
Es lo que ahora defiende Rodrigo Duterte, para quien llamar Filipinas a su país discrimina a la comunidad musulmana. «En Mindanao o Luzón no queda islam, fuimos convertidos brutalmente, los españoles mataron a todo aquel que no quería ser cristiano», denunció.
La actual Constitución de 1987 permite cambiar el nombre si el Congreso se pone de acuerdo y la decisión es ratificada en un referéndum. Si los planes de Duterte siguen adelante, el archipiélago habrá sumado a su historia una nueva identidad. A falta de otras conocidas, la primera, la de Islas del Poniente, se la puso Fernando de Magallanes en 1521. Dos décadas más tarde, el malagueño Ruy López de Villalobos las bautizó en honor a Felipe II como Felipinas, que pronto se quedó en Filipinas por motivos de pronunciación. Ahora quieren ponerle otro nombre. Dicen que es para eliminar los vínculos con España. Pero siempre les quedará Rodrigo.
Fernando de Magallanes bautizó ese año el archipiélago con el nombre de Islas del Poniente. En 1543 Ruy López de Villalobos lo llamó Felipinas en honor a Felipe II.
Se cree que el término 'maharlika' hace referencia a una clase guerrera del pueblo tagalo. El dictador Ferdinand Marcos se lo apropió y extendió el concepto al de 'noblemente creado' para promover una visión autoritaria del nacionalismo filipino.
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