Los iraníes acuden este viernes a las urnas para elegir al presidente que tome el relevo en el cargo de Ebrahim Raisi, fallecido hace un mes en un accidente de helicóptero. Los votantes deben elegir entre un camino continuista con la corriente ultraconservadora de Raisi, ... representada por Saeed Jalili, exnegociador nuclear, pasar al conservadurismo de Mohamed Baqer Ghalibaf, ex alcalde de Teherán, o dar un giro hacia el reformismo del exministro de Salud Masoud Pezeskian, hombre de Mohamed Jatami. Estos son los tres candidatos principales en unos comicios en los que todo apunta a una segunda vuelta porque nadie obtendrá más del 50% de los votos.
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En Teherán no se percibe excesiva emoción con las elecciones y no parece que la llamada a votar realizada por el Líder Supremo vaya a tener gran efecto. En Irán las grandes decisiones las toma el ayatolá Alí Jamenei, pero el presidente «es muy importante porque es el responsable de las políticas sociales y elige directamente a miles de altos cargos del país», explica Raffaele Mauriello, historiador e iranólogo que lleva más de veinte años en el país. La república islámica funciona como lo hacían los países socialistas, destina gran parte de su presupuesto a los subsidios y en proporción tiene más empleados públicos que China. El funcionariado es uno de los sectores que vota en bloque en todas las elecciones porque su trabajo depende de la supervivencia del sistema.
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Mikel Ayestaran
La entrevista con Mauriello discurre en la cafetería Lamiz del céntrico barrio de Yousefabad. Se trata de un establecimiento de dos pisos, de decoración minimalista, cafetera impecable, bollería de todo tipo y clientes modernos. Aquí dentro uno tiene la sensación de estar en cualquier ciudad europea. Lo que antes sólo se encontraba en el norte de la capital ahora se extiende al centro y «es una de las consecuencias de los ocho años del mandato del moderado Rohani, se vivió cierta apertura a nivel doméstico, se relajó la vigilancia del velo… pero todo cambió con Raisi y su Policía de la Moral, luego llegó la crisis económica por las sanciones y se produjo el gran choque con motivo de la muerte de Mahsa Amini, todo un trauma para la 'generación Z', que creció con Rohani», recuerda Mauriello, cuyos alumnos pertenecen a esta 'generación Z'. El 60% de los 85 millones de iraníes es menor de treinta años.
En la cita con las urnas volverá a quedar patente «la existencia de dos iranes que viven de forma paralela. A un lado están los conservadores y ultraconservadores, que representan al 25% de la población, al otro los reformistas, otro 25%, y en el centro hay un 50% de la ciudadanía en zona gris y de ellos algunos votan, pero otros nunca lo hacen para mostrar su rechazo al sistema», explica Mauriello.
De Yousefabad a Fereshte, en la zona norte, hay apenas veinte minutos en coche en condiciones normales, pero el tráfico en Teherán puede hacer que el viaje se alargue más de una hora. Una vez en la calle Fereshte, el periodista extranjero pregunta a siete jóvenes si piensan votar y la respuesta es la misma: «¿Para qué?»
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En esta zona noble de la capital han transformado una mansión construida hace sesenta años para albergar la grabación de los mejores grupos musicales del momento en el café y librería Farhangan. Antes de la campaña electoral estuvieron dos días cerrados tras una inspección de la Policía de la Moral, es el castigo que se impone a esta especie de oasis de libertad en los que cuesta ver una mujer con velo.
El periodista Saeed Azimi tiene en el café Farhangan su oficina oficiosa. Desde hace cuatro años colabora con diferentes medios internacionales desde Teherán y piensa que «las voces críticas ven estas elecciones como un montaje del régimen, que ha dejado entrar a los reformistas para que suba la participación, pero lo cierto es que hay tres candidatos fuertes y el resultado es imprevisible. Las elecciones de 2021 se diseñaron para la victoria de Raisi, pero ahora cualquier cosa puede ocurrir».
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Azimi piensa que «no votarán muchos jóvenes, es su señal de protesta. Sólo esperan que las cosas no empeoren, que se retiren los filtros de Internet…». El reportero destaca la economía como la gran preocupación para todos. «La inflación real es de un 60%, el sueldo medio ya no equivale a más 200 euros, cuando en la etapa de Ahmadineyad equivalía a mil. La devaluación del rial no tiene freno».
Cuestionado por el pulso entre los dos iranes, Azimi piensa que «en este país unos viven del sistema y otros lo sufren, pero hay también quienes no paran de quejarse, se presentan como opositores, pero ganan dinero, y mucho, gracias al propio sistema. Aquí me vienen a la cabeza los encargados de la ingeniería financiera para superar el régimen de sanciones impuesto por Estados Unidos y seguido por los europeos».
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Los castigos de Donald Trump asfixian a la clase media y baja de Irán y entre los candidatos uno de los temas estrella de campaña ha sido exponer sus planes para hacer frente a las sanciones. Todos coinciden en la importancia de acabar con ellas, pero no están dispuestos a pagar cualquier precio. El reformista Pezeskian es quien más claro lo tiene y apuesta por devolver a Javad Zarif, exministro de Exteriores, la batuta de una negociación tan complicada como necesaria para mejorar la economía del país y rebajar la tensión regional.
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