Una imagen de presidente electo de Taiwán proyectada en la sede de su partido durante la jornada electoral. Yasuyoshi Chiba/AFP

China tendrá que esperar

El resultado de las elecciones de Taiwán vuelve a constatar el desapego de la mayor parte de sus ciudadanos respecto al coloso del norte

Daniel Reboredo

Historiador y analista de política internacional

Sábado, 13 de enero 2024, 19:46

El resultado de las elecciones taiwanesas de este sábado vuelve a constatar el desapego de la mayor parte de los ciudadanos de la República de China (RDC), nombre oficial del país isleño, respecto al coloso del norte, la República Popular China. El triunfo en las ... urnas del Partido Progresista Democrático del actual vicepresidente, Lai Ching-te, con un 40% de los votos, y la diferencia inesperada respecto al partido nacionalista pro-Pekín, Kuomintang (KMT) y su candidato Hou Yu-ih, así lo constata. Desde que en 1996 se celebraran las primeras elecciones democráticas, es la única vez que un partido logra un tercer mandato consecutivo. Los taiwaneses han decidido mantener el camino iniciado hace ocho años por la actual presidenta, Tsai Ing-wen, que ahora abandonará el poder dejando al frente del Gobierno al citado Lai Ching-te. Éste tomará posesión el 20 de mayo e intentará llevar a la práctica su política de disuasión buscando «dialogar» con Pekín en condiciones de «paridad y dignidad». La diferencia de siete puntos de su formación respecto al segundo en discordia ofrece un papel estelar al Partido Popular de Taiwán, creado en 2019 y muy apoyado por los jóvenes, que ha obtenido en los comicios un 26,4% de respaldo ciudadano.

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Taiwán es un centro económico inapelable cuyo éxito se asienta en tres décadas de dinámico desarrollo logrado gracias a una acertada reforma agraria que propició el nacimiento de una enérgica y vigorosa clase empresarial que abogó por sustituir las costosas importaciones por productos propios y luego exportarlos al resto del planeta. La Guerra Fría, con la ayuda financiera estadounidense y la subcontratación japonesa, consolidó el milagro.

Hoy, el país asiático se encuentra en el centro del enfrentamiento estratégico de lo que algunos denominan «nueva guerra fría» entre China y EE UU. Su situación geográfica lo coloca en primera línea de esta tensión. Los taiwaneses lo saben y, tal y como confirma el resultado de las elecciones, no quieren convertirse en una región de China bajo la fracasada fórmula de 'un país, dos sistemas', aplicada en Macao y Hong Kong. Sería un auto-sabotaje que llevaría a la desaparición de su democracia y respecto a la preservación de su soberanía y seguridad existe un sólido consenso entre sus ciudadanos. Claro que sería ingenuo no constatar que los riesgos de una crisis militar e incluso de una guerra han aumentado considerablemente. No son sólo palabras, ya que cada vez está más lejana una unificación pacífica con una República Popular China que solamente renunciará a sus deseos si quienes están enfrente se mantienen firmes.

Taiwán es mucho más importante de lo que ofrece su territorio y su población. Posee una economía avanzada y dinámica, constituye una fuente de esperanza democrática en un mundo cada vez más autoritario y belicista. Su futuro depende de ellos, a través de las urnas, y del apoyo de EE UU, Europa y demás aliados. Los taiwaneses han hecho los deberes y ahora toca a quienes pueden defenderles hacerlo en caso de necesidad. Su pérdida democrática sería la nuestra en este convulso mundo en el que vivimos si tenemos en cuenta que el eje geoestratégico y económico global actual está ya en el Indo-Pacífico. No verlo es, además de un error, un suicidio a corto plazo.

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