China teme una ola de muertos sin precedente tras la relajación del cero covid

Así, las redes sociales chinas han comenzado a llenarse de fotografías y vídeos de hospitales desbordados. Con pacientes en el suelo y camillas en los pasillos, las escenas comienzan a recordar a las que se vieron en Wuhan al inicio de la pandemia. «En parte, esto se debe a que la gente acude demasiado rápido a urgencias, cuando tiene síntomas leves, y también a la desconfianza en los centros de salud, en los que se considera que la asistencia es de baja calidad», reconoce un doctor de Shanghái que pide mantenerse en el anonimato. «Había que reducir las restricciones, pero se debe hacer de forma gradual y tras una campaña de concienciación ciudadana que no ha existido», opina.

El súbito vuelco impulsado por las manifestaciones masivas en diferentes ciudades del país permite que los infectados se confinen en sus casas, elimina la obligatoriedad de los tests cada dos días y del uso del código QR de salud, y permite la reapertura de la mayoría de los establecimientos comerciales. Pero se produce sin que las autoridades hayan invertido en robustecer la sanidad pública, cuya debilidad, precisamente, esgrimían para justificar su estrategia de erradicación del virus. En 2020, China contaba con solo 3,6 camas de UCI por cada mil habitantes.

«Se han invertido miles de millones en instalaciones de cuarentena centralizada y en la infraestructura para hacer tests. Hay casetas por todas partes y seguro que algunos amigos de los dirigentes se han forrado. Pero en ambulatorios y hospitales no se ha invertido nada», critica un emprendedor de Guangzhou, al sureste del país. De hecho, se han agotado medicamentos y test de autodiagnóstico. El Gobierno aprobó en 2021 un plan dotado con 8.000 millones de dólares para mejorar el sistema de salud, pero sus frutos se verán a largo plazo. El año pasado, el número de camas de hospital creció un 3,8% y el de profesionales sanitarios un 4,8%, pero este año ese incremento se ha reducido y el 9% del presupuesto de Sanidad se ha destinado a infraestructuras de confinamiento. Según el Wall Street Journal, solo un barrio de la ciudad de Shijiazhuang gastó en 2021 casi 5 millones de dólares en tests, muestra del gran lastre económico que han supuesto las campañas de PCR masivos, cuya utilidad muchos científicos cuestionan.

La desescalada, además, se da antes de que el Gobierno haya podido convencer a los más mayores de la necesidad de vacunarse. Casi el 30% de quienes superan los 80 años no han sido inoculados, y solo el 40% ha recibido la dosis de refuerzo, otras de las razones con las que se justificaba el cero covid. «Me preocupa que mis abuelos puedan enfermar, porque en China la sanidad no es gratuita y, aunque solo tengan que abonar un 20% de las facturas, eso puede suponer un gran peso económico para la familia», comenta la joven administrativa.

Por todo esto, la sociedad está dividida entre quienes creen que las restricciones deben levantarse a pesar del precio humano que se pueden cobrar, como se ha hecho en Occidente, y quienes exigen un regreso a la política que ha permitido a China contar con una de las cifras de muertos más bajas del mundo, aunque eso suponga continuar cerrada al mundo y poner en riesgo la economía, que crece al menor ritmo desde que el país se abrió al mundo. «No sé si el Gobierno está abriendo de golpe para que se produzca lo que decían que estaban evitando y justificar así otro cierre total», comenta el empresario de Guangzhou.