Zigor Aldama
Shanghái
Lunes, 15 de julio 2019, 14:32
Los últimos datos del comercio exterior de China no auguraban nada bueno para la economía de la segunda potencia mundial, y este lunes se han confirmado los malos presagios: la economía china creció un 6,2% en el segundo trimestre del año. Es un ... porcentaje dos décimas inferior al registrado entre enero y marzo, y supone la marca más baja desde que se comenzaron a ofrecer datos en 1992.
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En la primera mitad de 2019, el gigante asiático creció un 6,3%, menos incluso que durante la crisis económica que estalló en Estados Unidos a finales de 2007. En aquella ocasión, el Gobierno puso en marcha un ambicioso plan de estímulo económico y logró que la variable nunca bajase del 6,4%.
Desafortunadamente para Pekín, la perspectiva para la segunda mitad del año no es buena. «Persiste una presión a la baja», ha reconocido el portavoz del Buró Nacional de Estadísticas, Mao Shengyong. No obstante, el funcionario ha pasado rápidamente a alentar el optimismo. «Hay algunos factores positivos y la vitalidad del mercado está siendo estimulada», ha afirmado.
La prensa oficial china también subraya las luces de unas estadísticas caracterizadas por sus sombras: la producción industrial creció en junio un 6,3% -1,3 puntos más que en mayo, y por encima de las previsiones-, las ventas al por menor aumentaron un 8,4% entre enero y junio -una décima más que en el primer trimestre-, el comercio electrónico se incrementó un 17%, y, después de un año de caídas, por fin se adquirieron más vehículos -un 6,7%-.
Los economistas no creen que esas leves mejoras sean suficiente para suspirar aliviados. «El vigor de la economía china volvió a deteriorarse durante el segundo trimestre del año a pesar de los esfuerzos del Gobierno para estimularlo. La incertidumbre provocada por la guerra comercial con Estados Unidos es un factor determinante, y creemos que va a persistir a pesar de la tregua actual», analiza Tom Rafferty, economista jefe en China del Economist Intelligence Unit, en un comunicado remitido a este periódico. «Las empresas son escépticas y prevén que las tensiones comerciales vuelvan a escalar. El sector privado y las manufacturas se mantendrán débiles», añade.
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Rafferty también vaticina que, «con el crecimiento cayendo hacia el mínimo marcado por el Gobierno -que estableció un objetivo de entre el 6% y el 6,5% para el conjunto de 2019-, las políticas durante el resto del año serán de estímulo». Y señala que el elemento más positivo es el comportamiento del mercado interno. Pero incluso ahí los problemas son más que evidentes. Las ventas de productos no esenciales como el vino llevan lo que va de año encadenando caídas de dos dígitos, y los índices utilizados para sondear el sentimiento de los empresarios también avanzan una desaceleración en el segundo semestre.
El crecimiento de la inversión en bienes inmuebles, por su parte, se quedó en un discreto 5,8% durante el primer semestre. Y el sector inmobiliario comienza a dar señales de fatiga: el precio de la vivienda creció un 0,6% en junio -frente a mayo- pero las ventas cayeron en los dos últimos meses. «Por primera vez, los chinos tienen miedo de perder su puesto de trabajo», comenta el gerente de una fábrica industrial que se muestra escéptico con los datos oficiales. «Creo que la economía china va mucho peor», señala.
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Esta coyuntura dificulta poner en marcha las reformas estructurales que exigen tanto Estados Unidos como la Unión Europea. Las empresas estatales, vitales para el empleo, continúan acaparando la mayoría de los recursos financieros y, aun así, son incapaces de ejercer de motor de la economía: el sector privado es el que más tira de la producción industrial con un crecimiento del 8,7% en el primer semestre, frente al 5% del sector público. Al otro lado del Océano Pacífico, sin embargo, Donald Trump saca pecho con estadísticas económicas alentadoras.
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