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Jaime Santirso
Enviado especial. Taipéi
Domingo, 14 de enero 2024, 22:23
El sol brilla en Taipéi desde primera hora de la mañana, otorgando un comienzo resplandeciente a una democracia renovada, por más que la amenaza permanezca sombría e inexorable. Las premisas son de sobra conocidas: China considera a la isla, independiente de facto, una provincia rebelde ... a la que nunca ha renunciado a someter por la fuerza. Pero en las elecciones de este sábado la ciudadanía ejercitó su libertad en peligro para ensalzar al soberanista William Lai Ching-te, líder del Partido Democrático Progresista (PDP), como próximo presidente. Su victoria alcanza cada esquina del planeta, como lo haría un hipotético conflicto, y configura un nuevo punto de partida.
El régimen chino apenas tardó unos minutos en desdeñar el veredicto de las urnas. «Los resultados revelan que el PDP no puede representar a la opinión pública mayoritaria», afirmó Chen Binhua, portavoz de la Oficina de Asuntos de Taiwán del Consejo de Estado, en declaraciones recogidas por los medios oficiales chinos. Sus palabras resultan en primera instancia chocantes, puesto que la formación acababa de recibir el apoyo del 40% del electorado, igual a cinco millones y medio de personas.
Esta reacción representa un intento torticero de deslegitimar el mandato de Lai, en particular su posición hacia China, la cuestión fundamental de estos comicios y del territorio en general. Para ello, presenta como un bloque unitario los votos que se han repartido el histórico Kuomintang (KMT) y el lozano Partido Popular de Taiwán (PPT), el 33% y el 26% respectivamente.
Dicho argumento no solo ignora el proceso democrático, también la postura del PPT, cuyo candidato Ko Wen-je llegó a asegurar en campaña que continuaría la política exterior de la hasta ahora presidenta Tsai Ing-wen. «China trata de describir al nuevo Gobierno como una minoría que no tiene apoyo mayoritario, ahí hay una fuerte indicación de que la distancia entre ambas partes aumentará», explicado Lai I-chung, presidente de The Prospect Foundation, quien esta mañana ha moderado un coloquio organizado en la capital taiwanesa junto a la Universidad Nacional Chengchi y el Ministerio de Exteriores.
«China no tratará con el presidente Lai. Creen que la oposición del KMT todavía puede desempeñar un papel importante», tercia Arhur Ding, profesor emérito del centro educativo. «Creo que hay sectores (del régimen) que están preocupados, tienen miedo de que el PDP se convierta en el partido de Estado, como lo fue el Partido Liberal Democrático en Japón durante cuarenta años, y que domine la Administración».
La posibilidad no parece remota. Con el triunfo de este sábado, el PDP se convertirá en la única fuerza política en encadenar tres legislaturas consecutivas desde el establecimiento de la democracia en 1996, cuando el territorio celebró sus primeras elecciones libres. Semejante logro responde en gran medida a la cristalización en Taiwán de una identidad sociopolítica propia, formulada a partir de su libertad y en oposición al intimidante autoritarismo del continente.
Lai I-chung
Presidente de The Prospect Foundation
La reacción inicial del régimen, no obstante, exponía una realidad propia. «Al señalar que Taiwán es el Taiwán de China, Chen dijo que las elecciones no cambiarán el panorama básico ni la tendencia de desarrollo de las relaciones a través del Estrecho, no alterarán la aspiración compartida de los compatriotas a ambos lados de forjar vínculos más estrechos y no impedirán la inevitable tendencia de la reunificación de China», proseguían los medios oficiales.
El ministro de Exteriores, Wang Yi, ha plasmado esta narrativa en términos aún más rotundos. «¡La independencia de Taiwán nunca ha sido posible, no fue posible en el pasado y nunca será posible en el futuro! Cualquiera en la isla de Taiwán que quiera lograr la independencia estará tratando de dividir el territorio de China y será severamente castigado por la historia y la ley», ha afirmado este domingo durante una visita oficial a Egipto.
Su advertencia apunta al presidente electo Lai. El Partido Comunista le considera un independentista, «un grave peligro». «La independencia de Taiwán [...] es un callejón sin salida. China finalmente logrará la reunificación y Taiwán volverá a su patria». «La probabilidad de una invasión en los próximos años es más bien baja», comenta Ding. «La operación requeriría de mucho tiempo, y de momento no vemos señales de la preparación logística. Si quisieran movilizarse mucha información se diseminaría. El acercamiento coercitivo sí seguirá en marcha».
China también ha presentado una queja formal ante Estados Unidos después de que el secretario de Estado, Antony Blinken, felicitara a Lai por su victoria. «EE UU ha violado seriamente» sus compromisos, ha denunciado el Ministerio de Exteriores. «La cuestión de Taiwán es el núcleo de los intereses fundamentales de China y la primera línea roja insuperable en las relaciones sino-estadounidenses».
Perry escucha estas noticias mientras conduce su taxi y sacude la cabeza. «Creo que China va a presionarnos más porque el DPP no les gusta. El KMT era una opción más segura, por eso les voté», comenta con resignación. «¿Que si tengo miedo? ¡Claro que tengo miedo!», exclama. «Pero la reacción de EE UU me da igual. Tengo dos hijos, uno de 20 y otro de 15, en cuanto la guerra empiece saldremos corriendo, no me quedaré a esperar a ver qué hacen. No es que no ame a mi país, pero amo más a mi familia», concluye. En las calles de Taipéi, al otro lado de la ventanilla, la noche acecha de nuevo.
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