Una playa en Hong Kong, donde los bañistas vuelven a la arena. aunque algunos ciudadanos no se quitan la mascarilla. AFP

China está frente al difícil equilibrio entre retomar la normalidad y prevenir otra oleada

Recupera con optimismo la actividad económica y social más abruptamente de lo esperado | Los expertos minimizan los riesgos

Zigor Aldama

Shanghái

Lunes, 13 de abril 2020, 18:03

Hace dos meses, en plena hora punta, uno podía tumbarse en los bancos corridos del metro de Shanghái. Aunque la capital económica de China no llegó a decretar un confinamiento total de la población, el cierre de todas las empresas no esenciales y el miedo ... vaciaron las calles y el transporte público. Hoy, ambos han vuelto a llenarse. El comercio trata de recuperar el ritmo, y los vagones vuelven a ir atestados tanto a las 8 de la mañana como a las 6 de la tarde. Eso sí, la mascarilla sigue siendo obligatoria y los usuarios tratan de evitar tocar las barras de sujeción y los agarraderos. En bares y restaurantes sorprende el bullicio y que hayan dado ya la espalda al distanciamento que aún requieren las oficinas gubernamentales.

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Con la excepción de Hubei, epicentro de la pandemia, Shanghái se encuentra en el último grupo de territorios que reanudarán las clases. Lo hará el próximo día 27 en el caso de los últimos cursos de Secundaria, y después de las vacaciones del 1 de mayo en el resto. La temida Selectividad –llamada aquí 'gaokao'– se celebrará la segunda semana de julio. La incógnita es cuándo reabrirán lugares de ocio como los cines, que tuvieron que mantenerse cerrados después de que inicialmente se les diera luz verde porque se detectó un contagio en la vecina provincia de Zhejiang, y volverán a celebrarse eventos de masas como partidos de fútbol o conciertos. Para esos últimos aún no hay fecha.

La normalidad está regresando a China dos meses y medio después de que Pekín decretase la cuarentena de la provincia de Hubei, el pasado 23 de enero. Allí todavía falta mucho para llegar a ese punto, y en todo el país preocupa que el regreso a la vida normal provoque una segunda ola de infecciones. Por eso, nada más detectar unos pocos casos, el condado de Jia, en Henan, y Suifenhe, en la frontera nororiental con Rusia, han vuelto a exigir el confinamiento. Los asintomáticos y las infecciones importadas son ahora el mayor peligro, pero las autoridades son optimistas.

Control vecinal

El epidemiólogo Zhong Nanshan, el rostro más visible del combate de la epidemia en China, se ha mostrado convencido de que el gigante asiático puede evitar esa segunda ola y ha apostado por el control vecinal como una de las armas más efectivas para lograrlo. Por eso, para moverse entre ciudades y acceder a muchos servicios aún se exige mostrar el código QR generado por una aplicación gubernamental en el móvil de todos los residentes, se mantienen los controles de temperatura, y se sigue prohibiendo el acceso de mensajeros a los complejos residenciales.

«La epidemia está básicamente bajo control, pero no debemos bajar la guardia porque el número de casos importados continúa siendo elevado –este lunes se registró un récord de 98– y esos pacientes suelen ser muy infecciosos. Por eso, debemos alentar la participación de la sociedad para prevenir una segunda ola», afirmó Zhong en declaraciones al canal de televisión oficial CCTV. Los científicos chinos también están más confiados porque consideran que, a diferencia de lo que sucedió cuando combatían un virus desconocido, ahora sí están diseñados los planes de contención apropiados para batir al SARS-CoV-2.

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Más difícil será reactivar la economía, porque el temor a un batacazo global ha reducido el consumo. «Hay mucha gente que se ha quedado en paro o teme perder el empleo, así que es momento de ahorrar por si las cosas van mal», cuenta Li Miao, una joven oficinista de Shanghái. No obstante, poco a poco las cuentas van mejorando en negocios de todo tipo. «El fin de semana pasado ya estuvimos a tope», cuenta el chef malagueño Sergio Moreno, responsable de la cocina del Commune Social. «Se agradece volver a ver a la gente en la calle y disfrutando de la vida», sentencia.

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