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Zigor Aldama
Shanghái
Sábado, 25 de abril 2020, 08:37
Dos semanas han sido el período de cuarentena estándar desde que estalló la epidemia del coronavirus en China. Ese es el tiempo que los casos sospechosos y los ciudadanos procedentes del extranjero han tenido que pasar aislados antes de poder retomar sus vidas, porque es ... el que se toma como referencia del ciclo de incubación del SARS-CoV-2. No obstante, diferentes zonas del gigante asiático están modificando los protocolos para extender ese confinamiento: la capital, Pekín, ha añadido siete días de aislamiento domiciliario a los llegados de fuera del país, dos regiones del noreste y el sur de China han sumado dos semanas -lo cual hacen un total de un mes-, y la localidad de Mudanjiang, en la provincia de Heilongjiang, marca el récord con 35 días de confinamiento.
Esta medida se ha tomado después de que se hayan detectado nuevos brotes de contagios locales provocados por personas que habían dado negativo en repetidos tests y por otros que ya habían pasado las dos semanas originales en cuarentena. Un buen ejemplo de ello es un estudiante chino que regresó a Pekín procedente de Estados Unidos: en tres pruebas dio negativo, pero completó dos semanas de cuarentena en un hotel y, a su salida, el test del SARS-CoV-2 resultó positivo. A las Autoridades les preocupa que estos casos importados puedan estar infectados con una cepa diferente que pasa desapercibida en los tests desarrollados para detectar la más prevalente en China.
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No obstante, la segunda potencia mundial también tiene buenas noticias relacionadas con la crisis sanitaria: Wuhan, epicentro de la pandemia, ya no tiene a ningún paciente de Covid-19 en estado grave. El último se curó el pasado viernes, y en los últimos veinte días no se han detectado nuevos contagios ni personas sospechosas de estar infectadas en la provincia de Hubei, por lo que ya solo quedan 47 casos activos de coronavirus. En el resto del país, sin embargo, no pueden decir lo mismo. Ayer se registraron 12 nuevas infecciones, de las cuales solo una fue local. Actualmente, 8.493 personas están bajo observación médica por haber estado en contacto con los infectados, una cifra a la que hay que sumar la de los 983 casos asintomáticos.
El coronavirus va a provocar una profunda crisis económica y China es muy consciente de ello. No en vano, durante el primer trimestre del año, su PIB ha sufrido la primera contracción desde 1976 y el paro ha aumentado considerablemente. Las cifras oficiales indican que 460.000 empresas han cerrado de forma definitiva y que más de 5 millones de personas han perdido su empleo. Esa última variable, además, podría ser muy superior si el daño económico se alarga en el tiempo. Y, por consiguiente, podría dar al traste con el encomiable trabajo que Pekín ha hecho durante las últimas décadas para erradicar la pobreza más extrema.
Para evitarlo, los dirigentes comunistas se han comprometido a poner en marcha planes de estímulo laboral, ayudas para las empresas y subvenciones para los colectivos más desfavorecidos. «Para hacer frente a retos sin precedentes y garantizar el bienestar básico de la población, debemos poner en marcha medidas más precisas», explicó el Consejo de Estado en un comunicado. Según anunció el Gobierno, el 74,1% de los proyectos desarrollados para aliviar de la pobreza se habían puesto en marcha el pasado día 10, y la población menos adinerada tiene ya prioridad para acceder a puestos de trabajo en diferentes sectores controlados por empresas estatales.
Entre los planes está promover la venta de productos agrícolas de las comunidades más pobres, asesorar a los migrantes rurales que trabajan en las ciudades y ofrecer apoyo fiscal. De forma adicional, el Banco Popular de China ha destinado 4 billones de yuanes (526.000 millones de euros) para facilitar que las empresas accedan a financiación barata, pero poco se puede hacer para estimular el consumo, que es el principal escollo en la reactivación económica. Supone el 70% del PIB, pero la incertidumbre provocada por la crisis sanitaria retrae a los consumidores, que optan por el ahorro. A pesar esta situación, Pekín todavía no ha anunciado un plan de estímulo como el aprobado tras la crisis global de 2008.
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