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Xi Jingping, durante la ceremonia del día de los mártires en Tiananmen, Beijing. MARK R. CRISTINO / EFE

China abre la puerta a un presidente vitalicio (y por qué esto nos afecta a todos)

El vigésimo Congreso del Partido Comunista delineará el futuro del gigante asiático y confirmará el poder absoluto del Xi Jinping

Zigor Aldama

Domingo, 16 de octubre 2022

El Partido Comunista de China arranca hoy en Pekín su vigésimo congreso político, que hará balance de los últimos cinco años y decidirá el rumbo del país el próximo lustro. También desvelará al selecto grupo de personas que formarán el Comité Permanente del Politburó –para el que las quinielas están estos días al rojo vivo– y que dirigirán la segunda potencia mundial con Xi Jinping al timón. Será el tercer mandato del presidente y acabará con la norma que restringía su poder a una década, una limitación introducida para evitar que un solo hombre pudiese concentrar tanto poder como el que permitió que Mao Zedong llevase al país a la ruina con el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural.

Xi eliminó ese límite en la reforma de la Constitución de 2018 y su estatus se ha elevado al de «núcleo» del Partido Comunista, la mayor formación política del mundo con 96 millones de afiliados. La doctrina de Xi se estudia ya en las escuelas y se ha incluido en la Carta Magna del país más poblado del mundo.

Por si fuese poco, cuando los más de 2.000 delegados de la Asamblea Nacional Popular (ANP) voten a favor de que continúe al frente del país, superará también en un año los 68 a los que tradicionalmente se jubilaban los líderes chinos. Xi se afianzará así como el hombre más poderoso de la China comunista tras el fundador de la República Popular, Mao. Libro rojo no ha escrito, pero sí cuatro generosos tomos titulados 'La gobernanza de China', y el culto a su personalidad se acerca también al de Mao.

El congreso analizará en su primera parte el trabajo realizado durante el último quinquenio. Y Xi, que es jefe de Estado, secretario general del Partido y presidente de la Comisión Militar Central, puede sacar pecho. Ha logrado esquivar con soltura la guerra arancelaria y tecnológica que le declaró Donald Trump, ha equiparado el poder militar de China con el económico, ha declarado el fin de la pobreza extrema y ha superado la pandemia del covid con uno de los porcentajes de víctimas más bajos del planeta.

No obstante, de cara a los próximos cinco años, el presidente que abre la puerta a serlo de por vida se enfrenta a retos colosales. Aunque las exportaciones se mantienen robustas, el consumo interno flaquea y el crecimiento económico se ha reducido a tasas más propias de un país desarrollado, a pesar de que aún no ha alcanzado ese estatus. Es un frenazo que amenaza con erosionar la legitimidad del PCCh en el poder. Por otro lado, la política de 'covid cero' mantiene al país prácticamente cerrado al resto del mundo, lo que está provocando una huida de talento extranjero y la reducción en la interacción con la comunidad internacional.

Un mundo bipolar

Xi tiene que navegar, además, un tablero geopolítico cada vez más polarizado, un escenario que se parece cada vez más al de la Guerra Fría, aunque ahora es China la que ocupa el papel de la Unión Soviética. Pero el Gran Dragón del siglo XXI tiene poco que ver con aquel bloque comunista: además de estar mucho más cohesionado, es punta de lanza de la globalización y tiene como objetivo la consecución de una nueva Ruta de la Seda que sirva para vertebrar el mundo de forma alternativa al de las antiguas potencias coloniales.

Vista de la ceremonia de inauguración del XIX Congreso Nacional del Partido Comunista de China, en 2017. WU HONG / EFE

No obstante, la pandemia primero, y la invasión de Ucrania después, han puesto ese gran plan en barbecho. Y también han dejado a China en una posición muy incómoda frente a la comunidad internacional: porque la forma de combatir al virus con restricciones constantes ha tenido importantes consecuencias económicas a nivel global, debido a las roturas que ha provocado en la cadena de suministro, y porque su indeterminación en la invasión rusa da alas a Vladímir Putin, aunque Pekín asegura que se debe preservar la integridad territorial de Ucrania.

Lucha de facciones

El hecho de que apenas haya disidencia en las votaciones de la cúpula política de China no quiere decir que el PCCh sea una institución monolítica. En su seno hay diferentes facciones, diferentes escuelas: los conservadores –con la Liga de la Juventud en cabeza– y los liberales –a menudo liderados por los dirigentes de Shanghái, seguidores del expresidente Jiang Zemin–, los partidarios de una mayor apertura económica y quienes apuestan por la autocracia, los que creen en conceder más derechos sociopolíticos y quienes prefieren cerrar el puño.

Cuando Xi fue señalado como el siguiente presidente, en 2012, la mayoría esperaba por su relación con 'la banda de Shanghái' avances en las políticas de apertura de su predecesor, Hu Jintao, perteneciente a la Liga Juvenil. Pero no ha sido así: Xi ha creado su propia facción, y ha desplazado al resto. Incluso el primer ministro, Li Keqiang, de la Liga, ha visto reducido su papel a la mínima expresión, un cambio radical si se compara con la prominencia que tuvo su antecesor, Wen Jiabao. Por eso, una de las quinielas más interesantes especula con la posibilidad de que la próxima mano derecha de Xi ya no sea un contrapeso a su poder sino un protegido del presidente.

Xi ha acaparado su poder con mano dura. Nada más llegar, lanzó una campaña anticorrupción que, tras el legítimo y necesario objetivo de 'limpiar' el Partido, sirvió para pasar la guadaña por el cuello de adversarios políticos de la talla de Bo Xilai o del responsable de la seguridad interna del país, Zhou Yongkang. Así envío un claro mensaje: la disidencia dentro de las filas comunistas no será tolerada.

La nueva tecnodictadura

Y tampoco fuera. El activismo, ya sea social o político, ha sido prácticamente desterrado con Xi al timón. No hay lugar para la disidencia política en ningún ámbito, pero incluso movimientos sociales como el feminismo han sido duramente castigados por el régimen.

A este respecto, la tecnología ha sido un aliado crucial de la dictadura: la digitalización de todos los aspectos de la vida, y su concentración en un puñado de aplicaciones móviles, ha simplificado la censura y la vigilancia de la ciudadanía, que ha aumentado considerablemente con la excusa de la pandemia y la adopción de códigos QR de salud que pueden cercenar la libertad de movimiento.

De momento, hay constancia de que las autoridades locales de la provincia de Henan lo utilizaron en junio para arremeter contra un grupo de afectados que se manifestaron por un escándalo bancario. Aunque los dirigentes dieron marcha atrás por el enfado que provocó entre los internautas, deja en evidencia el rumbo que toman las libertades y los derechos individuales en el país más poblado del mundo.

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