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Iñigo Gurruchaga
Martes, 24 de agosto 2021
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, confirmó este martes a los líderes del Grupo de los Siete el mantenimiento del 31 de agosto como el último día para la presencia de militares de su país en Afganistán. La decisión ya había sido adelantada por ... el Pentágono con argumentos sobre la seguridad del despliegue, en una jornada con diplomacia y declaraciones de nuevo confusas.
El anuncio frustra los planes de los socios y supone un portazo para muchos en el país asiático que no podrán ser sacados de allí a tiempo. En el caso de Francia, como reconoció el Ministerio de Exteriores, la retirada de Estados Unidos el 31 de agosto obligará a suspender el puente aéreo París-Kabul desde mañana por la noche por razones logísticas.
La confirmación de que quedan siete días para evacuar a personas con nacionalidad de los países que participaron en la invasión de Afganistán y de colaboradores afganos ha sido acompañada con la exigencia a los talibanes, expresada por el presidente rotatorio del G7, Boris Johnson, de que permitan partir a quienes quieran abandonar el país tras el cumplimiento del plazo. Esa exigencia contradice frontalmente al portavoz talibán Zabihullah Mujahid, que pidió a Estados Unidos que «no anime a los afganos a marcharse de su país».
Caos en el aeropuerto de Kabul
Mikel Ayestaran
Johnson afirmó a la BBC en nombre del G7 que esa exigencia de pasaje seguro es la prioridad, el primer punto de una hoja de ruta para un entendimiento con los talibanes a partir de ahora. Según el primer ministro británico, el grupo de países ricos y democráticos (formado por Alemania, Canadá, EE UU, Francia, Italia, Reino Unido y Japón, y con representación de la UE) tiene «enorme capacidad económica, política y diplomática para influir» en la dirección del movimiento integrista.
El principio de la hoja de ruta sería la obtención de ese permiso general de tránsito para quien quiera irse de Afganistán. El contexto, según Ned Price, portavoz del Departamento de Estado en Washington, y el propio Johnson, es el «éxito considerable» –palabras del inglés– de la operación de evacuación desde hace diez días, y en particular en las últimas jornadas.
El despliegue americano ha logrado la evacuación de 37.000 personas y los británicos, a 9.000. El nuevo esquema de transporte diseñado por la fuerza aérea de Estados Unidos, que incluye las bases europeas, integra a 15.000 en cada momento, e indica que las cifras aumentarán hasta la espiración del plazo. En las últimas horas se ha llegado a hablar de incluir aviones comerciales en la operación, por su mayor capacidad. Pero nadie sabrá cuántas personas quedan con deseo de marcharse y la demanda de seguridad para futuros evacuados no va acompañada de un plazo.
La creencia en la capacidad de influencia que tendrán en la región los países que se baten en retirada está basada en la perentoria necesidad de dinero por parte de los talibanes. Tienen que pagar la educación y la sanidad, los salarios ya retrasados de los funcionarios. El señuelo de recuperar las reservas del Banco Central depositadas en Washington o la inclusión del país en programas del Fondo Monetario Internacional fueron mencionados por Johnson.
Buena parte de su rentas dependen de la ayuda exterior tras décadas de guerra, y el G7 quiere seguir canalizándola a través de la ONU, cuyo secretario general, António Guterres, estuvo presente en la reunión. Naciones Unidas debe ser además el asesor e inspector del proceso político en Afganistán, según afirmó Johnson.
Según el primer ministro británico, presidente rotatorio del G7, «la historia de Afganistán es cíclica», con invasiones y guerras, y ahora tiene que ocurrir algo diferente, la emergencia de «una senda para avanzar». El Gobierno talibán tiene que reunir «a todas las facciones» y la ONU debe ayudarle en el liderazgo de ese proceso, para que no tenga que subcontratar la gestión del país a poderes extranjeros.
La hoja de ruta obliga al consenso de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, con EE UU, Francia y Reino Unido como miembros también del G7, y China y Rusia como países asimismo afectados en su área vecina por el descalabro de la intervención occidental en Afganistán. La división y la necesidad de diplomacia discreta se ilustra con la anodina declaración publicada y en la falta de detalles tras la cumbre.
La convocada reunión del G20, que incluye a China y Rusia, dará a Mario Draghi, primer ministro de Italia y copresidente del ente multilateral, un papel diplomático en una saga que contiene algunas urgencias –evacuaciones, formación de un Gobierno, financiación...– pero que puede extenderse durante semanas y que tiene múltiples actores.
Según el economista Jeffrey Sachs, de la Universidad de Columbia, una causa esencial del fracaso de los países invasores para crear un régimen que se valiese por sí mismo fue «la disparidad entre el gasto militar y el de desarrollo». La aplicación de políticas de desarrollo será ahora tarea de la ONU, que tendrá también que inspeccionar que niños y niñas están en la escuela y las clínicas funcionan, que hay agua y electricidad. Sachs critica que los países guías de una estrategia militar y política cuyo final ilustra lo descabellado de su concepción consideren ahora esa amenaza de sanciones, como la retención de sus fondos y el bloqueo de acceso a las institucionales internacionales. Los ejemplos de Irán, Corea del Norte o Venezuela no son aval de esa estrategia, según el economista.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha recomendado este martes al G7 que haga todo lo posible para mantener abierto el aeropuerto de Kabul para continuar con las evacuaciones caso de que fuera posible proseguirlas más allá de la retirada de las fuerzas norteamericanas el 31 de agosto.
Stoltenberg ha considerado durante el encuentro con los líderes mundiales la importancia de «preservar los avances logrados por el pueblo afgano en los últimos 20 años con el apoyo considerable de toda la comunidad internacional», según un comunicado de la organización. Asismismo, el secretario general ha recordado que «varios cientos de empleados y contratistas de la OTAN han estado proporcionando servicios críticos, como control del tráfico aéreo, suministro de combustible y comunicaciones en el aeropuerto».
«La OTAN», ha añadido, «también ha asumido un papel de coordinación para garantizar que las personas puedan ser evacuadas de la manera más eficaz posible» antes de recordar que «la principal prioridad de la OTAN era asegurarse de que Afganistán no vuelva a servir como plataforma para que los terroristas internacionales ataquen a nuestros países».
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