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La India se prepara para lucirse ante el mundo este fin de semana. Su capital, Nueva Delhi, acoge el sábado y domingo la cumbre anual del G-20, que sienta en la misma mesa a las naciones más avanzadas, como Estados Unidos, Reino Unido, Japón, ... Alemania o Francia, y a las potencias emergentes en vías de desarrollo, como China, la India, Brasil, México, Turquía e incluso Rusia.
Para la India, que aún no tiene en su palmarés organizativo ni unos Juegos Olímpicos ni un Mundial de fútbol, se trata del evento internacional más importante de su historia. Para demostrar su auge como quinta economía mundial y país más poblado tras haber superado a China, no sólo se ha engalanado la sede de la cumbre, Nueva Delhi, sino también las sesenta ciudades donde se han celebrado reuniones ministeriales o de delegados desde que la India asumió su primera presidencia del G-20 en diciembre del año pasado.
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Pablo M. Díez
Al igual que ocurrió en noviembre en la isla indonesia de Bali, la cumbre de este año vuelve a estar marcada por Ucrania. Pero sus organizadores no quieren que la guerra eclipse los objetivos de desarrollo de este foro económico, tal y como explicó en agosto el ministro de Exteriores indio, Subrahmanyam Jaishankar, ante una veintena de medios internacionales invitados a Nueva Delhi, entre ellos ABC. «Esto es el G20, no el Consejo de Seguridad de la ONU. Su misión no es mantener la paz y seguridad internacionales, ya que se trata de una organización enfocada en el crecimiento y desarrollo global» justificó.
A pesar de sus palabras, no podrá evitar que la contienda se cuele en la cumbre. La discusión internacional sobre las sanciones a Moscú no solo enfrenta a las democracias occidentales con regímenes autoritarios como el ruso y el chino, sino que ha puesto de manifiesto sus diferencias con los países en vías de desarrollo.
Erigiéndose en portavoz de ese denominado Sur Global, la India pone al G-20 el ejemplo de Gandhi, padre del movimiento pacífico por su independencia. En Ahmedabad, la ciudad más populosa del estado occidental de Gujarat, los ministros de Salud y delegados del G-20 que participaron el mes pasado en su reunión sectorial pudieron conocer su legado y enseñanzas en el 'ashram' de Sabarmati. Esta comunidad, mezcla de cooperativa y monasterio hinduista para fomentar la autodisciplina mediante el trabajo, el yoga y la meditación, fue fundada por Gandhi tras volver de Sudáfrica en 1915. Para su retorno, Gandhi escogió su estado natal, Gujarat, y al principio se instaló en una casa cedida por un amigo abogado, Jivanlal Desai, donde montó su primer 'ashram': Satyagraha (Fuerza Verdadera). Dos años después, se mudó a un lugar mayor a orillas del río Sabarmati, donde se levanta esta finca con dos pabellones, pero humilde, convertida hoy en museo nacional.
«¡Bienvenidos al 'ashram' de Sabarmati! Este es el lugar donde Gandhi vivió trece años tras volver de Sudáfrica, donde pasó más de dos décadas como abogado e inició el movimiento de la liberación», saluda su director, Atul Pandya. «Un 'ashram', como concepto y como centro de enseñanza, no era algo nuevo para él porque ya había fundado dos asentamientos similares en Sudáfrica. Importantes movimientos de la independencia, que él mismo dirigió, impulsó o propició a lo largo del país ocurrieron aquí. Este fue el epicentro o núcleo para la independencia en la India», explica en la habitación de Gandhi, donde se conserva la famosa rueca en la que se pasaba horas hilando.
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«En aquella época, Ahmedabad era conocido como el 'Manchester indio' por su potente industria textil, por lo que Gandhi pensó que era un lugar muy importante social, político y económico y, además, contaba con el apoyo financiero de los empresarios locales», desgrana el director del 'ashram'. En su opinión, «manejar la rueca era una forma de conectar con la gente y fomentar así el movimiento por la independencia». Desde aquí, emprendió el 12 de marzo de 1930 la Marcha de la Sal para protestar contra las tasas que las autoridades británicas imponían a su producción en la India, que empezó con 78 seguidores y acabó como el mayor desafío de desobediencia civil para el Imperio.
«Como abogado y como periodista, Gandhi era un magnífico comunicador. Pero lo que más sorprende a los visitantes es ver que un gran hombre como Gandhi habitaba una casa tan simple y llevaba una vida tan sencilla», asegura Atul Pandya. En su opinión, en estos tiempos agitados «es más necesario que nunca aprender lo que pregonó Gandhi, quien luchó por la armonía común cuando ya se había logrado la independencia y la India y Pakistán se desangraban por la Partición», en la que murieron más de un millón de personas por el odio entre hindúes y musulmanes.
De esta tensión religiosa no se libra ni el estado de Gandhi, Gujarat, donde en 2002 fueron asesinadas entre 1.000 y 2.000 personas en los disturbios que siguieron al incendio de un tren en el que murieron 58 peregrinos hindúes. El actual primer ministro Narendra Modi, quien entonces dirigía el estado de Gujarat, fue acusado de instigar la violencia contra los musulmanes por su fuerte discurso nacionalista hindú. Su sucesor en el cargo, el ministro jefe Ray Kumar, señala que «lo que ocurrió hace 20 años fue una desgracia, pero ahora somos uno de los estados más pacíficos de la India porque hemos reducido la criminalidad». Citando «la seguridad como una de las mayores razones para atraer inversiones», sentencia que «la estabilidad y la paz son claves para alcanzar el desarrollo y en estos momentos reina la armonía social».
Para comprender este mensaje de armonía común, cada día visitan el 'ashram' de Gandhi más de 3.000 turistas, de los que un tercio son extranjeros. Es el caso del coronel Khan, ya retirado del Ejército indio, que trae de excursión a sus familiares de Dubái.
«Este lugar siempre inspira mucho… el legado de Gandhi… Es algo que todo el mundo conoce, ¿verdad? Cada vez que nos visitan parientes o amigos, venimos aquí», cuenta con una amplia sonrisa ante el porche de oraciones que da acceso a la vivienda, donde una guía del museo enseña a los turistas a hilar el algodón con la rueca. Aunque el coronel Khan sirvió como militar, asegura que «lo más importante que nos enseñó Gandhi fue la no violencia». A su juicio, «eso es por lo que el mundo lo recuerda, por el tipo de sacrificio que hizo por toda la humanidad». Y, por ese motivo, cree que «tenemos que seguirlo y aprender de ello». Para rendirle homenaje, los visitantes, como un niño que acude con su padre, esparcen pétalos de rosa sobre una estatua de bronce de Gandhi sentado en la postura del loto.
En la vecina ciudad de Gandhinagar, bautizada en su honor a unos 20 kilómetros de Ahmedabad, un vanguardista museo interactivo también rinde tributo a su figura junto al centro de convenciones donde en agosto se reunieron los ministros de Salud del G-20. Para ayudar al desarrollo y resolver problemas globales como la guerra de Ucrania, la India pone a Gandhi como ejemplo para el G-20.
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