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Nadie se chupa el dedo sobre los riesgos que afrontamos, pero hemos tomado la decisión de luchar por Venezuela, desde Venezuela». Tamara Adrián, 69 años, abogada, doctora en Derecho, profesora universitaria, fue una de las ocho voces que el pasado 12 de julio participó en ... un debate insólito en este país que no se producía desde el 2011. Un encuentro de ocho aspirantes contrarios al régimen de Nicolás Maduro, al que no tuvieron miedo de llamarlo dictador, tirano criminal y hasta separador de familias.
Tamara nació como Tomás Mariano Adrián Hernández, pero obtuvo la reasignación de género en 2002. En el 2004 presentó la petición ante la sala constitucional del Tribunal Supremo de Justicia el reconocimiento de su identidad. Todavía no ha obtenido una respuesta. «Cuando me preguntan por eso siempre respondo que para mí esa es la mejor muestra de la naturaleza intolerante del régimen», comenta en conversación telefónica desde México, donde desde el pasado jueves participa en un Congreso de personas LGTB en la política.
Ella fue la primera diputada transexual elegida en Venezuela y la segunda en toda América. Uno de sus desafíos es proponer en la Asamblea Nacional el proyecto de matrimonio igualitario. Es una activista por los derechos de las mujeres, pero también por las personas con discapacidad, adultos mayores, indígenas y personas que viven con enfermedades o condiciones de salud crónica.
Tamara comenzó a tener algo de proyección social y política cuando la directora de cine, Elia K. Schneider, filmó en el 2016 la película dedicada a la vida de la abogada. Para la propia protagonista el filme, que obtuvo un éxito de taquilla, con más de 600.000 entradas vendidas, tiene un 40% de realidad y un 60% de ficción. «La ventaja que tiene esta película es que puso en el medio del río una discusión sobre temas de los que no se quieren discutir usualmente», describe Adrián, que se casó y tuvo dos hijos.
Tamara considera que el uso de su condición de transexual pertenece a una categoría política. «Como cuando una mujer se lanza a una elección presidencial en su país. Esa coletilla tiene la función, no de generar una discusión en torno al proyecto mío que nada tiene que ver con el tema de LGTB, sino de forma general junto con los derechos de todas las otras personas. Los grupos fundamentalistas, los más arcaicos en su estructura mental generalmente atacan justamente por ahí y al visibilizarlos se les diluye la fuerza del ataque», señala la ex diputada.
Durante el debate de los ocho candidatos a las elecciones primarias del próximo 22 de octubre, Tamara sorprendió con su discurso en el que se mostró partidaria de la unidad y de formar una coalición que pueda lograr el cambio deseado en Venezuela: «Lo que pienso es que cuando hayamos transitado hacia la democracia nos daremos el lujo de tener ideologías y volver a tener partidos políticos, pero mientras tanto lo que necesitamos es una coalición de todas las buenas almas que quieran trabajar por Venezuela». Considera Tamara Adrián que eso supone un desafío de gran tamaño. Dice que en la unidad ya coexisten los banderas rojas, anarquistas, el movimiento del socialismo «y partidos como el de Primero Justicia o Vente Venezuela de María Corina Machado. Estamos en presencia de todo el espectro político prácticamente con la excepción de la extrema izquierda y la extrema derecha».
Nada partidaria de luchar contra el régimen de Maduro desde fuera de Venezuela, Tamara busca ser elegida en las primarias de la oposición pese a la gran ventaja que en estos momentos tiene María Corina Machado, la candidata inhabilitada por el líder chavista, tanto en las encuestas como en la calle. «Todas las inhabilitaciones, tanto la de María Corina como la de Freddy Superlano, son actos decididos a dedo e instruidos desde algún punto del poder para que sean implementados por un funcionario subordinado sin base constitucional. Todos sentimos ese riesgo y hacemos nuestro papel. Nadie quiere ser puesto preso, pero tampoco nadie quiere continuar con este estado de cosas sin luchar», manifiesta Adrián.
Crear un futuro es la consigna de la candidata que explica la grave crisis económica, social y política que vive Venezuela con el símil de que el país viajaba en el ascensor de un edificio de 150 pisos y cuando estaba en el 100 el ascensor se desplomó y cayó al piso 20. «Eso durante seis-siete-ocho años. Fue el momento de la hiperinflación, la gente gritando como se grita en un ascensor que se desploma, tratando de ver cómo salvan los negocios, la vida. Fue el tiempo de una escasez horrible. No había nada en el mercado, ni arroz, carne, pastas y mucho menos exquisiteces. No subimos de ese piso veinte. Tenemos una inflación del 470%. Estamos por encima de Haití y por debajo de Honduras», explica Tamara.
La candidata cree que su país tiene una especie de sino trágico que no le ha permitido entrar en los siglos XIX, XX y XXI. «No hemos podido entrar con los retos de este siglo: el desarrollo sostenible, la protección del ambiente en momentos de calentamiento global, la sustitución de energías fósiles por renovables, la inclusión afectiva de las minorías vulnerables. De nada de esos temas hemos podido hablar en Venezuela y no podemos».
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