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Milagros López de Guereño
Corresponsal en La Habana (Cuba)
Martes, 1 de enero 2019, 22:14
Una vez apagados los destellos de los cohetes y fuegos artificiales y la resaca de comida y bebida en una noche que el mundo festeja la llegada de un año nuevo, Cuba celebró el acto central nacional de los 60 años de revolución teniendo como ... escenario inusual el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba. Cerca de las tumbas de Fidel Castro y los próceres de la Independencia de Cuba Carlos Manuel de Céspedes y José Martí, fue el General Raúl Castro Ruz, primer secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, quien habló a las 17:15 horas (11:15 horas en España) haciendo balance de lo logrado y recordando los retos de mantener el legado dejado por aquellos guerrilleros barbudos que acabaron con la dictadura de Fulgencio Batista.
Este aniversario redondo es el primero en el que el testigo está en manos de Miguel Díaz-Canel, el presidente que a sus 58 años no conoció la época batistiana, ni luchó en la Sierra Maestra y no ha conocido otro sistema político que el castrismo.
Los cambios son notables particularmente en la forma de comunicación. Fidel Castro pronunciaba discursos de varias horas. Su hermano menor y desde abril pasado Díaz-Canel, dan los justos e inevitables. Ambos tienen cuentas de Twitter. El actual gobernante es muy activo. Este fin de año disparó la polémica por escribir que «no faltan los mal nacidos por error en #Cuba, que pueden ser peores que el enemigo que la ataca».
En las redes sociales critican, como Maikel, que «llevan 60 años diciendo lo mismo» y opositores piden «síguenos, porque hay 60 años de razones para no permitir #Ni1MasCuba».
Existe una dicotomía entre lo que declara el Estado y lo que siente la calle. Para los medios oficialistas al país le va bien. El crecimiento «no llegó a lo previsto» pero es de 1,2 %, la inversión extranjera -esencial para que los números vayan en ascenso- tampoco ha captado los 2.500 millones de dólares anuales. En 2018 llegaron cerca de 5 millones de visitantes, de ellos, 600.000 en cruceros desde Estados Unidos.
Que los cubanos puedan ya alojarse en hoteles, comprar viviendas -una en la ciudad y otra en el campo o playa- y coches, ser titulares de líneas de teléfono, disponer de internet en las casas -aún incipiente- o en los móviles, son cambios evidentes. Indican que el derecho está, pero la diferencia de clases es innegable. El 'cuentapropismo' continúa siendo el «complemento» de las empresas estatales. Es necesario, hacen trabajos que el Estado no puede, pero Díaz-Canel ha tenido que salir a defenderlos: «no son enemigos», dijo.
Todo eso está muy bien, pero los servicios de Etecsa (telefonía móvil e internet), los hoteles o comer en paladares son prohibitivos para trabajadores que no tengan divisas. «No todos los podemos pagar. Y aún somos muchos que no tenemos ni telefonía fija», dice Laura Sánchez, quien dejó de trabajar como directiva de tiendas estatales para irse al sector privado.
La bibliotecaria Eugenia Valdés, de 60 años, comenta a este diario que «la revolución me ha educado y he tenido servicios de salud que, aunque tienen dificultades, son gratuitos. Son las banderas de nuestro proceso, pero los temas tan importantes para la vida, como la alimentación, el transporte y la vivienda son críticos. Y conforme pasan los años, en vez de mejorar, empeoran y se encarecen considerablemente. En resumen, no hemos logrado un aparato político y económico fuerte que permita desarrollar el país y elevar el nivel de vida de la población».
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