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No hubo sorpresa en República Dominicana y, como anticipaban las encuestas, Luis Abinader (Partido Revolucionario Moderno) arrasó el domingo en las urnas. Su discurso de mano dura con la vecina Haití, donde quiere rematar la construcción de un muro fronterizo, y las promesas de perseguir ... la corrupción y levantar la economía convencieron al 57% de los votantes, que apostaron por su continuidad en la presidencia del país. «Lo mejor está por venir», aseguró, consciente de la enorme ventaja sobre el resto de candidatos, lo que garantiza su reelección sin necesidad de una segunda vuelta. El expresidente Leonel Fernández obtuvo el 29% de las papeletas, la mitad que el ganador, mientras que Abel Martínez, antiguo alcalde de Santiago, la segunda ciudad dominicana, se quedó con el 10,2%.
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Abinader, de 56 años, adelantó tras su victoria que su segundo mandato será también el último –como marca la Constitución, que limita el tiempo de un mismo político en el poder a dos legislaturas– y anunció su intención de «seguir profundizando en el cambio» durante los próximos cuatro años. «República Dominicana ha cambiado y ha cambiado para siempre», reiteró tras cosechar un mejor resultado que en los comicios de 2020, un hecho que tradujo como un reconocimiento «al esfuerzo». Tanto Fernández (Fuerza del Pueblo) como Martínez (Partido de la Liberación Dominicana) le felicitaron de inmediato por su reelección, y el presidente respondió con la propuesta de un pacto nacional con la oposición. «Mañana mismo», planteó.
La oposición ha quedado reducida a un espacio simbólico en el país. Los comicios del domingo, que se desarrollaron sin sobresaltos, salvo algunas irregularidades denunciadas por la formación de Martínez, no sólo han permitido al Partido Revolucionario Moderno retener la presidencia sino también hacerse con la mayoría de la Cámara de Diputados y del Senado gracias a la suma de sus escaños con los obtenidos por la veintena de grupos aliados. En febrero había aplastado al resto de siglas en las elecciones municipales. «El pueblo ha hablado con claridad. Asumo la confianza que he recibido y la obligación de no defraudar. ¡No les fallaré!», proclamó Abinader, cuyo entorno le atribuye dotes de liderazgo desde la infancia.
El 70% de la población aprueba hoy su gestión, en la que él mismo destaca sus logros en materia sanitaria y saca pecho de no querer dar «una solución dominicana» a la crisis de Haiti, tomada por las bandas criminales, con la que comparte casi 400 kilómetros de frontera. También presume del crecimiento económico del país (un 2,5% en 2023) pese a que cuatro de cada diez ciudadanos viven en condiciones vulnerables. «Tenemos que seguir la línea de progreso y desarrollo que hemos emprendido desde que llegamos al poder», abogó tras el recuento electoral. Su decisión de no presentarse como candidato a otras elecciones le sirve además para diferenciarse de algunos de sus antecesores, que retorcieron las leyes para aferrarse a la presidencia. Sobre Abinader, sin embargo, pesa cierto recelo por la fortuna que amasa (unos 75 millones de dólares) como heredero de un imperio familiar en los sectores del turismo y la construcción.
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