Miguel reside en Logroño después de haber vivido en Caracas y Copenhague. Lo más complicado para él ahora mismo es conocer los acontecimientos que se viven en su país desde una distancia de más de 7.000 kilómetros.
–Sí. Mis padres no viven en Caracas, viven en las afueras, a una distancia como de Calahorra a Logroño. De todas formas, el martes mi mamá sí estaba camino de su trabajo, a dos kilómetros de la base de La Carlota, cuando se produjo la primera alocución de Guaidó llamando a la gente a la base, con Leopoldo López. Pero ayer mismo pudo regresar a casa.
–Visto lo ocurrido desde el martes, ¿aún crees en una solución pacífica en Venezuela?
–No, no. La verdad es que yo nunca creí en una solución pacífica para salir de este régimen porque primero la Historia lo dicta así. Con dictadores así muy pocas veces ha habido una solución pacífica. Lo vimos con Pinochet en cierto momento, Fidel Castro... Desde el primer momento, en 2014, cuando muere Chávez, se hace la transición a Maduro con unas elecciones fraudulentas, yo estaba en la universidad y ya me di cuenta de que no iba a haber tal solución pacífica.
–Maduro, el miércoles por la mañana, casi dio por zanjada la revuelta. ¿Crees que han faltado apoyos a Guaidó para dejar más solo a Maduro?
–Yo creo que no. Lo que pasa es que los partidarios de Guaidó siguen con su discurso de mantener la vía pacífica. De hecho, en los enfrentamientos que hubo los guardias disparaban hacia el aire, no se llegaron a enfrentar unos contra otros. Lo máximo que se vio fueron los perdigones hacia los ciudadanos y gases lacrimógenos. Además, apresaron a personas muy importantes del alto mando militar y el segundo comandante del CEO (Comando Estratégico de Operaciones) se mostró a la vanguardia del levantamiento buscando una solución. El propio presidente del Servicio de Inteligencia Nacional Bolivariana también se ha significado a favor de la 'Operación Libertad'.
–Las grandes potencias también se han metido en medio del conflicto, incluido el avión que se dijo que Rusia le impidió tomar a Maduro.
–Esto es una guerra de intereses que no viene de ahora. Venezuela no solo tiene petróleo, tiene bauxita, uranio, níquel, tiene una de las mayores fuentes de agua dulce del mundo. Yo tuve la oportunidad de trabajar con 18 años en la principal compañía de televisión venezolana y el 49% de la propiedad ya era chino por entonces.
–¿Fue en 2014 cuando decides empezar a protestar activamente contra el régimen?
–En 2014, en las primeras manifestaciones tras la muerte de Chávez, yo sí decido salir a protestar, me meto en la resistencia, a enfrentarme contra guardias nacionales. En una oportunidad, uno de mis compañeros cae al suelo, dos guardias intentan llevárselo en la moto. Yo iba corriendo hacia el lugar y veo a los dos guardias, pero, para mi sorpresa, cuando me vuelvo veo a un grupo bastante grande, como de 22 manifestantes detrás. Entonces soy el primero que llego, pateo a uno de los guardias y otro me golpea con la culata de la escopeta en la máscara antigas. La máscara se cae y allí habían muchas personas de inteligencia y periodistas, que comienzan a hacer fotos tanto a mí como a mis compañeros. Tres semanas después, agentes de inteligencia llegan a mi casa y me sacan de ella de madrugada.
–¿Tienes acceso a un abogado o a un juicio?
–Nada, absolutamente nada. Un día antes del cumpleaños de mi papá, un 21 de marzo, mi familia estaba celebrando afuera, pasándolo bien hasta que llegan dos patrullas de hombres encapuchados. Comienzan a amedrentar a mi padre, diciéndole lo que había hecho su hijo y pidiéndole que me entregara. Los agentes entran en la casa donde estaban mis dos sobrinos, uno muy pequeño y otro de ocho años. En ese momento, me dicen «te vamos a llevar al embalse de La Mariposa y te vamos a asesinar». Me tomé las cosas con mucha calma y pensé que si me iban a matar, a uno, por lo menos, me lo tengo que llevar por delante. Así que le partí la nariz a uno, pero el otro me dio un choque eléctrico en el pecho y me desmayé. Luego me desperté en el servicio de inteligencia de Venezuela, que no supe hasta seis meses después donde estaba, en una habitación de dos metros por dos, en calzoncillos, camiseta y un hueco para hacer mis necesidades.
–¿Cuánto tiempo estuviste en la cárcel?
–Seis meses, con muchos interrogatorios. La primera semana y media, cuando aún conservaba las fuerzas, me defendí. Cada vez que entraban en mi celda a golpearme, yo les respondía para que, al menos, tuvieran que entrar tres o cuatro para deternerme. Luego ya no tenía las fuerzas, me daban agua en una poceta sucia. Mi primera comida sólida fue una semana y media después de aparecer allí, un trozo de pan duro con agua sucia, con heces. Pensaba que no me quería morir, que tenía que ver a mis sobrinos, a mi papá,a mi mamá y a mis hermanos. Así que el pan duro lo metí en el agua asquerosa, se convirtió en algo igual de asqueroso y me lo tomé porque quería vivir. Un mes después, pensé que me iba a morir, había bajado no sé cuantos kilos, entré en la cárcel con 98 kilos y salí con 53. Ellos creían que era el líder de la cuadrilla de protesta, me pedían direcciones, me preguntaban si tenía contactos con algún político...
–¿En el momento en el que sales de la cárcel piensas que tienes que abandonar el país?
–Todo lo contrario. Cuando salí no estaba en condiciones de luchar o de protestar. Tuvo que pasar mucho tiempo para que recobrase las fuerzas, pero me quedó claro que me tenía que quedar, más que nada por una venganza moral. Pensaba que esto que me hicieron no podía quedarse así. En aquel momento, ya habían encarcelado a Leopoldo López, pero yo seguí y me gradué en la universidad. En 2017, se volvió a repetir la historia, con un nuevo fraude electoral y ahí volví a salir a la calle para protestar. En todo este periodo, estuve buscado por un localizador permanente, iban a buscarme a mi trabajo o a la universidad. En 2017, decidí irme porque ya no solo controlaban mi vida, sino la de mi familia. Cuando había una protesta, iban al colegio de mis sobrinos y preguntaban a mi hermana «¿por qué tu hermano no está en casa?».
–¿Hacia dónde pueden evolucionar ahora los acontecimientos en Venezuela?
–Sigue habiendo una parte del ejército que es leal a Maduro, pero es una parte minoritaria. Creo que son muchos más en el ejército los que lo están pasando mal, incluso que están pasando hambre o que no tienen ni para coger el bus cuando salen de permiso. Y esto va a ser más importante que cualquier otra cosa.
–En las elecciones generales de la semana pasada, María Luisa Alonso, venezolana, consiguió un escaño por La Rioja en el Congreso de los Diputados. ¿Puede ayudar esto a que la situación en Venezuela sea más conocida en España?
–El mundo se tiene que enterar de nuestra situación. Así que una persona venezolana en el parlamento de España es un logro bastante importante. Esperemos que sirva de canal de comunicación para esto.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.