Johana Gil
Jueves, 16 de febrero 2023, 21:24
«Te arropo y te tapo los ojos para que no veas los verdugos que llegan a cortarte la cabeza». Con estos versos, la escritora Gioconda Belli, exiliada en España, arremetió este jueves contra el Gobierno de Nicaragua, después de que el régimen de Daniel ... Ortega la haya despojado de la nacionalidad, al igual que a otras 93 personas. Una semana después de haber expulsado a 222 presos políticos a Estados Unidos, el presidente del país centroamericano ha ordenado retirar la ciudadanía e inhabilitar para ejercer cargos públicos a un nuevo grupo de opositores condenados «por atentar contra la soberanía e independencia del país». Según Managua, los encausados fueron declarados «traidores de la patria». El Tribunal de Apelaciones de la capital aprobó también el decomiso a favor del Estado de los bienes de los procesados.
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De esta manera, Ortega estrecha aún más el cerco contra la oposición con medidas que ya afectan a más de trescientas personas y que han sido rechazadas por Estados Unidos y la Unión Europea. Pese a la petición de varios países de dar marcha atrás, Ortega se empeña en «perseguir a los prófugos de la Justicia». En la lista de sancionados hay políticos de varios partidos, exfuncionarios, exguerrilleros sandinistas, activistas y periodistas, además, de continuar con la persecución a la Iglesia Católica. Entre los declarados apátridas sobresalen el escritor Sergio Ramírez y el obispo auxiliar de Managua, Silvio Báez.
Nicaragua vive sumida en una crisis política y social desde la llegada de Ortega al poder en 2007. La controvertida situación del país se acentuó en 2021, cuando el antiguo líder sandinista fue reelegido por cuarta vez consecutiva como mandatario, con su esposa, Rosario Murillo, como vicepresidenta.
Además de ser conocido por encarcelar o exiliar a sus principales contendientes políticos, Ortega se ha caracterizado por generar polémicas que traspasan fronteras, dando consejos para todos los problemas que enfrentan el resto de las naciones, pero sin encontrarlos para su propio país.
Sus opiniones sobre las guerras de Rusia e Irán son algunos de sus mayores escándalos políticos. Con respecto al conflicto bélico en el país persa, el nicaragüense mencionó que todas las naciones deberían tener un arma atómica propia para ganar el respeto de los demás. Un planteamiento que refuerza su enemistad con el Gobierno estadounidense y va en contra de las intenciones de retomar el pacto nuclear que evita que Teherán fabrique armas atómicas. «Las sanciones y agresiones de Occidente han generado algunos problemas y molestias, pero la República Islámica de Irán, enfocándose y centrándose en su soberanía e independencia, y las capacidades internas de su pueblo, ha podido seguir en el camino de desarrollo», subrayó.
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Las crisis y las guerras exteriores generan un efecto adverso en Ortega, tal vez porque le recuerdan su pasado guerrillero, cuando luchó contra la dictadura de Somoza hace más de 40 años. Apoya a Rusia en la invasión de Ucrania, como señaló con motivo del aniversario de Stalingrado con la frase «ni un paso atrás». El recuerdo de la victoria soviética sobre Alemania en la Segunda Guerra Mundial inspiró una carta en la que clasificó a Vladímir Putin de «defensor de las justas causas». En este sentido, rememoró cuando Rusia dotó de armamento a las Fuerzas Armadas del país centroamericano en la década de los 90.
Mientras, en Nicaragua, los ataques a la Iglesia Católica siguen pese a las conversaciones con el Vaticano. El régimen acusa a los religiosos de incitar al odio y de organizar grupos violentos contra el Gobierno. Más de diez sacerdotes han sido exiliados y desterrados y siete han sido declarados culpables de «conspiración contra la integridad nacional y propagación de noticias falsas en perjuicio del Estado».
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Daniel Ortega intenta crear un perfil para que los seguidores sandinistas que todavía lo respaldan lo vean como una pieza clave en la política, no solo de su país, sino mundial. El intento de obtener protagonismo lanzando opiniones o acusaciones, algunas veces fuera de lugar, ha provocado que la oposición lo acuse de gobernar en base «a la paranoia». Así, lo expresó la activista política Alexa Zamora. «En su partido, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), hay un total estado de paranoia porque saben que la forma en la que retienen el poder es insostenible», puntualizó.
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