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Al mal tiempo, buena cara. Algo así debe pensar Nicolás Maduro, cada vez más solo en su defensa de la legitimidad de su cargo, que esta semana ha decretado el comienzo de la Navidad en Venezuela. «Que el espíritu de la paz, del anuncio de ... la llegada del Niño Dios caiga sobre todos nosotros y nos llene de felicidad», ha deseado el presidente de la Asamblea Nacional, Jorge Rodríguez, durante el encendido de la iluminación navideña en Caracas.
Rodríguez no quiso dejar pasar la ocasión de llamar a las familias para que se reúnan estos días, en un manejo de los tiempos aparentemente muy fallido. Hay 2.000 presos por la reciente ola de represión contra las protestas por el fraude electoral y desde el comienzo de octubre cientos de madres y padres de adolescentes detenidos se manifestan en busca de «justicia para nuestros hijos». Muchos de ellos denuncian que no han conseguido ver a sus hijos desde agosto, cuando fueron arrestados en las movilizaciones callejeras favorables a la oposición. Y que tampoco han tenido acceso a abogados privados, lo que les deja a merced del oficialismo.
Sus temores son los malos tratos que pueden estar sufriendo y que acaben condenados a largas penas por terrorismo, ya que el Ejecutivo considerá así las pasadas protestas de la oposición. «A mi hijo y otros chavales la Policia vino y se los llevó sin ni siquiera tener una lista de nombres de a quienes buscaban», denuncia una madre que, como otras, afirman que sus hijos ni siquiera habían acudido a las movilizaciones. «Niños y niñas torturados, negados a doblegarse», ha lamentado también Edmundo González Urrutia, candidato opositor refugiado en España, en un mensaje de «solidaridad» a las familias donde subraya que «querer trabajar para recuperar la democracia y enfrentar a la represión con coraje no es delito».
Pero es Navidad. Los abetos adornan Caracas. Alguno estratégicamente colocado al lado de un inmenso retrato de Hugo Chávez. La alcaldesa de la capital, Carmen Meléndez, y decenas de niños fueron los encargados el martes de apretar el botón mágico de la ilusión en un acto rodeado de música y fuegos artificiales. La cruz que preside la ciudad se llenó de luz. Felicidad, risas y miles de metros de guirnaldas, bombillas y otras decoraciones que inundan calles y escuelas, donde los niños han comenzado el curso sin entender muy bien toda esta parafernalia en octubre. Maduro ha decretado además que la Navidad se prolongue hasta el 15 de enero, como si los Reyes Magos no tuvieran horario laboral.
Es la cuarta vez que el régimen pone en marcha el decreto que adelanta la Navidad al otoño más temprano. La primera fue en 2020. Así el oficialismo distraía del desastre de la pandemia. Nicolás Maduro anunció el hito el 2 de octubre, en plena postmarejada del rechazo a su reelección. Pero el presidente, de momento, no se ha dejado ver en los fastos públicamente. Al menos, no mucho. Sí ha aparecido en los medios es por asuntos mucho más serios que unas forzadas fiestas navideñas que incluso han provocado el estupor y la ironía en España. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se ha descolgado en la Asamblea con un caluroso saludo dirigido a los diputados de la izquierda: «Bueno, feliz Navidad. Que ya es Navidad en Maduroland, en la tierra prometida»,
La última vez que se la visto al líder chavista en un acto público ha sido este jueves. Recibió en el palacio presidencial al embajador de Líbano para prometerle que Venezuela enviará ayuda humanitaria a su país, sometido a continuas incursiones del ejército de Israel. Delante de ese mismo palacio luce un monumental árbol iluminado. Maduro justificó el adelanto navideño por la «buena marcha» de la economia nacional y como agradecimiento a los ciudadanos que le han votado en las pasadas elecciones.
Porque de eso va mucho esta efeméride. El ministro de Cultura, Ernesto Villegas, no ha desperdiciado el momento y ha declarado que las fiestas deben servir para «construir un futuro de paz, integración y unidad nacional», El Gobierno se ha ofrecido además a la oposición a abrir una negociación para resolver la crisis política, que la oposición rechaza por «falsa»,Y, mientras, la Conferencia Episcopal ha manifestado su malestar y recordado al chavismo que la Nochebuena «no tiene que ser utilizada con finalidades propagandísticas ni políticos particulares». Como respuesta, el presidente ha lanzado una amonestación sobre «los de las sotanas»: «La Navidad la elige el pueblo».
Triste Navidad es lo que parece. La oposicion considera que detrás de los abetos iluminados se esconde simplemente una argucia para desactivar las críticas y «distraer a los venezolanos» del fraude electoral, al que el Centro Carter dio carta de naturaleza oficial este miércoles tras mostrar las actas que certifican la victoria del opositor Edmundo González Urrutia. Incluso, medios sindicales han denunciado que el empeño del Ejecutivo va tan lejos que existe una suerte de campaña de 'acoso pronavideño'. Los profesores tienen orden de celebrar las fiestas en los colegios y se ha aconsejado a los pequeños empresarios y comerciantes adornar sus establecimientos para evitar posibles sanciones o investigaciones tributarias.
También se han puesto en marcha animosos grupos civiles afines al oficialismo para dar vidilla en las calles con fuegos artificiales y las clásicas parrandas y aguinaldos venezolanos. El propio Maduro ha alentado a que «ocupen todos los rincones» los 540.000 cultores, o defensores del acervo cultural y las tradiciones nacionales, que se han inscrito en una peculiar misión de exaltación y fevor bolivariano cuyo nombre lo dice todo: 'Viva Venezuela, Mi Patria Querida'.
Toda la insólita parafernalia, dice la oposición liderada desde la clandestinidad por María Corina Machado,es válida con el fin de levantar una imagen de «falsa normalidad y paz» en el país. Pero la estrella de los Reyes Magos parece haber pasado de largo. El diario 'La Voz', fundado hace 58 años y uno de los pocos que todavía se editaban en papel en el populoso Estado de Mirada, ha sido cerrado esta semana, después de que la agencia tributaria lo haya sancionado por no tener actalizada su «cartelera fiscal».
La multa comprende una clausura de ocho meses. Sus 50 empleados se han ido a la calle. El sindicato de periodistas sospecha que no volverá a abrir dado el largo plazo en el que no obtendrá ingresos económicos. «Rechazamos la censura indirecta contra medios y periodistas», ha declarado la organización gremial, que respalda los datos aportados por el Colegio Nacional de Periodistas, según los cuales 405 medios de comunicación han sido clausurados por «política de Estado» desde el año 2004.
La Navidad de Maduro coincide por otro lado con el inicio de un muevo control aeroportuario destinado a que no entren en el país «personas con intenciones nefastas», según ha manifestao el ministro de Transportes, Ramón Velásquez Araguayán. Su departamento aplica ya un «chequeo exhaustivo de todos los pasajeros « como «mecanismo de protección al pueblo» y prolongará la suspensión de los vuelos con Perú, Panamá, República Dominicana y Chile, con los que el régimen tiene una especial mala relación, agravada dspués del pucherazo electoral.
Sin embargo, la gran polémica que sacude ahora mismo a la sociedad venezolana reside en los detenidos durante la reciente represión. «No me explico qué es esto de terrorismo. Yo no sabía que aquí había terroristas así», afirmaba este jueves a las puertas del Palacio de Justicia Luisa Bellorín, cuyo sobrino adolescente se enfrenta a una larga condena después de haber sido detenido en las manifestaciones opositoras de agosto. Como él, cientos de jóvenes de entre 15 y 17 años han sido acusados de delitos como el de terrorismo, incitación al odio y obstrucción de la justicia. Se encuentran en centros de detención. Ocho han ingresado ya en la cárcel.
Cientos de madres han decidido manifestarse ante el órgano principal de la Justicia venezolana y han presentado un recurso de amparo sobre sus hijos en el que solicitan la liberación o, al menos, el respeto a sus derechos básicos. Muchas afirman que todavía no han podido verles. Y quienes han conseguido un breve encuentro, o han escuchado los relatos emanados de los calabozos, salen derrumbadas: Brutales palizas, torturas con electricidad y una vida casi imposible. «Me dijo que ha intentado suicidarse tres veces, que solo les dan dos dedos de agua al día, arroz aguados y carne molida cruda», cuenta una joven sobre su pareja, arrestada cuando salía de su trabajo en una funeraria.
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