dagoberto escorcia
Domingo, 2 de enero 2022, 00:23
En 'Las dos caras de la moneda', uno de los programas de televisión de mayor audiencia de Chile, Don Francisco, el presentador, entrevistó a Gabriel Boric Font (Punta Arenas, 1986) poco antes de salir elegido presidente de este país por abultada mayoría (55,86% de ... los votos). En el mismo, Boric fue invitado a leer una carta que había enviado a sus compañeros de estudios cuando apenas tenía 9 años.
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Bajo el título de 'Postulación para presidente', el niño Gabriel escribió: «Si votan por mí les prometo ser un buen presidente, tal vez no les regalaré chocolates, ni les complete el álbum. Tal vez no sea como Eduardo Frei, ni como Fujimori, ni como Bill Clinton, pero estoy seguro de ser por lo menos un buen presidente de curso. También intentaré hacer de nuestro curso un curso más ordenado, más limpio, también me comprometo a reponer cosas perdidas como lápices, gomas, sacapuntas y reglas. Yo salí presidente en Primero pero en ese tiempo no sabía lo que era ser presidente. Por eso, no estuve bien. Ahora estoy preparado y les prometo ser un buen presidente, y, por favor, si quieren votar por mí piénsenlo, porque si van a votar por mí solo porque soy su amigo y les da lo mismo quién salga, no voten por mí. Muchas gracias».
Veintiséis años después, el niño Gabriel se ha convertido a sus 35 años en el presidente más joven en la historia de Chile y en el más votado, con 4.620.671 apoyos. Esta vez no ha escrito una carta. El título de esta nueva historia es el de que la esperanza le ganó al miedo. Y en esta ocasión lleva en su maletín de ilusiones un proyecto para la transformación de un país que hace dos años vivió una revuelta social importante para atajar las desigualdades, liderado por una generación de jóvenes izquierdistas entre los que destacaba Gabriel Boric.
En su primer discurso saludó en las distintas lenguas que tiene el país: rapanui, aymara y mapuche, pueblos indígenas con los que se ha comprometido para atender sus demandas. Esta vez sus promesas comportan un desafío monumental. Aspira a mejorar la sanidad, subir los salarios y las pensiones, al mismo tiempo que pretende reducir la jornada laboral de 48 horas a 40 semanales y ofrecer transporte gratis a todos los ciudadanos. Ha prometido que lo dará todo para no defraudar al pueblo chileno. También garantiza cerrar las heridas, cohesionar y unir más el país para lograr un Chile mejor. Señala que quiere ser un presidente que cuando termine su mandato tenga menos poder que cuando comenzó.
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Entre sus promesas, Boric también ha dicho que será un presidente que cuidará la democracia y no la expondrá, que escuchará más de lo que hablará. Propone diálogo y no solo con los de su generación, también con «los que nos antecedieron, en sus triunfos y fracasos».
El triunfo de este ex líder estudiantil sobre el ultraderechista José Antonio Kast mantiene a Chile en un enorme estado de ilusión y de esperanza. «Hay un viento muy positivo con buena recepción, pero no idealicemos a nadie, partiendo por mí», ha dicho el presidente que hace unos días recibió el refuerzo de la vacuna contra el Covid-19, también muy activo en Chile.
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Hijo de padre croata y madre catalana, Gabriel Boric es el mayor de tres hermanos. Simón (32 años) es periodista y Tomás (29), que padeció un cáncer de niño, es geógrafo. El joven presidente, que convive en el centro de Santiago con la antropóloga, politóloga y feminista de origen griego Irina Karamanos, lleva tatuajes en su cuerpo y hasta el momento ha aparecido sin corbata en todos los actos. Es considerado una excelente persona, un hombre con buenas intenciones, con mucho talento, afable y empático, capaz de conectar con los niños y los ancianos.
Se declara agnóstico pese a nacer en un hogar católico, dice leer la Biblia y también confiesa ser un poeta frustrado, romántico y apasionado. Es un hombre que inspira confianza, que estimula la sensación de unidad, de familia, que hasta ahora desprende sentimientos muy profundos que necesitaba el pueblo chileno después de dos años muy duros por la pandemia y tras el estallido social.
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Aquel niño nacido al sur de Chile, tocando la Antártida, casi en el fin del mundo, que pedía el voto para ser presidente de su curso y que luego fue líder estudiantil, ha llegado ahora al Palacio de la Moneda con una demanda de cambios que sirvan para lograr la ansiada transformación de Chile. Su programa tiene fisuras y la crítica de los pocos opositores que tiene es que no ahuyente a los inversores extranjeros. Hay quien sostiene desde la derecha que si no cumple pronto sus promesas puede producirse otro estallido social. Pero el pueblo chileno recita en voz alta eso de «la esperanza le ganó al miedo».
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