El fuego de Santiago se propaga a todo Chile

El país parecía este domingo un territorio en guerra, con tanquetas circulando por calles atravesadas por el fuego de barricadas, con áreas sin luz ni semáforos en las principales ciudades. Según el ministerio de Defensa, que dispuso un aumento de efectivos para preservar el orden, los militares cuentan con «todo el respaldo del presidente para actuar». Dos personas sufrieron heridas de gravedad por los disparos de los uniformados, informó el general Javier Iturraga, designado el viernes jefe de Defensa Nacional.

Tras el levantamiento del toque de queda en Santiago, una manifestación fue reprimida con disparos, gas lacrimógeno y carros lanzaaguas en inmediaciones de la Casa de la Moneda, sede de la presidencia. Mientras tanto, un supermercado mayorista ardía por completo en otro punto de la capital y centros comerciales eran saqueados y destrozados.

Los aeropuertos permaneceron abiertos, pero colapsados por la suspensión de vuelos producto de las dificultades del personal para llegar a sus puestos. La red de metro de Santiago tampoco funcionaba y circularon menos autobuses debido a que muchos fueron incendiados. Las reuniones y espectáculos se suspendieron y se anticipó la suspensión de clases en algunas comunas. Y la Conmebol admitió que peligra Santiago como sede de la final de la Copa Libertadores de fútbol prevista para el 23 de noviembre.

Sólo en la ciudad de Valparaíso el saldo de los incidentes era este domingo de trece edificios destrozados, 21 supermercados incendiados y 16 de ellos saqueados. Los manifestantes también prendieron fuego al edificio del periódico 'El Mercurio', el diario más antiguo del país. El metro de esta ciudad portuaria, sede del Congreso Nacional, suspendió sus operaciones y hubo al menos 116 heridos.

Los destrozos de cristales en bancos, oficinas municipales y comercios se repitieron en grandes y pequeñas ciudades de todo el país, de norte a sur. Los manifestantes realizan barricadas con objetos del saqueo o con vehículos a los que prenden fuego. A la mañana siguiente, los locales de comestibles y gasolineras abiertas mostraban largas filas de clientes que buscaban abastecerse por temor a un nuevo toque de queda.

La chispa que detonó la mayor crisis social de Chile desde el regreso de la democracia en 1990 fue el aumento de la tarifa del metro de Santiago, el 6 de octubre. Desde esa fecha, los estudiantes convocaron a través de las redes sociales a «evadir» el pago del transporte. Pero a partir del pasado viernes, el reclamo -ignorado por las autoridades- se intensificó y comenzaron los disturbios. El edificio de la empresa eléctrica ENEL fue incendiado por completo.

El presidente decretó el estado de emergencia en Santiago y toda el área metropolitana, puso en las calles al Ejército, acusó de los ataques a «delincuentes» y ratificó los aumentos prometiendo medidas de mitigación. Pero el sábado, mientras la violencia se extendía a todo el país, anunció la suspensión del incremento de ñas tarifas y dispuso el toque de queda en diversas ciudades del país. Pero lejos de ceder, la violencia y los disturbios se expandieron por todo el territorio.