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Javier Milei ha llegado a la presidencia de un país que, como él mismo ayudó a definir, es una bomba. Se ha comprometido a desactivarla con un enorme ajuste económico que, confía, revitalizará las finanzas nacionales. Le espera una tarea inmensa: la inflación está desbocada, ... al igual que la pobreza. No hay dólares. Argentina le debe un dineral al Fondo Monetario Internacional (FMI). Milei, aunque es el líder del país, está en minoría en el Congreso. Y, además, algunas organizaciones de izquierda ya han anunciado que saldrán este mismo mes a la calle para protestar por los recortes anunciados. El nuevo presidente ha pedido entre «18 y 24 meses» para reactivar la economía. En diez días tendrá ya manifestaciones en la calle en defensa de los subsidios que ha prometido eliminar.
A los gobernantes suele sucederles que, nada más sentarse en el poder, tienen que rebajar sus expectativas. Milei parece obligado a hacerlo a la vista de la ruina argentina. Aunque, eso sí, ha iniciado su mandato fiel a uno de sus compromisos: ha recortado el gasto gubernamental. Con su ya famosa motosierra en mano, ha reducido el número de cargos de su Ejecutivo. De veinte ministerios se pasa a nueve. Y con menos sueldo. El que no se adapte que se vaya, advirtió. Para su Gabinete, Milei ha optado por varios ministros procedentes de la empresa privada, por seis hombres y tres mujeres, y por dos figuras ligadas a Mauricio Macri (presidente entre 2015 y 2019) en puestos clave: Luis Caputo se encargará de la finanzas y Patricia Bullrich, de mantener el orden.
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Le hará falta neutralizar el descontento social. La pobreza alcanza al 44% de la población y la tendencia es creciente. El 9,3% está en la indigencia. La inflación anual llega al 142% –el triple de la que dejó Macri, relevado en la presidencia por Alberto Fernández–. El Banco Central es un agujero negro: en 2019 disponía de unas reservas de casi 13.000 millones de euros. Ahora está en cifras negativas que se aproximan a los 12.000 millones. La deuda pública, disparada, supera los 400.000 millones.
Desde la presidencia de un país en bancarrota, Milei, como recalca el diario 'Clarín', quiere lograr un shock económico para recortar algo más de 20.000 millones en gastos cada año. Adiós a los subsidios. Aumentarán los precios de la luz y el gas, y de los transportes públicos. El nuevo presidente también pretende «achicar» la brecha que existe entre el dólar real y el 'blue', el dólar paralelo. Las provincias verán cómo se reduce la llegada de fondos del Estado y varias empresas públicas, aún por definir, serán privatizadas.
Milei mantiene aún en secreto la mayor parte de las medidas que piensa aplicar en un mecanismo financiero denominado 'ley Omnibus'. Según 'Clarín', el plan está guardado bajo siete llaves. Sólo conocen algunos detalles la hermana del presidente, Karina; su jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y su hombre de confianza en el Gobierno, Luis Caputo. Al estar en minoría en el Congreso, Milei tendrá que trenzar alianzas y, para ello, bajar el tono de sus vehementes declaraciones. Como dice uno de sus asesores, «una cosa es describir la bomba, como hacía Javier hasta hace poco, y otra es estar sentado encima de ella».
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