Argentina es un país destruido. La clase política que lo ha dirigido durante los últimos años ha conseguido lo más difícil todavía, arruinar una república con ingentes recursos naturales y enormes posibilidades económicas. La sociedad argentina se encuentra resignada ante la desaparición de la certidumbre ... y la seguridad, y asume con resignación el descenso al abismo previa catástrofe definitiva. Son muchos años de derrumbamiento continuado, regidos por gobiernos a cada cual más incompetente que han llevado al país a la situación actual. En plena ignición, el atlas político del país argentino se nutre de la animadversión y el odio, desplazando cualquier conato de esperanza e ilusión, y su espectro político se derechiza hasta el delirio, tal y como manifiesta el ejemplo Milei, que está lejos de liderar un movimiento fascista al uso y que encarna algo más demencial aún. Todo ello nutrido de la desigualdad extrema y de una pobreza que alcanza a millones de personas (40% de la población) y que ha condenado a centenares de miles de ellas a la indigencia (en torno al 9%). Inflación galopante (135%), salarios que no la pueden compensar, desempleo masivo, aumento de precios, etc., han llevado a miles de trabajadores a la desesperación absoluta.

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De aquellos tiempos en que Argentina era uno de los países con más posibilidades y riqueza del mundo se ha pasado al desastre actual, tras largos períodos de inestabilidad, crisis económicas y recesiones externas generadas por la falta de continuidad de las políticas económicas achacable a sus gobernantes, por los períodos de proteccionismo y aranceles a las importaciones de algunos gobiernos y por la liberalización económica de otros, generando desconfianza a la inversión y estimulando la fuga de capitales del país, por el descontrol exagerado de las cuentas públicas (déficit fiscal) durante años y años y, finalmente, porque para intentar solucionar el problema los diferentes gobiernos han abusado de la impresión de billetes sin control y han solicitado préstamos internacionales que han terminado asumiendo, como siempre, los más débiles al tener que imponer periodos de austeridad y recortes de las ayudas sociales a la población en problemas. Todo ello ha hundido aún más la economía argentina y ello ha hecho que 'salvadores mesiánicos' como Milei, avalado por la nefasta gestión de políticos como Massa y sus antecesores, haya ganado las elecciones del pasado domingo.

Los argentinos han elegido y ahora tendrán que vivir, con euforia o resignadamente, con quien desprecia el orden constitucional y la democracia; con quien niega el cambio climático y el genocidio de la dictadura; con quien plantea la desaparición del Banco Central y aboga por la dolarización; con quien aboga por la privatización de las aerolíneas, el ferrocarril y otras empresas estatales; con quien se opone al aborto legal y a la educación pública y rezuma misoginia y desprecio por los derechos de las mujeres y la diversidad sexual y, finalmente, con quien siendo muy neoliberal, supuesto anarco capitalista y 'odiador' del Estado y de las políticas públicas, ha financiado casi el 90% de su campaña con dinero de todos los argentinos.

Ni la grave crisis económica del país ni el descrédito de la clase política argentina justifican la llegada de alguien como Milei al poder. Sus propuestas profundizarán los padecimientos que ya sufre la población. Los argentinos se arrepentirán, pero ya será tarde.

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