Haití huele a muerte. Desde que el pasado viernes se produjera una fuga masiva de presos peligrosos de la cárcel de la capital, Puerto Príncipe, las bandas se han hecho con el control casi total de la ciudad. Mejor organizados y armados que la policía, ... estos grupos se han aliado y piden a tiros la renuncia del presidente, Ariel Henry. Mientras, la población, que malvive entre cataclismos climáticos y epidemias, ve ahora cómo en sus calles se pudren cadáveres sin que nadie venga a recogerlos. Perros sin dueño mordisquean los cuerpos y, de vez en cuando, algún vecino hace una hoguera para quemar los restos de tantos asesinados.
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El país se ha convertido en un infierno. La única salida es la frontera con la República Dominicana. Casi 200.000 personas se vieron obligadas a desplazarse en 2023. Y sólo en el final del pasado mes de febrero se sumaron a ese éxodo otros 15.000 ciudadanos. Aún no se había producido la explosión de violencia del pasado viernes. Algunos relatos son escalofriantes, como el que recoge 'The Washington Post': un vecino, alertado por el olor a quemado, se atrevió a salir a la calle. Allí vio un cadáver casi carbonizado. Los pies sobresalían del montón de cenizas. Las morgues no dejan de recibir llamadas para recoger cuerpos. No dan abasto. Los muertos se descomponen al aire libre, que en Puerto Príncipe se ha llenado de un hedor insoportable. Es tan intenso que algunas familias han tenido que abandonar sus hogares.
Desde el viernes todo es aún peor. Con miles de reclusos liberados, las reforzadas bandas atacaron el aeropuerto y el puerto principal de la capital. Incendiaron al menos una docena de comisarías y entablaron combates con la policía en los Campos de Marte, el mayor parque del centro de Puerto Príncipe. No se quedaron ahí. Lanzaron cócteles molotov contra la sede del Ministerio del Interior y dispararon sobre la fachada del Palacio presidencial. El presidente no estaba allí. Se encuentra de viaje.
«Las pandillas son un fenómeno antiguo en Haití. Están vinculadas a una tradición de grupos armados no estatales que se remonta a los años cincuenta, con el desarrollo de los 'tonton macoutes' del presidente François (Papá Doc) Duvalier», explica una ONG que lucha contra el crimen organizado. Entre 1957 y 1986, el dictador 'Papá Doc' y luego su hijo Jean-Claude Duvalier sometieron a la población al control total de esta milicia personal. Los mandatarios fueron cambiando, pero las bandas permanecen.
La ONU calcula que en Haití operan 200 pandillas, grupos organizados que usan «armas de fuego sofisticadas» y se dedican al «tráfico de armas y drogas, extorsión, secuestro, asesinato y violencia sexual». Ahora se han unido para imponer su régimen sobre todo el territorio. «Buscan influencia a gran escala en lo que ocurre hoy en el país y en la composición del próximo gobierno», explica a la agencia AFP Robert Fatton, de la Universidad de Virginia, aunque duda de que esta alianza «oportunista» pueda mantenerse en el tiempo.
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Las bandas tienen armas de última generación y dinero. Sólo con los secuestros generan «millones de dólares». No hay quien respire en las calles de Haití.
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