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Dagoberto Escorcia
Miércoles, 28 de diciembre 2022, 18:43
Más de 120 países asistirán el domingo a la toma de posesión de Luiz Inácio Lula da Silva como presidente de Brasil, el triple de delegaciones que las que acudieron hace cuatro años a la investidura de su antecesor, Jair Bolsonaro. La ceremonia, que se ... celebrará en la Esplanada dos Ministerios de Brasilia, estará marcada por la reciente detención de un hombre llamado George Washington de Oliveira Sousa que intentó detonar una bomba cerca del aeropuerto de la capital federal como protesta por la elección del veterano líder del Partido de los Trabajadores.
El hallazgo, además, de muchas armas y municiones en Brasilia ha levantado las alarmas sobre un posible atentado contra el nuevo mandatario brasileño y la amenaza de movilizaciones de partidarios de Bolsonaro para sembrar el caos durante la jornada con el ánimo de provocar la declaración de un estado de sitio que estimulara la intervención de las Fuerzas Armadas.
La gran fiesta que prepara Brasil para la vuelta al Gobierno de Lula, a la que ha confirmado su asistencia Felipe VI, rey de España, además de los presidentes de Alemania, Argentina, Colombia, Chile o Portugal, entre otros; contrasta con la tensión, violencia y repudio de un buen número de seguidores del que fue su rival en los comicios de octubre. El propio De Oliveira Sousa confesó que se había inspirado en el llamamiento de Bolsonaro para que la población se armara.
En una entrevista a GloboNews, Flavio Dino, que será el ministro de Justicia y Seguridad Pública en el nuevo Ejecutivo, garantizó la toma de medidas de seguridad excepcionales que intentarán anticiparse a las posibles convocatorias antidemocráticas con el fin de evitar inestabilidad en un día con una amplia participación popular. Dino está convencido de que el presunto terrorista arrestado no está solo y que, además, hay personas poderosas alimentando estas amenazas: «No vamos a permitir esto en Brasil, que este terrorismo político se arraigue en nuestro país», manifestó.
Dino está dispuesto a llevar una investigación profunda sobre las personas que hayan suministrado armas y apoyen las movilizaciones y campamentos instalados por los ciudadanos que exigen la intervención militar desde el mismo día en que se supo el resultado de las elecciones que dieron el triunfo a Lula. La sensación de inseguridad ha aumentado hasta el punto que hay partidarios del Partido de los Trabajadores de Lula que han recomendado que el presidente llegue a la ceremonia en un coche cerrado y no en un Rolls Royce descapotable, como estaba previsto. Este miércoles, la Corte Suprema suspendió los permisos de porte de armas en Brasilia hasta el próximo 2 de enero. La restricción afecta incluso a cazadores y a deportistas de tiro olímpico.
Lula, mientras tanto, solo ha conseguido nombrar a 22 de los 37 ministros que tendrá en su Gabinete. Al parecer, tiene problemas para contentar a la decena de partidos que, desde el centroderecha a la extrema izquierda, se aliaron a su alrededor para derrotar a Bolsonaro. Ejemplo de las dificultades que atraviesa para conformar la lista final podría ser Marina Silva, antigua ministra de Medio Ambiente. La senadora jugó un papel protagonista y se la considera crucial para el triunfo, pero aún no tiene asignado ningún cargo.
Hasta este miércoles ocurría lo mismo con Simone Tebet, abogada, escritora y afiliada al Movimiento Democrático Brasileño, que se convirtió de forma sorprendente en la tercera más votada en las urnas. Tebet, considerada del centro político, aceptó finalmente ser la titular del Ministerio de Planificación y Presupuesto. El lunes, Lula anunció también el nombre de Ana Moser, exjugadora de voleibol y ganadora de un bronce olímpico en Atlanta 96, para el Ministerio de Deportes. El gabinete cuenta hasta el momento con la presencia de siete mujeres.
Lula continúa prometiendo a través de sus redes sociales a los brasileños que volverán a sonreír tras «recuperar la fraternidad, solidaridad, comprensión y el amor. Ésa es nuestra misión», escribió. «El papel de un Gobierno es crear las condiciones para que las personas vivan con calidad y tengan acceso a derechos. Y eso lo vamos a hacer escuchando mucho, dialogando con todos y con más instrumentos de participación y decisión de la población. Con más democracia», aseguró el antiguo sindicalista.
Entretanto, Bolsonaro aprovechó sus últimos días en el poder para indultar con motivo de la Navidad a los agentes que estaban envueltos en la masacre de la cárcel de Carandiru, en Sao Paulo, en 1992 y en la que la Policía intentó detener una rebelión de presos mediante la mayor violación de los derechos humanos vivida en una prisión de Brasil. Los policías estaban condenados por el asesinato de 77 presos.
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