Secciones
Servicios
Destacamos
En la búsqueda de la muerte, el metal araña el escombro. Es una búsqueda con la fuerza brutal de las máquinas excavadoras, pero guiada con la delicadeza de unos familiares a quienes cada palada que golpea lo que fue su casa da un zarpazo en ... su alma. La espera es macabra. Ya no hay apenas equipos de rescate y la única esperanza de ver a los suyos es si en alguno de los movimientos aparecen entre el cemento y la tierra. Esperan la llamada, pero no la quieren escuchar.
La avenida Ataturk es la más importante de la parte nueva de Antioquía y allí se levantaban algunos de los pisos más caros. Ellos también han sucumbido y hay tramos enteros en los que cuesta imaginar que allí se erigía un bloque de viviendas. El escándalo de la mala calidad de la construcción ha hecho que hasta el momento se hayan identificado a 131 sospechosos de ser responsables del derrumbe de algunos de los miles de edificios en las diez provincias afectadas en Turquía. El vicepresidente, Fuat Oktay, informó que emitió orden de arresto contra 113 de ellos y que la investigación sigue abierta.
Al lado de cada montaña de escombro hay siempre varias sillas de plástico en torno a una hoguera y las familias están allí desde el primer día. Los ojos rojos y cansados, el rostro polvoriento y la boca seca. Los bomberos les entregan bolsas de plástico negro para cuando llegue el momento. Los primeros días intentaban escuchar alguna voz de auxilio, pero ahora solo quieren que les den el cuerpo. Cuanto antes, mejor. Se van turnando para guiar la búsqueda y si aparece alguna foto o prenda de ropa conocida la recogen y la guardan. Imposible tratar de ponerse en su lugar.
Esra Baruch espera que pronto aparezca su madre y maldice la pérdida de tiempo de los primeros días en los que «no vino nadie, éramos nosotros con nuestras manos. Ahora ya es demasiado tarde. Solo pido que encuentren a mi madre para enterrarla e irme de aquí para siempre».
Pasado el plazo de esperanza para encontrar gente con vida, la mayoría de trabajos se detiene durante la noche, aunque en los bloques de viviendas más grandes no paran. La ONU alertó de la posibilidad de que el número de muertos por los seísmos podría rebasar los 50.000 fallecidos una vez termine el recuento y es «una cifra posible viendo este desastre y que quedan muchos edificios por revisar». «Urge que se busque a los responsables, a quienes pagan para saltarse las normas de edificación y, sobre todo, habría que pensar en trasladar la nueva Antioquía a la montaña porque este valle no es seguro», piensa Ergun Mustafa, quien espera que aparezca su exesposa.
Cuando se esconde el sol la zona cero del terremoto es una ciudad aún más fantasmagórica. Parques y coches se han convertido en sus hogares improvisados. El parque central de la ciudad es ahora un triste campamento en el que no hay esperanza, ni siquiera tras conocer que una niña ha sido rescatada viva en la ciudad 150 horas después del temblor. Un milagro frente a la realidad de las bolsas negras.
Preocupa la seguridad y por eso en los últimos días han llegado muchos militares y policías. Las autoridades informaron de la detención de 48 personas por saquear casas y en redes sociales circularon vídeos de las palizas recibidas por alguno de ellos. Patrullan por el parque, pero aquí lo único a vigilar son las familias rotas en torno a las hogueras. Las tiendas están vacías porque salieron de casa con lo puesto, sorprendidos por el terremoto cuando dormían. Algunos siguen con el pijama. Hablan poco, lloran mucho y se turnan para que siempre esté uno de ellos presente frente a la casa cuando trabajan las máquinas.
«Deberíamos dar gracias por estar vivos, pero lo hemos perdido todo, solo nos queda el alma», dice Ekrem Shimsek entre lágrimas en este parque central de Antioquía en el que la única electricidad que funciona es la de un par de farolas y la del cartel de 'I Love Antakya', el clásico que tienen ya muchas ciudades con un brillante corazón rojo. Es noche cerrada y fría y comparte hoguera con su mujer. Apenas hablan.
Turcos y sirios están unidos en esta desgracia, como lo han estado desde el comienzo de la guerra. Millones cruzaron a Turquía en busca de refugio y en los últimos días se ha reabierto la frontera de Bab Al Hawa para repatriar más de mil cuerpos.
Llega el momento. La pala de la excavadora entra en los cascotes y al retirarlos aparece un cuerpo. Se hace el silencio. De inmediato se tapa con una manta y se espera la llegada de un familiar para reconocerlo. Un grito seco rompe el silencio. Llanto y final de la espera. Otro adiós en esta ciudad fantasma.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.