Los choques en Jartum pueden ser interpretados como el epílogo sombrío de la Primavera Árabe, condenada al fracaso en todas sus iniciativas, y también el signo de la aparición de nuevos dirigentes con apetencias totalitarias. Sudán fue el último exponente de la insurrección regional y, ... como sus precedentes, parece abocada al fracaso por la oposición de sus poderes fácticos.
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En el centro de esa rocosa resistencia al cambio están las Fuerzas Armadas comandadas por Abdelfatah al-Burham y las Fuerzas de Apoyo Rápido (SFR) de Mohamed Hamzan Dagalo, una sombría institución que ha conservado su poder a lo largo de estos cuatro años en los que el país ha intentado caminar infructuosamente desde un régimen tiránico hacia la democracia.
El hecho de que Dagalo se convirtiera en vicepresidente del Consejo de Transición evidencia su poder. Era un lobo en el gallinero y ha demostrado sus intenciones. A pesar de las medidas liberalizadoras, el SFR ha seguido ejerciendo su labor represora y, tras el golpe de 2021, siguió manchándose las manos para preservar el 'establishment'. Sus milicianos están acusados de la muerte de 120 manifestantes contrarios al 'pustch', posiblemente arrojados vivos al río Nilo.
Hubo un tiempo mejor. Los objetivos de la revolución sudanesa eran encomiables por su ambición política. Tras la caída del régimen islamista, el Consejo de Transición quiso dibujar una modélica democracia laica en la que primara la equiparación de sexos y la homosexualidad fuera despenalizada. También aspiraba al control de las empresas paraestatales, en manos de los uniformados. Posiblemente, ahí comenzaron las grandes tensiones que provocaron el descarrilamiento político.
La involución experimentada resulta muy similar a la acaecida en El Cairo. Los incidentes no preludian una guerra civil sino un conflicto en el seno del aparato económico-militar. La victoria de Hemedti, antiguo líder de los temidos guerrilleros 'janjaweed', se antoja la consecuencia más inquietante. La definitiva ascensión del comandante de las RSF podría dar paso a otra página negra del autoritarismo de nuevo cuño en el norte de África.
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No hay mucho margen para la acción. Más allá de las declaraciones de intenciones, Occidente tendrá que buscar líneas de diálogo con el vencedor en la pugna. Tras superar su aislacionismo, Sudán se ha convertido en una pieza importante en el estratégico Mar Rojo, aliado de Arabia Saudí y los Emiratos, y cortejado por Rusia y Turquía, que ansían situar bases en esta zona esencial para el comercio mundial.
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