GERARDO ELORRIAGA
Lunes, 6 de septiembre 2021, 00:08
El futuro de Guinea Conakry depende de la voluntad del coronel Mamadi Doumbouya, el instigador del golpe de Estado en la república africana. Este militar dirigió a los soldados que el pasado domingo apresaron al presidente Alpha Condé y ayer, tras reunirse con los ministros ... del depuesto gobierno, anunció su intención de formar «un gobierno de unión nacional que dirigirá la transición». También intentó calmar a los antiguos dirigentes asegurando que no se procederá a ninguna «caza de brujas» y, por último, les instó a que no intentaran abandonar el país y que devolvieran sus vehículos oficiales.
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El hombre fuerte, de 41 años, inspeccionó la capital Conakry tras el encuentro en un convoy con sus tropas. Su paso fue vitoreado por los escasos viandantes al grito de 'Libertad, libertad, libertad' y vivas al Ejército. Desde el pasado fin de semana, la ciudad permanece desierta y se mantiene el toque de queda en todo el territorio.
La oposición política, ligada al Frente Nacional para la Defensa de la Constitución, ha manifestado su alegría por la caída del presidente, al que le atribuyen maneras autoritarias y fraudulentas en los procesos electoras, pero mantiene sus reservas sobre la intención de los sublevados. La Unión Europa y la organización regional Cedeao (Comunidad Económica de Estados de África Occidental) han condenado el 'putsch' y reclamado la reinstauración de un gobierno civil.
La singular figura de Doumbouya levanta recelos. Este militar de nacionalidad francesa, antiguo legionario, volvió al país a instancias de Condé, que lo reclamó para crear el Grupo de Fuerzas Especiales, destacamento de élite dentro del Ejército. La oferta llegó avalada por sus credenciales como miembro de misiones militares francesas en los conflictos de Costa de Marfil, República Centroafricana o Afganistán. Ese currículum, elaborado durante quince años de servicios, es ahora puesto en tela de juicio por los medios.
El soldado creó la sección, se hizo con mayor notoriedad y, al parecer, demandó un rol más importante dentro de la vida política guineana. La corrupción de la clase dirigente, el desprecio a los derechos humanos y la mala gestión económica, han sido los argumentos esgrimidos para justificar la acción, pero sus primeras declaraciones no señalan una hoja de ruta precisa y tan sólo incluyen manifestaciones ampulosas y ambivalentes. «La personificación de la vida política ha terminado», ha afirmado. «Ya no confiaremos la política a un solo hombre, se la confiaremos al pueblo».
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La realidad no resulta tan grandilocuente y no esconde la connivencia con ese pasado que ahora condena. El coronel pertenece a la comunidad malinké, tradicionalmente vinculada a Condé, y se encuentra entre los 25 funcionarios amenazados con sanciones por Bruselas por su implicación en los abusos de poder llevados a cabo durante los últimos años.
El militar ha hablado de la realización de una consulta para establecer los parámetros del nuevo gobierno, pero no ha establecido periodos de duración ni mencionado el horizonte de unos comicios. Quizás sus pretensiones resulten más evidentes analizando el símil que empleó para explicarlas.
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El militar explicó su iniciativa apelando a Jerry Rawlings, oficial ghanés que también alcanzó el poder mediante un golpe de Estado. El militar gobernó aplicando un sistema autoritario que derivó en una democracia multipartidista en la que también conservó su mandato.
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