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gerardo elorriaga
Jueves, 8 de julio 2021, 21:36
El expresidente sudafricano Jacob Zuma se entregó a la Policía a última hora del miércoles para cumplir una pena de 15 meses impuesta por el Tribunal Constitucional. El dirigente, de 79 años, fue condenado el pasado 29 de junio por desacato al negarse a testificar ... delante de la comisión que investiga presuntas prácticas corruptas durante su mandato.
El veterano líder de la lucha contra el apartheid abandonó su residencia en la localidad de Nkandla y se dirigió al centro penitenciario de Estcourt en la provincia de KwaZulu-Natal. Permanecerá durante dos semanas aislado -protocolo de seguridad anti-covid- y posiblemente vivirá en una celda los próximos cuatro meses antes de que acceda a la libertad provisional.
El encarcelamiento de Zuma era un hecho previsible, a pesar de dos peticiones de urgencia de sus abogados para impedir su entrada en prisión. Ahora bien, esta causa es la más liviana de un proceso complejo y antiguo que ni siquiera se circunscribe a su periodo al mando del país entre los años 2009 y 2018, cuando tuvo que dimitir obligado por el Consejo Nacional Africano, el partido gobernante.
El estadista se enfrenta a 16 cargos por extorsión, corrupción, fraude, evasión fiscal y lavado de dinero, derivados de su implicación en un programa de compra de armamento en 1999. Según la acusación, el entonces vicepresidente aceptó sobornos del grupo empresarial Thales, implicado en las adjudicaciones. Zuma consiguió detener su procesamiento cuando fue elegido candidato a la jefatura del Estado en 2007, pero hace tres años la Fiscalía confirmó la reapertura de su procesamiento.
La llegada al poder máximo le permitió seguir con un proceder en política continuamente cuestionado. El tribunal lo condenó por utilizar fondos para restaurar su residencia privada, pero el mayor escándalo estaba por llegar. La Defensora del Pueblo Thuli Madonsela publicó en 2016 'La captura del Estado', un informe en el que detallaba la connivencia de Zuma con los hermanos indios Atul, Rajesh y Ajay Gupta para crear un holding empresarial. El presidente favoreció la consecución de contratos públicos a esta familia recién llegada de Asia y asociada con su hijo Duduzane Zuma. Su poder les permitió incluso imponer o sobornar ministros y han sido calificados como todo un gobierno en la sombra.
Los funerales de Nelson Mandela, en 2013, ya pusieron de manifiesto el descrédito del entonces presidente, protagonista de todo tipo de anécdotas bizarras, como la declaración de que el VIH se combatía eficazmente duchándose tras mantener relaciones sexuales. El apoyo de una red clientelista le permitió seguir al mando de la primera potencia africana, aunque el deterioro del sistema democrático resultaba evidente. El ANC tan solo decidió destituirle cuando su elite fue consciente de que el anuncio de su procesamiento por el Acuerdo de Armas comprometía la victoria electoral.
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