Una estampida provoca la muerte de 35 niños en Nigeria

Las estimaciones de afluencia no fueron realistas y cinco horas antes del comienzo, previsto para las diez de la mañana, ya se habría sobrepasado ampliamente el número de los convocados. El inicio de acto azuzó a los convocados que pugnaban por atravesar la puerta de la Escuela Secundaria Islámica de Basorun y desencadenó los aplastamientos. La Policía ha detenido a ocho de los organizadores, incluida Naomí Silekunola, exesposa del monarca tradicional de la etnia yoruba y celebridad local.

Los accidentes de este tipo se han incrementado a lo largo de los últimos doces meses. En febrero, una venta en Lagos de sacos de arroz a bajo precio también devino en una avalancha humana con siete personas muertas y, tan sólo treinta días después, dos estudiantes perdieron la vida en un reparto celebrado en una universidad cercana a Abuja, la capital.

La grave situación económica que sufre la mayor potencia subsahariana puede explicar esta sucesión de catástrofes. La crisis global ha incrementado sustancialmente el precio de los alimentos de primera necesidad que el país importa y las medidas impulsadas por el presidente Bola TInubu han acentuado las dificultades de la población. La decisión de devaluar la moneda local y eliminar los subsidios al consumo de gasolina ha incrementado las dificultades. Aunque el territorio es uno de los grandes productores de petróleo ha de comprar en el extranjero la mayor parte del combustible que precisa.

La mitad de los 112 millones de nigerianos sobrevive bajo el umbral de la miseria. Según estimaciones de Naciones Unidas, 24,8 millones de nigerianos sufren ahora inseguridad alimentaria y su número crecerá hasta los 33,1 antes de llegar al próximo verano. La inflación del 34%, la mayor de los últimos treinta años, impulsa el encarecimiento y la degradación de las condiciones de vida de la mayoría.