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Claudia transmite desde el otro lado del teléfono una tranquilidad que se antojaría impensable para una joven que anda a casi 2.000 kilómetros de casa en medio de un terrible terremoto que apenas 12 horas antes se ha cobrado más de un millar ... de vidas y ha provocado un incontable número de heridos. Claudia Domínguez es una veinteañera logroñesa que desde el pasado domingo y hasta hoy disfrutaba de unas vacaciones en Marruecos junto a su madre, Marisa Morrás, su tía Montse Matute y su prima Patricia Domínguez.
Un 'viaje de chicas' a una país vecino y todavía exótico que acabó con un susto inconmensurable cuando, poco antes de la medianoche de ayer, viernes, regresaban a la riad (una antigua casa señorial marroquí con jardín interior que ahora se ofrecen como albergue a los turistas) donde se han alojado. Fue una fuerte sacudida inicial, seguida de un potente temblor. Y muchas de las casas de la medina por la que habían pasado solo cinco minutos antes se vinieron abajo como si fueran de papel. «Hemos pasado por esas mismas calles y está casi todo destruido», recuerda Claudia esta mañana mientras prepara junto a sus familiares un regreso a Logroño que ya tenían previsto para hoy mismo, sábado.
Impactada por algunas imágenes, aún frescas en su retina, que ha podido ver mientras se dirigía al centro de la ciudad con sus familiares con la intención de donar sangre, casi suplica a sus paisanos logroñeses que se acerquen a donar sangre en Logroño, en Calahorra, donde puedan, porque su sangre puede ser vida para muchos de los heridos que aún han de contabilizarse en la turística Marraquech y al sur de la ciudad, donde se ha localizado el epicentro, en la aldea de Ighil de la provincia de Al Hauz. «Hace falta mucha sangre», explica conmovida por la destrucción que observa a su alrededor.
Claudia Domínguez
El abrupto, aunque afortunadamente feliz, final de las vacaciones de Claudia y las 'chicas' de su familia está previsto para la media tarde de hoy, «aunque trataremos de llegar lo antes posible al aeropuerto, para estar allí, por si acaso», explica. De momento, transmite a sus familias y amigos, «estamos bien». Lamenta cierta sensación de poca atención que han recibido, que no han recibido, en las primeras horas después del seísmo desde la embajada o desde el consulado. «Ni nos han cogido el teléfono», se queja.
Poco antes de las siete de la tarde, Claudia, su madre, su tía y su prima tomaban un avión hacia España, donde aterrizaron dos horas más tarde. Ya han podido cerrar felizmente un viaje que pudo acabar en pesadilla.
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