Auge y caída de los hermanos Gupta
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Sudáfrica pide a Emiratos Árabes la extradición de una familia india que se sirvió de sus contactos con el presidente Zuma para actuar como un gobierno en la sombraGERARDO ELORRIAGA
Domingo, 11 de septiembre 2022, 00:32
Shiv Kumar Gupta tuvo un sueño, una visión feliz como Martin Luther King. El padre de Atu, Rajesh y Ajay, intuyó que el futuro bullía en la Sudáfrica democrática, que, tras el fin del régimen blanco del 'apartheid', el país se abriría al mundo y ... que su nueva clase dirigente necesitaría proyectos y servicios, proporcionando múltiples oportunidades de negocio. Empujados por la premonición paterna, los hermanos volaron desde el estado indio de Uttar Pradesh a Johannesburgo en 1993. Al principio, montaron una modesta empresa de calzado y, ciertamente, la situación no parecía tan brillante como habían intuido. Pero, en menos de 20 años, su emporio abarcaba la minería, el transporte aéreo, los medios de comunicación y la tecnología, entre otras áreas punteras. Ahora bien, no hay finales felices en esta historia real. Desde hace más de dos meses, Atu y Rajay permanecen en una celda en Dubai. Aquellos emprendedores llegados de Asia están acusados de haberse apropiado del Estado africano, literalmente. El gobierno ha pedido ya su extradición a Emiratos Árabes.
El arribismo es una circunstancia habitual en el ámbito de los negocios, pero, en el caso de los Gupta, adquirió una voraz ansía depredadora. La ficción ni siquiera ha osado expresar tal ambición desbocada. Ni Julian Sorel, el protagonista de 'Rojo y negro' de Stendhal, ni Georges Duroy, el héroe de 'Bel Ami' de Guy de Maupassant, se pueden comparar con estos increíbles individuos porque su maquiavélica estrategia los condujo a controlar nada menos que la Administración de toda una potencia emergente.
Cierta capacidad para identificar aliados se antoja la clave del éxito fagocitador. A ese respecto, el líder del Congreso Nacional Africano, el partido gubernamental, constituía la pieza esencial del plan, según las investigaciones en torno al proceder de los hermanos. Antes de que fuera elegido candidato a la presidencia, Jacob Zuma aparecía como el hombre fuerte del país, a pesar de que un pasado trufado de escándalos de corrupción aventuraba su venalidad. El antiguo luchador anti-apartheid, al que conocieron 'accidentalmente' en 2003, se convirtió en el objetivo principal incluso antes de que accediera a la Jefatura del Estado.
los hermanos emigran a Johannesburgo y montan una pequeña empresa de calzado. Veinte años después su imperio abarcaba minería, transporte aéreo y tecnología.
millones de dólares ha enviado ilegalmente el Imperio Gupta desde Sudáfrica a la capital de los Emiratos Árabes Unidos, según el Consejo Sudafricano de las Iglesias.
del Producto Interior Bruto, equivalente a 82.600 millones de dólares, es lo que se habría apropiado del Estado sudafricano el clan Gupta. Un expolio sin límites.
Dos décadas después de su llegada a Sudáfrica, el clan se mantenía unido y convivía en un complejo formado por cuatro mansiones con helipuerto anexo, ubicado en Saxonwold, el suburbio más opulento de Johannesburgo. Pero la estética, que no la ética, desveló su inmenso poder. En 2013, la boda de Vera Gupta, sobrina de los susodichos, con un hombre de negocios de Delhi, destapó una enorme influencia y la falta de escrúpulos. El Airbús 330 fletado para la ocasión transportó a 200 invitados desde la India a una base militar sudafricana y un convoy de vehículos de lujo, flanqueado por policías, los llevó hasta el lugar del enlace nupcial.
Todos los partidos protestaron por este increíble abuso. Los Gupta pasaron a primer plano de la actualidad nacional, condición que no han abandonando desde entonces. También su enorme fortuna quedó al descubierto. Tan sólo la de Atul era estimada en 700 millones de dólares y la firma Sahara Computers, propiedad familiar, contaba con 10.000 empleados.
Las sospechas en torno al poder acumulado empezaron a manifestarse en los medios de comunicación, aunque fue Vitjie Mentor quien abrió definitivamente la caja de Pandora. Esta diputada del Parlamento nacional aseguró que los Gupta la invitaron en 2010 a su residencia y en presencia de Zuma, le ofrecieron el ministerio de Empresas Públicas. Posteriormente, Jonas Mcebisi, otro parlamentario, afirmó que los mismos hacedores de reyes le propusieron ser ministro de Finanzas. Su dadivoso espíritu contrastaba, al parecer, con un revanchismo no menos osado. Los Gupta buscaron la dimisión de Pravin Gordhan, titular de Finanzas, cuando denunció transacciones sospechosas de sus firmas por valor de 490 millones de dólares.
La investigación formal en torno a este fenómeno se puso en marcha a raíz de la denuncia en 2016 del sacerdote católico Stanislau Muyebe al Protector Público Thuli Madonsela, alentada por el temor a que «el liderazgo estaba afectando a los pobres». El informe de la 'defensora del pueblo' desveló un incesante flujo de contratos desde la Administración y las compañías estatales a las múltiples empresas de los hermanos.
La trama, en la que parecían concurrir todos los delitos posibles, incluía la prevaricación, el cohecho o el tráfico de influencias, e implicaba el control de la alta burocracia, sometida a los dictados de los hermanos. Los funcionarios recibían sus instrucciones y, a cambio, recibían dinero y eran promocionados, mientras que la negativa a colaborar era sancionada con el castigo y el cese. El resultado era un control sobre el aparato público que dio lugar a la acuñación del término 'captura del Estado'.
La televisión pública, la compañía aérea de bandera, y Eskom, el gigante local de la energía, se hallaban entre las entidades afectadas. Cuatro años de indagaciones concluyeron con la convicción de que grandes corporaciones, el ejecutivo y el partido gubernamental se hallaban supeditados a sus conveniencias. Los Gupta llegaron a solicitar pasaportes diplomáticos, prebenda que no lograron.
Una corriente de opinión se manifestó en Internet contra de estas acusaciones objetando la existencia de un complot de la burguesía blanca contra la minoría de origen asiático. El intento de exacerbar las tensiones interraciales fue identificado. La firma británica de comunicación Bell Pottinger se hallaba detrás de esta campaña. Su cliente era Oakbay Investments, otra empresa de los inefables hermanos.
La sombra de la infausta boda resultó muy alargada. Cuatro años después de los esponsales, la Autoridad Fiscal Nacional decomisó 220 millones de rands, unos 13 millones de euros, que el gobierno regional del Estado de Orange había entregado a los Gupta como beneficiarios del Proyecto Vrede Dairy, iniciativa pública destinada a apoyar a los granjeros negros con menos recursos. Al parecer, estos fondos sirvieron para costear el enlace. Mosebenzi Zwane, el responsable del departamento de Agricultura y presunto artífice de la operación, era el candidato de la familia para el estratégico Ministerio de Recursos Minerales.
Las protestas contra el presidente Zuma y su nefasta gestión precipitaron su caída en 2018. Cyril Ramaphosa, su sucesor, impulsó la creación de la denominada Comisión de Investigación sobre la Captura del Estado, dirigida por Raymond Zondo, vicepresidente del Tribunal Supremo. La misión de la también conocida como Comisión Zondo era ímproba ya que debían averiguar todos los mecanismos utilizados, los autores y destinos de aquellos fondos desviados.
La familia india agradeció que se llevara a cabo un informe judicial oficial, pero curiosamente, abandonó el país tan pronto como su aliado renunció al poder. Durante estos cuatro últimos años, los hermanos se han negado a volver a pesar de que esta entidad les requirió repetidamente que regresaran para dar cuenta de su actuación.
Ahora bien, su marcha no fue tan precipitada como cabía esperar. Antes de marchar, los Gupta ya habían iniciado un proceso de venta de activos tanto en el sector de los medios de comunicación como la minería. La red bancaria sudafricana dejó de trabajar con su entramado empresarial cuando las sospechas y acusaciones arreciaron. Afortunadamente, apareció en ese momento el Bank of Baroda, la tercera institución financiera de la India, para proporcionarles cobertura financiera. Los Hawks, la unidad de elite de la policía sudafricana, ocuparon sus despachos cuando se produjo la investigación de las cuentas de los Gupta y, poco después, la entidad abandonó el país «siguiendo un plan de reestructuración internacional».
Una notificación de Interpol ha permitido el arresto de dos hermanos en Dubai, pero el proceso puede prolongarse extraordinariamente con las medidas dilatorias que ha presentado su ejército de abogados. Y es que no existe un tratado de extradición entre los Emiratos Árabes Unidos y Sudáfrica, aunque el ministro de Justicia y Servicios Penitenciarios de Sudáfrica, Ronald Lamola, y la fiscal general del país, Shamila Batohi, confían en salvar un escollo que, eso sí, durará «varios meses».
Además, el rastreo de los fondos públicos malversados puede exigir años de pesquisas en bancos remisos ubicados en paraísos fiscales no menos opacos. La Comisión Zondo, que publicó un primer informe el pasado mes de enero, prosigue su labor para desentrañar la red criminal impulsada por Zuma, empresarios y funcionarios implicados en el saqueo de la democracia del país del arco iris.
Los hermanos Gupta tan sólo han iniciado la contraofensiva para evitar ser implicados en este asalto a la corrupción. Ellos confían en regresar rápidamente a la mansión con vistas al Golfo Arábigo y diez suites cuidadas por un staff de 35 empleados. Tal vez, incluso, pretendan volver a su finca africana para seguir cumpliendo el deseo de su padre Shiv Kumar, aquel futuro de prosperidad y opulencia familiar, porque en los sueños, como es bien sabido, no se impone la moralidad.
Todos los caminos de la corrupción sudafricana conducen al presidente Jacob Zuma. No es el único, pero sí el peor de aquellos que pretendieron continuar la labor de Nelson Mandela, el padre de la patria. Cyril Ramaphosa, el actual jefe del Ejecutivo, era un líder sindical reconvertido hoy en rico propietario en bienes raíces. El último escándalo en un país pródigo en ellos afecta al actual dirigente. En una granja de su propiedad se ha cometido el robo de 4 millones de dólares en efectivo. Resulta inexplicable la existencia de esta suma que él atribuye a la venta de ganado.
Los Gupta sabían con quien acordaban sus negocios. Aunque parezca sorprendente, Zuma accedió al poder tras enfrentarse a 18 delitos de corrupción por su implicación, a finales de los noventa, en un megacontrato del régimen sudafricano para pertrecharse militarmente. Su acceso a la presidencia impidió el procesamiento por, presuntamente, aceptar sobornos de las firmas adjudicatarias.
El ejecutivo en manos de Zuma era algo así como dar al zorro la llave del gallinero. Desde 2009 a 2018 se sucedieron las acusaciones de malas prácticas, como el Zumagate, derivado de la acusación de uso de fondos públicos para reformar un extenso complejo rural. Pero el problema era mucho mayor. La Comisión Captura del Estado dice que la corrupción corroía estructuras básicas de la Administración.
La conexión entre Zuma y el imperio Gupta era tan evidente que los Luchadores por la Libertad Económica, partido de extrema izquierda, llamaron 'zuptas' al presidente, a su esposa Bongi y sus hijos Duduzile y Duduzane, asalariados de los hermanos indios. El tercero llegó a dirigir Sahara Computers, la primera gran empresa del holding, hoy carente de actividad y deudora de unos 30 millones de euros.
La repercusión política de un posible juicio a Rajesh, Atu y Ajay, resulta impredecible. Las revelaciones podrían provocar una convulsión sin precedentes, tal vez un estallido contra el esclerotizado partido gubernamental o, quizás, olas de violencia como las que sucedieron al encarcelamiento de Zuma, hace un año. Las masas, aún fieles a la ideología antiapartheid, mantienen fidelidades ajenas a la depravación de sus líderes y que remiten a los tiempos gloriosos, cuando los oligarcas de hoy combatían a un régimen blanco y excluyente.
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