La zona del atentado.

Túnez, el faro que ha de continuar marcando el camino

El atentado de ayer pretende dinamitar un proceso democrático pionero y excepcional en la región

Sergio Altuna

Domingo, 28 de junio 2015, 10:17

Apenas tres meses después del trágico atentado con toma de rehenes en el Museo Nacional del Bardo, la tragedia se cierne de nuevo sobre Túnez, pequeña república norteafricana inmersa en un costoso aunque de momento positivo y bien encaminado proceso de transición democrática desde hace ... cuatro años. De nuevo un ataque contra objetivos occidentales. Un ataque contra la libertad y contra las esperanzas de un pueblo; con objetivos claros: dinamitar un proceso democrático pionero y excepcional en la región, minar la confianza de los ciudadanos en el Estado y sus instituciones e intentar generar respuestas inadecuadas por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado para posteriormente instrumentalizarlas. Por el camino, además de muchas vidas de inocentes que visitando Túnez mostraban su apoyo a este pueblo y su coraje tras lo ocurrido hace unos meses, también se queda el ya denostado sector turístico que antes de la Revolución llegó a suponer aproximadamente un 8% del PIB del país y que generaba empleo para unas 200.000 personas.

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Ahora bien, el atentado de este viernes no es casualidad y debe ser contextualizado. Hace tres meses, la organización terrorista autodenominada Estado Islámico publicaba un mensaje claro y directo en la portada de su revista en inglés: "Shariah alone will rule Africa" solo la sharia imperará en África. Ilustraban este título con una imagen de la mezquita del Kairauán que dejaba claros sus objetivos y no fue escogida al azar. Esta ciudad tunecina es, tras la Meca, Medina y Jerusalén, la más importante en términos religiosos para la comunidad de musulmanes sunníes.

En ese mismo sentido, a principios de esta semana Abu Muhammad al-Adnani, portavoz del Estado Islámico, dirigía un discurso conmemorativo del comienzo de Ramadán en el que animaba a sus seguidores a cometer atentados allí donde se encontrasen. Túnez, con sus apenas once millones de habitantes, es el país que más combatientes extranjeros ha aportado a zonas de conflicto yihadista. Se calcula que al menos 3.000 de sus ciudadanos luchan en Irak y Siria, y aproximadamente 700 lo hacen en Libia.

Evidentemente, Túnez no es sino el más apetecible de los objetivos de la región. Una piedra en el zapato de aquellos que buscan gobernar a través del miedo, el faro de esperanza que debe continuar brillando para que, esperemos que en un futuro no demasiado lejano, acabe iluminando el camino que otros vecinos de la región se aventuren a tomar. Ahora es el momento de apoyar a Túnez sobre todos los planos y no solo en materia de cooperación y desarrollo. Solidarizarse durante unos días en los medios de comunicación no servirá de nada y, como vecinos de este marco común que es la cuenca mediterránea, redundará en el bien común que Túnez y su naciente democracia se asienten y acaben satisfaciendo las voluntades de aquellos ciudadanos que un día dijeron no a la opresión de décadas de dictadura.

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