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COLPISA / AFP
Viernes, 3 de abril 2015, 15:10
Kenia "no se dejará intimidar por los terroristas". Así de tajante se ha mostrado el ministro del Interior keniano Joseph Nkaissery, un día después del ataque de islamistas somalíes shebab a la universidad de Garissa, que causó 147 muertos. "El Gobierno está decidido a ... combatir a los terroristas" y confía en "ganar esta guerra contra nuestros enemigos", ha añadido.
Al Shabaab, un grupo afiliado a Al-Qaida, atacó el jueves al alba la universidad de Garissa. Separaron a los estudiantes musulmanes de los no musulmanes. A los segundos los dejaron irse y a los primeros los tomaron de rehenes. Al final del ataque, cuatro atacantes activaron los cinturones de explosivos que llevaban puestos, en lo que fue la acción más sangrienta en Kenia desde el atentado de Al-Qaida contra la embajada estadounidense de Nairobi que causó 213 muertos en 1998.
"Para nosotros va a ser como unas vacaciones de Pascua", gritaban los yihadistas somalíes burlándose de las víctimas antes de abrir fuego en la universidad de Garissa, cuenta un superviviente de la matanza. Antes de ejecutar a sangre fría a sus víctimas, se divertían, relata Salias Omosa, de 20 años. Antes de lograr escapar, el joven vio cómo mataban a dos de sus amigos. Los atacantes iban vestidos con ropa militar.
Relatos estremecedores
"He visto muchas cosas, pero nada como esto", afirma Reuben Nyaora, un enfermero que trabaja para la ONG International Rescue Committee (IRC). "Había cuerpos por todas partes que habían sido ejecutados en hilera, vimos a personas a las que les hicieron saltar las cabezas, con heridas de bala, todo ello en medio de un desorden espantoso".
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El socorrista trabaja en el gigantesco complejo de campamentos de refugiados somalíes de Dadaab (este de Kenia), cerca de la frontera somalí y a unos 90 kilómetros de Garissa. Fue uno de los primeros en llegar al campus para auxiliar a los supervivientes y a los militares heridos en los enfrentamientos con los atacantes. "Prestamos los primeros auxilios durante los combates, los soldados recibían disparos justo delante de nosotros, como las víctimas secuestradas", explica este keniano de 32 años, con voz temblorosa. "Fuimos a los pasillos, lo que vimos era demasiado horrible para poder imaginárselo, y sin embargo lo vimos", agrega. "Todo el mundo parecía estar muerto, pero en cuanto hablamos, los estudiantes que llevaban horas escondidos salieron, algunos de los armarios, otros del techo", detalla. Algunos se levantaron de entre los muertos, cubiertos de sangre.
El socorrista dice haber visto a tres mujeres aparentemente muertas, cubiertas de sangre de los pies a la cabeza, que salieron indemnes de entre una pila de cadáveres. "Las mujeres contaron que los atacantes gritaban en swahili mientras disparaban a los hombres: 'Vinimos para matar y para que nos maten'", cita. "Luego dijeron a las mujeres que 'nadaran en la sangre'", como para burlarse de ellas, y se marchaban ignorándolas.
Amuna Geoffreys, otro estudiante, estaba rezando con cristianos cuando comenzó el tiroteo. Se apresuró a esconderse en un matorral, pero escuchó las terribles amenazas de los atacantes. Obligaban a los estudiantes a llamar a sus familias para decirles que pidieran la retirada de las tropas kenianas de Somalia. Kenia participa en una intervención militar en este país desde finales de 2011 para luchar contra los shebab. "Los asesinos ordenaban a la gente que llamaran a sus casas para decirles: morimos porque Uhuru (Kenyatta, el presidente keniano) insiste en permanecer en Somalia", añade el joven. "En cuanto llamaban a sus padres los mataban, luego había silencio", remacha.
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