El presidente de Siria Bashar el-Assad durante una entrevista.

Bashar el-Asad deja de ser una prioridad

El presidente sirio trata de salir reforzado de las acciones de castigo contra el grupo islamista y formar parte de una futura solución al conflicto

Miguel Salvatierra

Domingo, 22 de noviembre 2015, 07:19

Los atentados del pasado viernes en París han forjado una sorprendente alianza franco-rusa contra las fuerzas de Daesh (acrónimo árabe de Estado Islámico de Irak y el Levante), que podría reforzar la posición del presidente sirio, Bashar el-Assad. Hasta ahora los países occidentales ... se han negado a aceptar cualquier solución de futuro en la que tenga algún papel el mandatario sirio. Sus métodos sanguinarios, feroz represión y los bombardeos indiscriminados sobre la población le han privado de cualquier credibilidad.

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La cuestión ahora es qué encaje tendría Asad en esa futura gran alianza contra Daesh que pretende forjar el presidente francés, François Hollande. De momento, el presidente sirio, principal responsable de lo que sucede en su país, ha conseguido que su futuro ya no sea prioritario.

Sobre el terreno, las cosas también han mejorado para las fuerzas de Damasco. El Ejército sirio ha recuperado la iniciativa gracias al apoyo de la aviación rusa, los efectivos y mandos enviados por Irán, incluidos 2.000 soldados de la Guardia Revolucionaria, así como de los milicianos de Hizbulá.

La implicación de Rusia no es desinteresada. Como elemento añadido a la tradicional amistad de Moscú y Damasco, que conlleva el uso de las bases militares de Latakia y Tartus en la costa mediterránea de Siria, el apoyo a esa hipotética alianza podría servir a Putin como valiosa moneda de cambio. El Kremlin no tardaría en poner sobre la mesa el levantamiento de las sanciones que pesan sobre la economía rusa a raíz de la anexión de Crimea y el apoyo a los rebeldes ucranianos.

En las recientes negociaciones de Viena sobre el futuro de Siria quedó claro que Estados Unidos, la Unión Europea, Jordania, Arabia Saudí y Egipto rechazan una Siria con Asad en el poder. Rusia e Irán, por el contrario, apoyan su continuidad por sus propios intereses estratégicos y para evitar un incontrolable vacío de poder, similar al que se produjo en Irak tras la caída de Sadam Husein. Los atentados de París han alterado el tablero de juego y cada jugador deberá enseñar de nuevo sus cartas. Estados Unidos se muestra especialmente discreto y solo se sabe con absoluta claridad lo que no quiere: poner botas sobre el terreno. La próxima semana veremos si se concreta o diluye el proyecto de coalición del presidente Hollande tras sus viajes a Washington y Moscú, donde se entrevistará con Obama y Putin.

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En cualquier caso, la amenaza terrorista del fundamentalismo islámico va más allá de una derrota militar de Daesh, aunque esta sea indispensable y mucho más productiva si se consigue gracias a una gran alianza internacional.

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