En lo que es una cruel epidemia de terrorismo multinacional, varios atentados en latitudes diversas en las últimas horas prueban la polivalente ofensiva del radicalismo armado de inspiración islamista: muchos muertos y heridos se registran, así, en ataques en Egipto (quince soldados muertos en ... el Sinaí), Kenia (70 estudiantes asesinados en Garissa) y Siria (el antiguo campo de refugiados palestinos en Yarmuk, junto a Damasco, con un número impreciso de bajas.
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No todos los atentados son obra del sedicente Estado Islámico que, por cierto, ha sido desalojado de su fuerte reducto en la ciudad iraquí de Tikrit y se repliega hacia su capital, Mosul. Lo de Kenia es un episodio vinculado a la crónica crisis en la vecina Somalia y obra, por tanto, de al-Shabab; lo de Yarmuk sí y es dudosa la autoría en el Sinaí, porque la crónica efervescencia yihadista allí es de cultivo local y su adhesión a la nueva marca corporativa es meramente nominal.
Esto es mucho más que anecdótico. El IS tiene pretensiones de "yihadismo sin fronteras" y vocación trasnacional, pero los escenarios nacionales aún encuadran muy bien muchos de los trágicos hechos y favorecen explicaciones plausibles. Con todo, el islamo-terrorismo supra-estatal es la novedad de esta hora y propone una respuesta igualmente supra-nacional, un esfuerzo a la altura de su feroz desafío.
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