Juan Pablo II: un estilo intelectual
El profesor de Derecho Constitucional de la UR reflexiona sobre la canonización del Papa polaco
Juan ANdrés muñoz arnau (*)
Domingo, 27 de abril 2014, 09:38
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Juan ANdrés muñoz arnau (*)
Domingo, 27 de abril 2014, 09:38
Sin duda existen muchos estilos intelectuales. Tantos como personas dedicadas al cultivo de cualquier parcela de las ciencias, de las artes o de las humanidades. Pero a mí me ganó el suyo desde que le leí por primera vez. Al estar próximo el día de ... su canonización quiero evocar su itinerario intelectual con las mismas palabras que él utilizó al repasar sucesos de su vida.
Desde que era niño me gustaban los libros. Mi padre me había habituado a la lectura decía. Y añadía después: Cuando aún era estudiante de letras leí a varios autores. Primero me dediqué a la literatura, especialmente a la dramática. Leía a Shakespeare, Molière, los poetas polacos. Éste comenzar por la literatura para entrar en contacto con los grandes ideales, con las pasiones humanas que interrogan sobre el misterio del hombre y que el teatro presenta con intensidad en un espacio limitado la escena, y en un tiempo breve, posee una fuerza inigualable en la formación de la personalidad. La liturgia diría es también una especie de mysterium representado, puesto en escena
En el verano de 1958 mientras estaba en la montaña con un grupo de jóvenes fue llamado por el primado polaco, cardenal Wyszynski, para comunicarle su designación como obispo. Quizás aquella noche, antes de emprender el viaje a Varsovia, cantó con ellos alrededor del fuego: Siempre me ha gustado cantar. A decir verdad, cantaba cada vez que las circunstancias me lo permitían. Pero ha sido con los jóvenes con los que siempre he cantado a gusto. Los textos eran diversos, dependían de las circunstancias: junto al fuego eran cantos populares. Al regresar otra vez a la montaña después de haberse entrevistado con el cardenal y con el obispo de Cracovia nos cuenta que se pasó la noche leyendo en el tren. Cómo emociona ahora saber después de haber contemplado su tenacidad en la enfermedad pero también su actitud de aceptación del sufrimiento en los últimos años de su vida, que aquella noche leyó El viejo y el mar, que venía a ser como una metáfora de sus últimos días.
A la literatura siguió el cultivo de la filosofía y después el estudio de la teología: Mi postura filosófica personal se mueve, por así decir, entre dos polos: el tomismo aristotélico y la fenomenología. Pero, si se me permite decirlo así, su interés por la filosofía como sistema tenía como punto de referencia siempre a la persona. Por eso decía: []me interesaba de modo particular Edith Stein, una figura extraordinaria también por su itinerario existencial. Me interesaba su filosofía, leía sus escritos pero me fascinaba sobre todo su vida extraordinaria y sus destino trágico, compartido con el de millones de otras víctimas inermes de nuestra época.
Aquella dedicación suya a la filosofía tan marcada por la centralidad de la persona y a la teología, no le impedía prestar atención a las ciencias experimentales: Tenía contactos con los otros campos de la ciencia a través principalmente de los físicos. Nos reuníamos con frecuencia y hablábamos de los descubrimientos más recientes en cosmología. Era una tarea fascinante, que confirmaba la afirmación de San Pablo según la cual se puede alcanzar un cierto conocimiento de Dios a través del conocimiento del mundo creado Para él valía la pena una relación personal con el mundo de la ciencia y sus protagonistas: El obispo decía, debería mantener también un estrecho contacto con toda la vida universitaria: leer, reunirse, discutir, informarse sobre todo lo que sucede en ese ámbito
Pero son estas palabras que siguen las que reflejan de una manera definitiva su actitud intelectual y dan razón del atractivo de su pensamiento: En la lectura y el estudio he intentado unir siempre de manera armónica las cuestiones de fe, del pensamiento y del corazón. No son campos separados. Cada uno de ellos se adentra y anima a los otros. En esa compenetración entre la fe, el pensamiento y el corazón, ejerce un influjo particular el asombro ante el milagro de la persona: ante la semejanza del hombre con Dios, Uno y Trino, y la profunda relación entre el amor y la verdad, el misterio del don recíproco y de la vida que nace de él, la contemplación del sucederse de las generaciones humanas.
El corazón. Ahí esta la clave del atractivo de su pensamiento. Conocimiento del corazón humano al que llegó a través de aquellas lecturas hechas desde sus años jóvenes pero sobre todo a través de la experiencia de su propia vida, vivida en la alegría y en el sufrimiento: Recuerdo que, durante los primeros contactos[en sus visitas pastorales], los enfermos me amedrentaban. Hacía falta bastante coraje para presentarse ante los que sufrían y entrar, en cierto modo, en su dolor físico y espiritual, sin dejarse condicionar por la propia conmoción y conseguir mostrarles al menos un poquito de compasión amorosa. El sentido profundo del misterio del sufrimiento humano se me desveló más tarde. En la debilidad de los enfermos vi surgir cada vez con más claridad la fuerza de la misericordia. Esa experiencia del dolor se convirtió en reflexión intelectual cuando escribió El sentido cristiano del sufrimiento humano. Sufrimiento del que es radicalmente solidario Aquel que es Rico en Misericordia como rezaba el título de una de sus encíclicas.
La vida, el sufrimiento humano, se hacía otra vez pensamiento. Por eso, la lectura de sus escritos suscita en nosotros, con fuerza, una amistad sin ocaso.
(*) Profesor de Derecho Constitucional, Universidad de La Rioja
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