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Pilar Eyre (Barcelona, 1951) procede de una familia muy de derechas. Su abuelo fue magistrado del Supremo y su tía, jefa de la Sección Femenina de Cataluña. Pese a esos antecedentes, Pilar Eyre se convirtió en una rebelde, corrió delante de los antidisturbios y escribió ... en una revista en las antípodas ideológicas de su familia, 'Interviú'. Un día que el rey Juan Carlos visitó Barcelona, la mandaron a cubrir el acto a la vista del lamentable desaliño indumentario de sus compañeros de redacción. A base de tenacidad, trabajo y fuentes envidiables, Pilar Eyre es una de las periodistas mejor informadas sobre la Casa Real y las andanzas del rey emérito y adláteres, como demuestra todas las semanas en el blog de la revista Lecturas 'No es por maldad'. Asidua del paisaje de Llafranc, esta mujer, que se confiesa desclasada, ama con tanto ardor el periodismo como la literatura. Acaba de publicar 'Cuando éramos ayer' (Planeta), una novela en la que recrea la Barcelona que va de 1968 a 1992.
7.30 horas. Me levanto muy temprano, soy insomne y duermo con pastillas desde hace más de 30 años. Desayuno en la cama, nunca me olvido del zumo de naranja y la papaya, que dicen que tomaba Juan Pablo II. Mi padre se enteró y dijo: «Niñas, hay que tomar papaya porque te hace inmortal». Él, que murió a los 96 años, adquirió la costumbre y yo he hecho lo mismo, de modo que como media al día. Cuando viajo a Madrid para visitar a mi novio él ya sabe que tiene que comprar papaya.
9.30 horas. Escribo hasta media mañana, que son las horas en que me fluyen las ideas de forma torrencial. A veces se me ocurren en sueños, por la noche, y al ponerme a trabajar surgen de manera espontánea. Le pregunté a un psicólogo sobre la cuestión y me dijo que cuando te duermes rumiando una idea hay una parte del cerebro que se activa y la va madurando, de manera que cuando despiertas la mente ha encontrado una solución para el problema.
11.30 horas. Cada dos horas pongo música en el ordenador, me levanto y bailo. Así me desentumezco. Si alguien me sorprendiera, pensaría que estoy loca.
12.00 horas. Voy al club con mi perro y paseo con él por el centro de Barcelona, donde vivo. Soy animalista, es una de las causas de mi vida. Quienes estamos metidos en esto recibimos mofas, porque es un movimiento que carece de reconocimiento social. Hemos logrado avances, como cerrar las plazas de toros de Cataluña, que en mi opinión no deberían existir en ninguna parte. El hecho de ser antitaurina me ha acarreado muchos problemas, pues me he negado a entrevistar a toreros.
15.45 horas. Hago una hora de pilates con un profesor particular. Y es que de tanto estar sentada en el ordenador sufro problemas en el brazo y la espalda. Aprovecho para comer con mi hijo, que almuerza en casa todos los días conmigo, a pesar de que ya vive por su cuenta. Después, duermo la siesta, lo cual es una contradicción siendo como soy insomne. Lo paso mal cuando acudo a comidas de trabajo y tengo que estar ingeniosa y soltando cosas brillantes. Mi cerebro pide descansar y dice no.
23.45 horas. Por la noche me dedico a leer hasta bien tarde, hasta la una o dos de la madrugada. Leo de todo: clásicos, novedades, 'best sellers', 'thrillers'… Algunos libros los analizo con ojos de escritora, para ver cómo el autor resuelve un problema. Somerset Maugham decía que leer era una adicción, y yo pienso lo mismo. Él hacía grandes viajes y llevaba un porteador solo para que cargara los libros. Nosotros tenemos la suerte de descargarlos en el iPad. Si no dispusiera de la tableta y me quedara a las doce de la noche sin lectura sería capaz de leerme el listín de teléfonos.
13.00 horas. No tengo miedo, no lo tuve ni cuando iba a la universidad y corría delante de los grises ni cuando estuve a punto de morir por una enfermedad, ni después, cuando me han hecho todo tipo de putadas por escribir sobre el rey emérito. Me han despedido de trabajos y me han hecho inspecciones de Hacienda. La Casa Real debe de estar deseando que me jubile.
12.30 horas. Hago ejercicios de estiramiento, me va muy bien para todo. Procuro mantenerme delgada porque sufrí tuberculosis y solo tengo un pulmón. Tras la operación me dijeron que un motor pequeño no puede llevar una carrocería pesada. Creo que viviré más que todos porque me cuido mucho. Y estoy sana. Soy feliz desde que prohibieron fumar en espacios cerrados: antes entrabas en una discoteca y aquello parecía un fumadero de opio. Apenas bebo porque me sienta mal.
12.00 horas. Ahora me llaman algunos periodistas para preguntarme por el rey Juan Carlos. El emérito está destrozado, preocupadísimo por el hecho de que el juicio por supuesto hostigamiento y vigilancia ilegal contra Corinna Larsen siga adelante. Es el único que realmente se ha dado cuenta de que este es el momento más grave que ha vivido la monarquía en los últimos años.
23.30 horas. Rezo. Soy creyente católica, pero una mala practicante. El Evangelio es el libro más potente y motivador que existe, y es una lástima que la gente no lo lea. Creo en el Jesús que acompañaba a los desharrapados, pegaba latigazos a los ricachones y ayudaba a los desfavorecidos. A quienes buscan libros de autoayuda les pido que acudan al Evangelio. Es lo que realmente ayuda a vivir y a trascender el momento.
11.00 horas. Suelo recoger piedrecitas de los lugares que visito y las tengo repartidas por toda la casa. Una vez en Filipinas cogí unas cuantas del fondo del mar. En el aeropuerto me abrieron la maleta y resulta que eran unos restos arqueológicos. Me tomaron por una traficante de objetos robados. Cuando termino de escribir un libro pongo en ellas la fecha en que lo he acabado. Son chorradas para llenar los momentos de soledad.
17.00 horas. Me enloquece el mar. Siempre que puedo me escapo a Llafranc y allí voy al bosque y me tumbo en el suelo para mirar las estrellas. Me encantaría tener un amigo que me enseñara sus nombres, que ahora casi nadie ya sabe. Me tengo que conformar con usar aplicaciones del móvil para identificarlas.
18.00 horas. Me apasiona mi profesión. Me encanta la investigación histórica. Ahora todo está digitalizado, pero antes visitaba la hemeroteca de 'La Vanguardia' y el Archivo Municipal de Hospitalet y me pasaba las horas muertes buscando y rebuscando. Pasaba tanto tiempo entre papeles que me protegía las manos con guantes porque sufría alergia.
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