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Haciendo un esfuerzo quizá el Upper East Side de Manhattan guarde cierto parecido con la Acrópolis ateniense, aunque sólo sea por el estiloso mármol, las bruñidas biografías de sus próceres y el papel de faro del mundo que, salvando las distancias, les ha tocado representar a unos y a otros. Desde hace años tienen también en común al hijo de Constantino II, el último rey de Grecia, fallecido esta semana a los 82 años. Aunque a Pablo, el heredero sin corona, sólo le haya tocado reinar sobre los salones de la alta sociedad y las portadas de papel couché.
No es que al nuevo jefe de la Casa Real griega –que, además de príncipe de Dinamarca, ostentaba hasta ahora el título de duque de Esparta– se le presenten a diario desafíos de los que acaban glosando los libros de Historia, pero parece que ha encontrado su sitio en las altas finanzas. Pablo es directivo de un importante grupo dedicado a gestionar fondos de inversión, lo que bien visto y con la que está cayendo tampoco es que suene a balneario.
Para las revistas del miocardio, él será siempre el epítome del estilo y el famoseo. Pablo disfruta de «la vida tranquila y las tareas cotidianas», describe el Vanity Fair, junto a su mujer, la empresaria Marie-Chantal Miller, y sus cinco hijos: Olympia, Constantino –que acaba de graduarse en Georgetown y es el siguiente en la rama sucesoria–, Aquiles, Odiseo y Arístides, que leídos, así de corrido, casi recuerdan los títulos de crédito de 'Troya'. Ajeno a las tribulaciones de Homero, Pablo reparte su tiempo entre las propiedades que tiene por todo el mundo.
El corredor de bolsa en que devino este superviviente de la aristocracia europea y su esposa –hija del fundador de los 'duty free' y orgullosa propietaria y creativa de una marca de moda infantil– se instalaron en 2017 en el Upper East Side, la parte más noble de Nueva York, un espacio exclusivo y salpicado de obras de Pruitt, de Basquiat o de Warhol, artista este último para el que ella posó cuando trabajaba para él de becaria. Es el mismo lugar escogido por ella cuando acabó la carrera y antes de que conociera en una cita a ciegas al que es su marido desde 1995.
Pero es en los Hamptons de Long Island donde la familia se siente más a gusto y pasa más tiempo. Allí se levanta la mansión familiar adquirida por 16,5 millones de dólares sobre una parcela de cuatro kilómetros cuadrados, con diez dormitorios repartidos en dos plantas y ocho baños. Todo a 150 kilómetros de Central Park, lejos de todo pero al mismo tiempo lo bastante cerca de esa constelación de luminarias que son Gwyneth Paltrow, Sarah Jessica Parker o Steven Spielberg.
La relación de propiedades es mareante. Siguiendo con el rastreo de publicaciones que jalonan su biografía, asoma una casa de campo en los Costwolds, Inglaterra, donde tienen de vecinos a los Beckham y pasan algunas navidades; una granja del siglo XVIII en West Sussex, otra vivienda más exclusiva en el barrio londinense de Chelsea, otra más en Harbour Islands (Bahamas). Y sí, por supuesto, hay más en Grecia, que por algo Pablo viene de donde viene.
Pablo de Grecia (1967) nació en el palacio de Tatoi, a 20 kilómetros de Atenas, pero sólo disfrutó de su realeza un par de años, los que tardó el ejército heleno en despachar a su padre en un clima convulso, obligando a la familia a exiliarse en Roma. La popularidad del monarca llevaba tiempo cayendo en barrena, especialmente desde la marcha del primer ministro Papandreu, y el golpe militar conocido como 'de los Coroneles' que él auspició en plena Guerra Fría para después echarse atrás, no hizo sino precipitar su propio fin.
La familia intentó regresar en 1974 después de un peregrinaje por Dinamarca, India y Londres, pero para entonces el país renegaba ya abiertamente de su pasado monárquico y un referéndum instauró la república. El colmo del descenso a los infiernos de Constantino –siempre relativos cuando a uno no le falta de nada– fue la pérdida de la nacionalidad griega tras negarse en 1994 a que su pasaporte fuera expedido con el apellido Glücksburg, el del ciudadano danés en que se había convertido después de que abolieran su título 20 años antes.
Pablo, que pasó su adolescencia en Londres, es sobrino de la reina emérita Sofía, lo que explica su presencia habitual en el palacio de Marivent durante los veranos, o en la estación de esquí de Baqueira en invierno. Fue en estas vacaciones y en La Zarzuela donde el entonces príncipe griego forjó amistad con su primo Felipe, del que sólo le separa un año. Su formación académica –ya fuera escolar o militar– discurrió prácticamente en paralelo, y alcanzaría su máxima expresión cuando ambos coincidieron en la Universidad de Georgetown, en Washington, donde estudiaron Relaciones Internacionales y tuvieron ocasión de saborear si no el anonimato, algo que se le parece.
Paseaban en bicicleta, iban de compras... Fue en aquella época cuando entró escena Marie-Chantal, que fue quien presentó a Felipe de Borbón a su amiga Gigi Howard, con quien mantuvo una efímera relación. «Pablo era el empollón y Felipe el juerguista», ha relatado ella en alguna ocasión. Eran inseparables y cuando la pareja se casó, el príncipe Felipe ofició de testigo.
La amistad de Pablo de Grecia con el rey de España ha perdido brillo con el correr de los años y en la actualidad es infrecuente que coincidan. Su distanciamiento posiblemente obedezca a las críticas de Marie-Chantal hacia la reina Letizia a resultas del incidente ocurrido entre ésta y su suegra a la salida de la catedral de Palma en 2018. La nuera de Constantino arremetió entonces contra la reina diciendo que «había mostrado su verdadera cara», lo que abrió una herida que todavía supura.
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