Arantza Furundarena
Sábado, 19 de noviembre 2022, 00:41
Una monja de clausura tuerta y enamorada de un Mario Vaquerizo en busca de su espiritualidad. Es el personaje de Isabel Ordaz en 'La reina del convento', una disparatada comedia, ópera prima de la guionista Carmen Perona, cuyo rodaje comienza estos días en el monasterio ... de San Francisco de la localidad cordobesa de Palma del Río. En el singular elenco figuran también Gemma Cuervo, Antonia San Juan y Paz Padilla. «La película es una catarata de peripecias donde hay de todo, un muerto, un partido de fútbol... Es extravagante pero muy blanca, respetuosa y humana, porque al final estas monjas buscan lo que todos: el amor y la amistad», adelanta la actriz.
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Conocidísima por encarnar a la Hierbas en la serie 'Aquí no hay quien viva', «un personaje que les ha marcado más a los demás que a mí», esta madrileña admite que en televisión la han encasillado a menudo en el perfil de la ingenua que, como ella dice, «es todo un género». Quizás por eso le encanta su nuevo personaje, sor Frasquita, «una monja curiosa y enamoradiza, pero que sobre todo tiene un lado oscuro, esconde cosas». Sin declararse totalmente transparente -«la máscara la tenemos todos»-, Ordaz sí se considera bastante menos opaca que su personaje. «Ingenua no soy, pero sí hay en mi una tendencia a ser empática, afectuosa y optimista. Aunque no demasiado optimista -aclara-, porque el optimismo exagerado es comida para patos».
En el rodaje, ha vuelto a coincidir con Gemma Cuervo, a la que admira por permanecer activa a los 86 años. Ella tiene 65 y tampoco piensa jubilarse. «Estoy llena de vida, de pasión y de ganas. Me gusta mucho lo que hago. Vivo volcada en la cultura, en la creación». De hecho, Isabel Ordaz también escribe y ha publicado varios libros de poesía. Concede que a cierta edad a las actrices las llaman menos... «Yo he tenido mis paréntesis y conozco a alguna compañera celebérrima que ha llegado a estar tres años sin trabajar». Sin embargo, actualmente se le acumulan los proyectos. Tras la película con Vaquerizo, le esperan dos obras de teatro.
«En enero estrenaremos 'El coraje de una madre' en el Teatro de la Abadía, dirigida por Elena Pimenta y más adelante, 'La profesora' de Eduardo Galán». A Ordaz le estremece el texto de Tabori ambientado en el Holocausto. «Yo no soy madre -precisa-. Me encantan los niños pero nunca he sentido la llamada de la maternidad. Como dice esa obra de la dramaturga uruguaya Marianella Morena, 'No te daré hijos, te daré versos'».
Aficionada a las terapias alternativas, Isabel Ordaz explica que en eso sí se parece a la Hierbas. «Y también -añade- en que yo como ella busco ante todo la paz. No quiero ningún conflicto». Madrileña de pura cepa («soy del Foro, gata, gata»), la actriz nació y se crió en el Rastro, en el seno de una familia de origen obrero. «De niña me recuerdo soñando, montándome películas. Primero quería ser bailarina, luego no sé qué... Mi madre era una gran narradora oral y me transmitió el afán de narrar».
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El entorno también hizo lo suyo... «He crecido en un barrio muy sensual, lleno de gente de todo tipo: gitanos, payos, anticuarios, vendedores. El Rastro era una performance, un universo. Y de todo eso te vas configurando, se va llenando tu imaginario. Sobre todo recuerdo mucho color, mucho griterío, un barrio muy lleno de vida, muy napolitano. Y en ese contexto, yo era una niña con mucha necesidad de expresarme».
Hoy Isabel se expresa a través de la interpretación y la poesía, «muy necesaria -advierte- porque desmiga las palabras y hoy el lenguaje está muy deteriorado». Uno de sus poemas se titula 'Noticias' y habla de la guerra. «Esas víctimas nos llegan a través de un contexto televisivo, de un encuadre, y eso hace que tengamos una perspectiva más fría, distante y menos compasiva con ellas». Para la actriz, habría que hacer una distinción entre ideología y política. «La política es la gestión de lo público y eso nos atañe a todos».
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Como a tantos ciudadanos, a Ordaz le preocupan los electoralismos, la polarización... «Falta diálogo -lamenta-, falta voluntad de pacto. Falta un ejercicio mucho más poroso de lo político. Y todo esto provoca un entorno social mucho más hostil, de desconfianza, de confrontación. No se trata de tener razón. Estamos perdiendo la responsabilidad de argumentar. Y eso hay que revisarlo, porque así no vamos a ningún sitio».
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