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«Nosotros nunca seguimos a nadie: nosotros creamos nuestra propia moda y dictamos nuestras propias reglas». Así describió Margherita Missoni al potente sector textil italiano en una entrevista en la revista 'Harper's Bazaar'. La etiqueta 'made in Italy' ha sido durante siglos sinónimo de ... calidad y de destreza artesanal. «Es fascinante ver cuántos diseñadores italianos tuvieron sus inicios en las guarnicionerías de lujo de Florencia o en los talleres de costura de Milán», explica la ilustradora Megan Hess en su libro 'Estilo. Maestros de la moda italiana' (Lunwerg), en el que nos adentra en un lúdico viaje por la historia de Giorgio Armani, Dolce & Gabbana, Fendi, Missoni, Gucci, Valentino, Emilio Pucci, Miu Miu y Versace.
«Una de las cosas que adoro de los diseñadores italianos es que visten a las mujeres con amor y orgullo», explica Hess días antes de que comience la Semana de la Moda de Milán. Desde los vestidos de gala con un corte perfecto de Valentino, hasta el traje pantalón de ejecutivo deconstruido de Giorgio Armani, la moda italiana homenajea a las féminas y las empodera. Muchas de las casas están, o han estado, dirigidas por mujeres extraordinarias, desde la incombustible Miuccia Prada hasta la inigualable Donatella Versace, llegando a dejar su legado en mano de las siguientes generaciones. «Fue la tía de Valentino quien le dio la oportunidad en el mundo de la moda, mientras que las cinco hermanas Fendi heredaron el legado de su madre» y convirtieron su empresa de cuero en una potencia de la moda internacional, recuerda la también autora de la obra 'Coco Chanel. La revolución de la elegancia'.
El nexo de las diez icónicas firmas es que nunca han sucumbido a dejar de lado sus raíces pese a la tentación de caer rendidos a las influencias de su éxito internacional. Las piezas que exhiben en la pasarela están inspiradas en el estilo de vida y en la cultura de los países mediterráneos. Como muestra los estampados de Dolce & Gabbana, que gusta de celebrar la herencia siciliana de uno de sus fundadores, Domenico Dolce; la 'dolce vita' y los excesos del Renacimiento italiano que alimentan a Versace o la espirales psicodélicas en atrevidos tonos nacidas de la vida junto al mar en la isla de Capri de Emilio Pucci, como en pantalones pirata, una prenda que pasó a ser una pieza básica del guardarropa de Sophia Loren y de Marilyn Monroe.
Estados Unidos es el país que más ha aprovechado el saber hacer italiano. Giorgio Armani, conocido como el santo patrón de la moda italiana, «fue un pionero en utilizar la alfombra roja como plataforma para mostrar sus diseños», narra Hess. Comprendió la importancia de las oportunidades comerciales que le brindaban las celebridades y el cine. Después del éxito de la película 'American Gigolo', en la que vistió a Richard Gere, el italiano abrió una tienda en Rodeo Drive y «contrató a un estilista para que trabajara aconsejando a actrices y a actores», apunta la ilustradora.
También Hollywood fue el responsable de que Versace estuviese en boca de todos cuando Elizabeth Hurley se enfundó, en 1994, un modelo negro de inspiración neopunk, atado con unos enormes imperdibles dorados, para asistir al estreno de 'Cuatro bodas y un funeral'. Un vestido que a día de hoy sigue siendo un referente.
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