El brillo de Custo cierra la tercera jornada de MBFWM

Una hora después Ailanto nos ha transportado hasta la Patagonia argentina. Los hermanos Iñaki y Aitor Muñoz se han inspirado en los gauchos para su colección más romántica, en la que han destacado unos magníficos abrigos en paño de lana virgen y mohair imitando a los ponchos y las piezas con originales mangas en forma de trompeta.

Una mujer a la que Ulises Mérida ha convertido en diosa made in Spain. El manchego ha fusionado su estilo inconfundible de alfombra roja con una mezcla de texturas caótica en siluetas voluminosas que ha dado muy buen resultado, como el PVC con el punto a mano o red con satén de seda. Ha trabajado con maestría el punto por primera vez en su carrera y, pese a toda esa labor, ha tenido tiempo de rendir homenaje al gran Balenciaga.

La jornada vespertina ha comenzado con Juana Martín. La cordobesa ha fusionado los patrones de los 80 con un tributo al rock andaluz, no en vano su propuesta ha estado amenizada en directo por la banda Medina Azahara. Cortes ceñidos al cuerpo resaltan la cintura, con volantes estratégicamente colocados y faldas muy cortas que se adornan con plumas, lentejuelas y pedrería. Su propuesta con más estrella.

La sorpresa de la anterior temporada, Malne, ha optado por una línea continuista avalada por la buena acogida que obtuvieron, pero con una versión más libre y divertida tomada de los años 70 londinenses. El maximalismo barroco se mueve entre las siluetas complejas y la extravagancia oriental, con el foco puesto en las hombreras pagoda, seña de identidad de la firma. Una apuesta muy potente y acertada. La discreción tampoco acompaña a Maria Ke Fisherman. María Lemus y Víctor Alonso, artífices de la colección, han regresado a finales de los 90 para recuperar la estética de los barrios marginales de Madrid, en los que los jóvenes no se desprendían del plumífero, el chándal con la bandera de España y las gorras. Rescatan el espíritu de las olvidadas tribus urbanas, y, por su colaboración con Bridgestone, también los uniformes de los empleados de los talleres de los 70, recreados gracias al buen hacer de las monjitas del Convento de Huelva, que tejen con mimo sus prendas más relevantes.

Un novato en Cibeles ha abierto y otro ha cerrado. El encargado de bajar el telón ha sido Custo Barcelona. Recién llegado de Nueva York, el catalán ha presentado una oda a la individualidad que tiene el brillo como hilo conductor. El color queda matizado por el resplandor de cada tejido, entre ellos el lamé tornasolado, texturas gofradas con destellos de metal y redes de hilos de lúrex. Los abrigos y chaquetas se sobredimensionan creando piezas macro para cubrir del frío las aberturas de los mínimos vestidos, con asimetrías, volantes y detalles de patchwork. Los diseños para hombre juegan también con los brillos y las texturas metalizadas en prendas con acabado deportivo, que parten de un concepto clásico. Un buen final.