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Gloria Salgado
Domingo, 20 de septiembre 2015, 14:36
Leandro Cano ha desperezado a los asistentes a la jornada dominical de Mercedes-Benz Fashion Week Madrid con una acertadísima colección inspirada en su madre y su hermana. Las prendas de tejidos livianos conviven con piezas más corpóreas con un denominador común: estampados que ... evocan su Andalucía natal. Cuero, pvc y algodón, recurrentes en todas las propuestas del diseñador, se mezclan con otras menos habituales como organza, organdil y gabardina. La paleta de color responde a la mirada nostálgica, casi bucólica, de la infancia estival del diseñador. Predominan los tonos empolvados como gris tierra, rosa y salmón, que tienen como contrapunto el berenjena, a fin de lograr equilibrio entre romanticismo y pasión.
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Minutos después ha llegado el momento de Esther Noriega con sus 'musas de la Música'. El movimiento de las prendas ondea al ritmo de tejidos con mucha caída y libertad de movimiento. Gasas, organzas, crepes y tules se combinan con tejidos más estructurados como el otomán. La piel en diferentes matices de dorado es el nexo de unión de la colección. Aplicaciones de piel en forma de ramas, hojas y flores, trabajadas de forma artesanal, se fusionan con los tejidos para crear estampados únicos sobre blanco, ocre, turquesa, coral y fucsia.
Entre neumáticos de camión han aparecido los modelos de Davidelfin, que siempre sabe cómo sorprender. El malagueño confecciona su sastrería con referencias al deporte y al sur, pero desde una visión japonesa. Correctores posturales y volantes que se retiran con cremalleras transforman la ropa, que mantiene el punto naif de la firma. Tan osado como Etxeberria. El guipuzcoano, que por primera vez no ha metido piel en la colección, ha explorado la capacidad de un tejido veraniego como es el 'seersuker' para piezas con reminiscencias de los años 20 y detalles de sastrería japonesa. Se agradece que sus mujeres sigan mostrando una feminidad intelectual que huye de la hipersexualización, destacando un vestido con 320 piezas de cerámica engarzadas y pintadas a mano.
Juana Martín ha abierto la franja vespertina celebrando una década en la pasarela madrileña con una retrospectiva que tiene como protagonista las estampaciones de vinilo sobre sedas y encajes, siempre apoyada por colores neutros que sirven de base a la arquitectura de la prenda. Sin olvidar los lunares -en dorado- y los volantes, incorporándolos en el día a día. Una propuesta ensombrecida por la gran Teresa Helbig, que ha aunado lo mejor de Francia y China en piezas minuciosamente trabajadas en georgette, crepe de seda, blonda y tul, destacando la piel con tatuajes de iconografías asiáticas.
La chinoiserie llega al vestir gracias a Helbig
Las referencias asiáticas han bajado de la pasarela con la llegada del Ion Fiz más cañero. Detalles lenceros que se exteriorizan, aplicaciones artesanales de chantilly, cristales y plumas de avestruz comparten protagonismo con detalles metalizados e irisados. Los tejidos van de la seda al neopreno pasando por rejillas y napas en crema, rosa palo, perla, aguamarina o negro. La última de la jornada ha sido María Ke Fisherman. María Lemus y Víctor Alonso han troceado los últimos cien años de historia del sector textil, realizando una instantánea irónica de lo que está pasando en este intento desesperado de transición. Moda replicante e interesante.
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