El efecto longaniza

El auge lo atribuyen a que Georgina aparece en uno de los capítulos de su serie engullendo con alegría secallona cortada a cuchillo mientras proclama «¡Qué rico!». El embutido en cuestión procede de Graus, pueblo de Huesca de unos tres mil habitantes en la comarca de Ribagorza. La hoy 'celebrity' lo conoce bien, porque de jovencita trabajó durante casi un año de camarera en uno de sus hoteles.

Casualmente Graus, que ostenta el récord Guinness de la parrillada de longaniza más grande del mundo, celebró su fiesta anual de este producto hace poco más de una semana. Y aquello fue el acabose, con mil kilos de embutido asados en una parrilla de 25 metros cuadrados, la utilización de una grúa para su volteo, el párroco del pueblo en el papel de 'tastador' y 9.000 raciones servidas entre grausinos y foráneos, con un excedente solidario para el Banco de Alimentos. Que si a Georgina no la nombran pregonera de las fiestas, ya están tardando... Y a falta de secallona bío, podrían instituir la 'secallona Gio', en honor al apodo familiar de la novia de Cristiano.

Mujer de belleza rotunda y un puntito chacinera, el título de embajadora de la longaniza (algo que ya se plantean en Graus) encaja en el perfil de Georgina como un pastel en un molde. Ella presume en su 'docuserie' de un meteórico metabolismo que le permite ponerse morada de embutido sin perder la figura. Aunque lógicamente la figura de Rodríguez no es precisamente la de Twiggy. Con más curvas que La Calobra, el tortuoso puerto mallorquín, se acerca más a la de Kim Kardashian, que se empeñó en embutirse en el mítico vestido de pedrería de Marilyn Monroe y le reventó la cremallera.

Pero no solo de longanizas vive Huesca. La zona también ha experimentado una eclosión turística gracias a la serie de su paisana, quien en uno de los capítulos se da un garbeo por los paisajes de su infancia y adolescencia. En Graus visitó el hotel Lleida, donde trabajó de camarera, así como una charcutería que ahora ha triplicado sus ventas. Le llegan pedidos hasta de Nueva York.

En Jaca, la 'influencer', que en sus años mozos formó parte del Joven Ballet del Pirineo, se pasó por la tienda donde compraba chuches de niña y también visitó la catedral románica donde rezaba al retablo del Santo Cristo cuando aún estaba muy lejos de ser rica y famosa. «Tantas oraciones a tus pies, tantos deseos y lágrimas. Hoy por fin me reencuentro contigo -escribía poco después en su cuenta de Instagram-. Gracias por haber iluminado mi camino y por haberme acompañado siempre».

Teniendo en cuenta el tirón de Georgina (el vídeo de su hija Alana cantando «'Saboko', papi, 'saboko'», ya es viral) y que su biografía tiene mucho de milagro (pasó de la noche a la mañana de ser dependienta de una tienda de superlujo a convertirse en su mejor clienta, y de ir en autobús a viajar en Rolls Royce con chófer) no sería de extrañar que el Cristo al que le rezaba acabe desbancando a san Antonio. Es más, otro caso como el de ella, y eso va a ser Lourdes.